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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Mi padre me enseñó

Hoy hace un mes que te fuiste. Me he puesto más de una vez a escribir, pero no he podido. Hoy tampoco voy a poder escribir demasiado. Están siendo días duros. Todo parece que se ha descolocado. En poco tiempo, de forma inesperada, la vida ha dado un giro de 180 grados. Habrá de pasar tiempo…

De todas las cosas que me enseñaste, en los últimos días me ha tocado poner en práctica algunas de ellas. Siempre admiré tu capacidad de trabajo, tu afán por tener tu labor al día, tu empeño en hacer las cosas bien. Pocos agricultores habrá habido con tanta pasión por el campo. También tu coherencia y lealtad, rigiéndote siempre por unos principios muy tuyos que había que entender pero que traslucían integridad. Estas dos enseñanzas, la capacidad de trabajo, de un lado, y la coherencia y la lealtad, de otro, voy a intentar que se queden conmigo. Responsabilidad y empatía. Con todo ello seguiremos haciendo el camino.

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Queremos saber

La situación que estamos viviendo nos está enseñando muchas cosas. Una de ellas es que sobreabundan las noticias, y hay muy poca información. Un ejemplo claro lo observamos en las ruedas de prensa institucionales sistémicas que se han repetido desde que comenzó el estado de alarma. Esta sobreexposición con la probablemente se quiera dar imagen de transparencia, en realidad ha aportado pocas respuestas. Ha habido más forma que contenido. Y si necesitábamos información cuando se intentaba doblegar la curva, en la que como única respuesta se nos dio el quédate en casa, en la desescalada las cosas se están haciendo de forma muy poco transparente. Los ciudadanos necesitamos saber. Y no tenemos demasiada información. Parece que desde las instituciones al menos se nos debería aportar alguna luz.

En Extremadura, por ejemplo, finalmente ayer se hizo público que se celebrará el Festival de Teatro Clásico de Mérida, con todo lo que ello supone. Al tiempo que hay un vacío acerca de programaciones para el verano para niños, por ahora nada de campamentos, mientras que muchos padres han tenido que dejar ya el teletrabajo, obligados por sus empresas a la reincorporación. Muchos ayuntamientos han dicho que no abrirán sus piscinas. La Junta dice que hay que abrir las piscinas para el turismo que vendrá a Extremadura este verano.

Entiendo que todo es complejo, y gestionarlo es difícil. Pero todo sería más fácil si tuviéramos información. ¿Por qué sí es posible un Festival con presencia de tantas personas y las piscinas no? ¿Por qué terrazas sí y parques no? ¿Tan complicado es conjugar salud y economía? ¿La imaginación y el sentido común están en alguna parte? ¿Y qué hemos aprendido de estos tres meses? ¿De verdad que no es posible mantener el teletrabajo mientras los niños no tengan otro sitio donde estar que en sus casas? Recuerdo cuando algunos decían allá por marzo que de esta crisis íbamos a salir mejores…

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Apurando al máximo: la estrategia del desconcierto en la educación

En marzo y en abril, cuando vivíamos los momentos más duros de la pandemia, ante las críticas voraces que se le hacían al Gobierno de la nación, yo reclamaba templanza y confianza. En junio, cuando estamos a días de terminar el plan de desescalada y entrar en la confusamente denominada “nueva normalidad” considero el momento de poner de relieve algunas contradicciones, al menos aparentes, que percibo en todo lo que estamos viviendo.

Son muchos los aspectos que me desconciertan, pero hoy voy a fijarme solamente en dos. En primer lugar, en el papel que se ha dado a los menores en esta crisis. Y en segundo lugar, en el trato (maltrato) que se le está proporcionando a la educación, a todos los niveles.

Coincidirán conmigo en que los menores prácticamente han estado ausentes del debate. Al principio, se les achacó un importante factor contagiador, que ahora parece que no ha existido. Nadie ha explicado suficientemente este cambio de parecer a qué se ha debido. Luego, bastantes días después de iniciado el confinamiento se les permitió comenzar a salir, racionando en tiempo y compañía estrictamente sus salidas. Hubo un momento, tampoco bien explicado, en que la economía volvió a ser lo preponderante y la desescalada se descompresó. Ahí están las terrazas atestadas de los bares, algunas de ellas en plenos parques que continúan cerrados mientras los niños revolotean alrededor. No sé si habrá alguna explicación para que los parques continúen cerrados, mientras los bares y sus terrazas no. A lo mejor, nos merecemos alguna explicación.

Estos niños vienen además de pasar un tiempo sin estar con sus amigos, haciendo todo en casa, teniendo la escuela en casa, pero no han tenido en todo este duro periodo ningún papel protagónico. Ni siquiera ahora. Ahora parece que todo abunda en el aislamiento durante el verano. No se plantean actividades lúdicas por los ayuntamientos, no hay planes en los colegios, pese a que al principio se habló de ello, por no haber no habrá en muchos casos ni piscinas.

Y luego la educación. Es absolutamente inadmisible cómo se está gestionando por las distintas administraciones este tema. Que no haya plan a estas alturas para el próximo curso, teniendo en cuenta cómo se ha llevado a cabo el segundo cuatrimestre de este curso, ya dice mucho de todo. No se puede decir un día una cosa y al otro la contraria. Si la presencialidad máxima es lo deseable, adóptese con las debidas garantías, pero con un plan B correctamente diseñado desde el principio, porque ahora no puede decirse que un nuevo hipotético confinamiento nos pillará de improviso. Sería preciso hacer encuestas para evaluar la actividad docente del profesorado también en colegios e institutos y que los padres pudiéramos expresar nuestra opinión acerca de cómo los profesores han organizado su docencia. Porque ha sido muy desigual y no debería servir el sálvase quien pueda que han entonado muchos. Si bien la mayoría habrá cumplido con su deber, no todos lo han hecho con el mismo nivel de implicación, y entiendo que la administración educativa debería estar interesada en saberlo.

A nivel universitario, por ejemplo, en la Universidad de Salamanca, durante todo el mes de mayo hemos estado preparando una encuesta para valorar el impacto académico del COVID 19 en Estudiantes, Profesores y Personal de Administración y Servicios. El objetivo conocer debilidades y fortalezas ante un probable escenario que no permita, al menos durante el primer cuatrimestre, la presencialidad. De este estudio se pueden sacar conclusiones que tienen que traducirse en acciones que deberían adoptar los diferentes vicerrectorados para estar mejor preparados. Refuerzo de plataformas virtuales, cursos sobre competencias digitales para profesores, fórmulas de conciliación de trabajo y familia, