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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Sociedad herida

El asesinato de Samuel nos ha conmocionado. Nos ha mostrado que la violencia y el cerrilismo campan a sus anchas en nuestra sociedad. Herida. Porque ante la jauría humana que asesinó a Samuel, sólo una persona tuvo la humanidad de socorrerlo, en el primer embate.

Mucho se ha hablado y dicho ya sobre este vil asesinato. No quisiera caer en los mismos lugares comunes. Pero me ha sorprendido la débil respuesta institucional de condena y que este execrable asesinato no marque un cambio de tendencia en el discurso político. A mi juicio, lo ocurrido es tan sumamente grave que hubiera sido necesario un texto común de condena por parte de todos los partidos políticos. Los discursos del odio han acaparado en buena parte los debates políticos y eso no puede ser. Si hay partidos que lo practican, los que están al margen, deberían de dejar de blanquearlos. No todo vale.

Nuestra sociedad está herida si dejamos que pase este hecho sin más.

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Llegamos al final del curso

Aún queda algún Trabajo Fin de Grado por rematar, algunos tribunales de trabajos fin de Grado y fin de Máster en los que participar. Todavía quedan trabajos de investigación  que terminar en los que ya voy tarde. Todavía quedan proyectos nuevos que presentar. Pero ya vamos aproximándonos al final del curso. Un curso muy intenso, en donde ha habido claoscuros, pero en los que la luz ha venido dada por la enorme experiencia que para todos ha supuesto superar un curso más, en circunstancias difíciles. Trabajando el doble o el triple, porque ha de saberse que en la Universidad de Salamanca, los profesores hemos estado en todo momento prestando nuestro trabajo presencialmente, pero pese a ello también hemos estado on line, para los estudiantes que no podían estar en el aula, y hemos realizado todo ese sobreesfuerzo sin apenas acompañamiento institucional.

Los profesores universitarios somos personas vocacionales y nuestra vocación hace que siempre queramos dar lo mejor, por muy difíciles que sean las circunstancias. De ahí que podamos sentirnos orgullosos en lo personal. La valoración institucional la dejo que la hagan otros. Aunque como he dicho en otra ocasión no estaría de más que se nos preguntara a todos los miembros de la comunidad universitaria por el transcurrir de este curso. Si se quiere mejorar, siempre es preciso escuchar en qué se ha fallado. La autocomplacencia no conduce a ningún lugar seguro.

Pero sin duda un reconocimiento especial en este curso raro deben tenerla también los estudiantes. En mi caso, he tenido la suerte de haber tenido en todas las asignaturas que he impartido, alumnos que mayoritariamente han estado a la altura. Mi reconocimiento para ellos y mi deseo de que en la nueva etapa que comienzan tengan suerte. Hoy, en la defensa del TFG de una muy querida alumna le decía que ojalá su compromiso social demostrado fuera lo común. Porque en las manos de quienes se gradúan durante estos días estaremos en el futuro. Y ojalá no olviden nunca lo que han aprendido durante la carrera. Porque en estos momentos de tanta incertidumbre y de tanta frustración por lo que estamos viviendo, la única esperanza de que esto cambie a mejor son ellos.

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Mi madre me enseñó

Hace apenas un año que despedimos a mi padre. Se fue de forma inesperada. Sin avisar. El pasado sábado nos dejó mi madre después de tres años en que un ictus severo la convirtió en gran dependiente. Ella nos fue dando avisos de su despedida con más tiempo. Su pérdida nos deja huérfanos a mis hermanos y a mí.

Hoy no voy a poder contar muchas cosas sobre mi madre. Pero al igual que hice con mi padre, quiero resaltar lo que mi madre me enseñó. Me gustaría saber cuidar a mis hijos como ella nos cuidó. Con ese amor infinito, sin condiciones, siempre a nuestro lado. Me gustaría saber estar en la vida como ella estuvo, con su sencillez y su capacidad para ayudar siempre, a quien lo necesitara. Me gustaría tener amigos/as como ella los tenía. El día de su funeral fueron muchos los que se acercaron para compartir el cariño que sentían por ella, lo que me emocionó. A algunas de sus amigas yo ni siquiera las conocía, pero se acercaron para decirnos lo importante que había sido para ellas mi madre. Me gustaría tener su honradez, su palabra, su saber estar. Y tantas cosas que es difícil verbalizar, pero que ella y yo sabíamos. Aunque se ha ido, sé que nos acompañará siempre, desde donde esté, junto con mi padre. Fueron ambos muy grandes y los dos supieron darnos una lección de vida.

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Reduccionismo y mentira

Hoy todos los medios se hacen eco de la noticia. En Hungría se ha aprobado una ley que prohíbe hablar de diversidad sexual en las escuelas. Más en concreto, prohíbe hablar de homosexualidad, puesto que en su mente estrecha, homosexualidad y pedofilia es estrictamente lo mismo. Produce bochorno solo decirlo, pero Hungría es Estado de la Unión Europea, y para ser miembro de la misma, todos los Estados se han comprometido a garantizar el respeto de los derechos fundamentales. La dignidad de la persona de un lado y el derecho a recibir una educación que no sea empobrecedora, lo son.

Pero no nos engañemos, hay muchas “Hungrías” repartidas por España. Cuando partidos de extrema derecha demandan introducir el pin parental, están actuando de la misma manera que el gobierno de Orbán. Cuando la vicepresidenta primera del Gobierno paraliza el anteproyecto de ley sobre la identidad de género, realizando declaraciones en las que deja caer que la transexualidad es una elección, también está transitando por un camino peligroso. Cuando se habla del borrado de mujeres o se lanzan consignas varias en este sentido en contra de la autodeterminación de género se sigue una senda de imprevisible resultado.

Y lo mismo pasa con los extranjeros, cuando determinadas autoridades se descuelgan con que la protección internacional no puede ser un coladero, o con la violencia de género, cuando cierto sujeto eclesial la justifica indirectamente por una supuesta infidelidad.

No nos engañemos. En Hungría se habrá aprobado esta ley, y es totalmente contraria a lo que debe ser un Estado social y democrático de derecho. Pero hay sitios en que aunque no se aprueben esas leyes, de fondo circulan la mentira y el reduccionismo. Y ojo que eso es la antesala de lo que puede venir. Así que aunque seamos un Estado en que formalmente se respeten las reglas del juego, ojo con confiarse. La involución a la que estamos asistiendo es muy preocupante. Hay que estar alerta contra el reduccionismo y la mentira.

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Micelio

A nadie se le escapa que las Universidades son entes complejos, integrados por diferentes sectores (estudiantes, profesores, técnicos), cada uno de ellos formados por personas con distintas sensibilidades, con intereses diversos, e incluso con diferentes ideas de lo que es o debería ser su Universidad. Por ello, ya de entrada, reconozco la dificultad de dar respuesta a todas las necesidades que de una u otra manera se puedan generar en su interior.

Pero sin simplificar considero que un buen equipo de gobierno debería actuar como el abono necesario para que se amplificara y desarrollara el tejido que alimenta y sostiene a la institución. A modo de un micelio, en que redes interconectadas trabajaran con una finalidad común. Para poder hacerlo, es obvio, se ha de ser capaz de sumar, a cuantos más mejor. Por eso, es preciso engrasar bien los servicios y aportar en ellos ambientes saludables de respeto mutuo y de reconocimiento del trabajo. Un aspecto fundamental del buen gobierno es el respeto al otro. La capacidad de escucha y de empatía. Puede sonar extraño, pero la motivación y la buena energía es el oxígeno para avanzar en cualquier institución y por supuesto en la Universidad. Si las formas se pierden, si se adoptan comportamientos que distan de lo modélico, la descomposición de ese sustrato interior habrá comenzado. Y todos somos conscientes de que no se reconstruye con tanta facilidad como se es capaz de destruir.

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Otra etapa

Ayer finalizamos las clases de este curso. Ahora quedan exámenes, TFG y TFM, y sus correlativas defensas y muchas otras tareas para terminar este curso y preparar el siguiente. Este curso no ha sido nada fácil. Sin embargo, una vez más creo que hemos podido estar a la altura. Pese a las dificultades hemos podido seguir desempeñando nuestra tarea, con nuevos recursos y nuevos conocimientos en el manejo de aplicaciones que hasta hace un año ni siquiera habíamos imaginado. Ahora emitir por los canales de Youtube a través de zoom es algo muy sencillo. Hemos visto amplificada la posibilidad de transmitir conocimientos más allá de las aulas, y posibilitar a los estudiantes a hacerlo ellos de forma directa. Aquí podéis encontrar algunos ejemplos: https://www.youtube.com/channel/UC0rFAE1_6EA-73dIO4AIcKw, Hemos puesto en marcha iniciativas como el Club de Lectura de la Clínica, que permite interactuar con cualquier persona que quiera leer y comentar el libro propuesto: https://www.facebook.com/groups/783132392601400, Y nos hemos dado cuenta de que solo hace falta tener ganas de hacer para poder hacerlo.

Ayer presentamos los dos Informes que hemos elaborado en la Línea de Migrantes y Derechos: aquí podéis encontrar resumen y enlace a los mismos: https://saladeprensa.usal.es/filessp/Conclusiones_de_los_informes_presentados.pdf. La tarea ha sido titánica, pero estoy tan orgullosa de los ocho estudiantes que lo han hecho posible: Nadia, Lorena, Lucía, Edu, Bea, Dani, Andrea y Darío y de mi compañera Nuria del Álamo, siempre al pie del cañón, que todo el esfuerzo se transforma en satisfacción por el deber cumplido. Me reafirmo en que todo el trabajo que conlleva la Clínica Jurídica de Acción Social está bien empleado. Y por ese camino hay que persistir. Sin dejar atrás la investigación, por supuesto, que es fundamental para una buena formación docente. Ayer recibí la comunicación de mi tercer sexenio, lo que me estimula a seguir con más ganas en esta tarea tan maravillosa de enseñar y aprender de forma constante.

Aquí os dejo enlace al vídeo resumen de las actividades de la Clínica de este curso: https://youtu.be/W0eqwz3KBM0, Seguimos.

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Distopía

El diccionario de la Real Academia de la Lengua española define distopía, en única acepción, como “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Yo me pregunto, en cambio, si esta sociedad distópica es en la que ya nos hemos convertido.

Los medios de comunicación y las redes sociales están contribuyendo, a mi juicio, de forma indubitada a ello. Ayer, en la noche en 24 horas de la televisión pública, dedicaron un buen tiempo a hablar del abrazo de la cooperante de Cruz Roja a una de las personas que había llegado a Ceuta exhausta tras cruzar a nado el tramo que separa Marruecos de España, después de un largo camino hasta llegar a ese punto. Todo giraba en torno a la falta de humanidad de quienes criticaban ese abrazo. Si a estas alturas tenemos que comentar esto es porque hemos perdido por completo la medida de valoración.

También comentaron, a propósito de las cruentas cifras de violencia de género, el discurso “negacionista” de los de siempre. Y ese siempre los coloca en todas las causas que tienen a las personas vulnerables como centro en un estadío privilegiado. Porque siempre se acaba hablando de ellos y de su mensaje, en vez de hablar de lo que realmente importa.

Así que sí, la sociedad distópica es una realidad. Ahora lo que interesa es buscar fórmulas para que la utopía vuelva a tener el espacio que merece. ¿Es posible lograr una inmigración respetuosa con los derechos humanos? Busquemos siempre las propuestas y dejemos atrás las antipropuestas. Son estas las que han ganado espacio por doquier. Son siempre falaces, pero por muy insulsas que sean acaparan los medios. Cada vez  estoy más convencida de que es necesario seguir haciendo la revolución del “sapere aude”. Atreverse a saber, a pensar , a ser. Si Kant levantara la cabeza…

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No es una crisis migratoria, es una crisis política, con la desesperación como rehén

La imagen de una militar consolando a un niño que se abrazaba a ella llorando, impotente ante tanto miedo, que seguro habrá pasado para alcanzar de la manera que sea la costa española, creo que refleja de forma nítida lo que estamos viviendo desde los últimos días y hoy con particular intensidad.

Los medios de comunicación narran lo que sucede sin profundizar, salvo excepciones, en lo que está pasando. Repiten con insistencia las declaraciones de líderes políticos que hablan de invasión y que sin inmutarse criminalizan la desesperación de estas personas. El Ministro del Interior, con voz desencajada, tras el Consejo de Ministros se jacta de haber devuelto a 2700 personas, aplicando el criterio de las denominadas devoluciones en caliente que son contrarias a los derechos humanos. Tanto el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su sentencia de 13 de febrero de 2020, como el Tribunal Constitucional en su sentencia de 19 de noviembre de 2020, han indicado que las expulsiones colectivas o en caliente no están permitidas por la ley y que debe de individualizarse cualquier tipo de medida en este sentido. No se puede decir que hayan utilizado la fuerza ni la violencia para entrar en España. Las imágenes están en todos los medios y hablan por sí solas. Han arriesgado sus vidas, sí, pero no han puesto en peligro a nadie más que a ellos. El Ministro de Interior, reitero, se jacta de haber incumplido la ley. De las 6000 personas que han entrado en Ceuta desde ayer se indica que en torno a 1000 son menores de edad. Los menores de edad no pueden ser expulsados ni devueltos. Hay que identificarlos y ofrecerles protección. Así lo exigen los convenios internacionales y nuestra propia Ley de extranjería en su artículo 35.

Hay que aclarar que no estamos asistiendo a una crisis migratoria. Asistimos a una crisis política con Marruecos, en la que se está instrumentalizando a las personas más vulnerables. Las que esperan cualquier oportunidad para salir de Marruecos y llegar a España. Marruecos como Turquía reciben importantes cantidades para contener en sus fronteras a estas personas para que no lleguen a suelo europeo. Ceuta no sólo marca frontera entre Marruecos y España, sino con la Unión Europea. Las fronteras exteriores de la Unión determinan una política común, aunque no sea siempre la mejor política.

El problema es político, no es una crisis migratoria. Aunque tras este problema político lo que vemos es lo que muchas veces no queremos ver. Pero esa realidad está ahí, miles de personas esperando la oportunidad para llegar a Europa. La solución no puede ser devolverlas y mirar para otro lado, incumpliendo la normativa de protección internacional de los derechos humanos. Habrá que hacer en el seno de la Unión Europea un debate sereno y profundo de lo que la inmigración es y analizarla no como un problema, ni criminalizarla como acostumbran quienes hacen siempre del otro el enemigo. Pasó en 2015 con la denominada crisis de los refugiados, y todo lo que se sacó de ella fue un acuerdo millonario con Turquía para retornar  a ese Estado a quienes llegaban a la Unión huyendo de la guerra de Siria. Recientemente, la Unión Europea trabaja en el que han denominado nuevo Pacto por la inmigración, pero tras él siguen las mismas políticas cortoplacistas y con miopía de enfoque.

Los movimientos migratorios van a ir incrementándose en los próximos años. Ha llegado la hora de proporcionar soluciones desde el compromiso con los derechos humanos y con la agenda 2030. O alcanzamos a darnos cuenta a tiempo de ello, o no prosperaremos.

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Paso firme

El tablero político español dejó de ser estable a partir de la crisis de 2008, con la irrupción de Ciudadanos y Podemos en la política nacional, a la que se sumó Vox, que en las elecciones generales de abril 2019 entra en el Congreso con 24 diputados que se convirtieron en 52 en las elecciones generales de noviembre de ese mismo año. Mientras tanto, PSOE y PP han ido sufriendo altibajos en las sucesivas elecciones, pero con carácter general han resistido, hasta el momento, como los dos principales partidos políticos en España. Se da la circunstancia de que Vox es una escisión del PP, la primera tras la refundación de la derecha española con la llegada de la democracia. En estos momentos, Casado, líder del PP, tiene dificultades para encontrar voz propia, mientras observa cómo un partido de ultraderecha le va comiendo el terreno. Acechado por la corrupción, teme perder el debate ideológico, de ahí que apenas se pronuncie ante las embestidas de Isabel Díaz Ayuso que, aunque en el PP, sus consignas (lo de ideología quizás le quede demasiado grande) parecen estar más alineadas con la ultraderecha que con el partido que la acoge.

La cuestión es que a propósito de las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid, estamos asistiendo con estupor y vergüenza a campañas de xenofobia contra los menores extranjeros no acompañados, a cartas con amenazas de muerte y a debates frustrados que ya han desaparecido al negarse PSOE, Más Madrid y Podemos a participar en ninguno en el que esté la candidata de Vox. No tengo claro en estos momentos cuál sería la mejor estrategia ante Vox. Me temo que van a aprovechar cualquier movimiento para rentabilizarlo en votos. Ojalá me confunda. Cuando comenzó la campaña y se fueron a Vallecas, Abascal ya amenazó con pedirle a su gente que los defendieran, tal cual. Y el clima no ha hecho más que enrarecerse. Hay que tener en cuenta que con partidos que no creen en la democracia es muy difícil encontrar espacios de encuentro. Pero parece que de esto nos estamos dando cuenta tarde. Los medios les han servido de altavoz permanentemente. Y los utilizan de forma hábil. Ninguna propuesta en positivo. Todo es contra la mujer, contra el inmigrante, contra la diversidad… Pero venimos de donde venimos y estamos ante una crisis mucho más profunda que la de 2008. O los partidos que realmente creen en la democracia utilizan mecanismos hábiles para explicar sus programas y neutralizar a Vox, o corremos el riesgo de involucionar a marchas forzadas. Como sociedad tenemos el reto, nada fácil, de recordar de dónde venimos y qué supuso el fascismo para España y para los países de nuestro entorno. Ni los derechos ni las libertades que hemos logrado conquistar a base de mucho esfuerzo durante los últimos años están a salvo. Hay que pelear por ello todos los días y desde todos los frentes. En estos momentos, como sociedad tenemos que ir recopilando las evidencias necesarias que justifiquen, llegado el momento, la necesidad de apartarlo del tablero de juego. Algo que la Ley de Partidos Políticos permite, si bien es cierto, que cuando se elaboró, se pensaba en otro tipo de terrorismo.

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Luz al final del túnel

Hoy quiero ser optimista. Necesito ser optimista. Comenzamos a ver luz al final de este túnel largo. Como no creo que esto que nos está pasando sea una conspiración judeo-masónica, pienso que el poder hacer frente a esta pandemia desde la ciencia es lo mejor que nos ha podido pasar. Cierto que hay muchos flecos, que las patentes deberían haberse revocado y haberse gestionado directamente desde lo público. El lucro debería haberse descartado desde el principio. Y toda la capacidad de producción debería haberse gestionado directamente por los Estados/organismos internacionales. Hubiera sido una ocasión de oro esta para poner coto a las farmacéuticas. Espero que todavía estemos a tiempo, porque lo que tiene que quedar claro es que o toda la población tiene acceso a la vacuna, o el riesgo continuará siendo alto.

Espero también que esta crisis sea un preludio de un cambio en el modelo económico y productivo. Los fondos europeos Next Generation pueden servir de palanca para ello. Ojalá no caigamos en lo conocido y nos limitemos a subvencionar actividades sin orden ni concierto. Los planes deben llevar a una escucha activa de la sociedad civil que conocedora de la realidad como nadie, nos indique las claves que deben inspirar la acción de todos los gobiernos tantos presentes como futuros. En este sentido, la Agenda 2030 constituye una hoja de ruta poderosa para lograr estos objetivos. Es la ocasión idónea para dejar de hacer política espectáculo y profundizar en los problemas reales que tenemos.

Esperemos que la resiliencia nos haga revivir. Renacer.

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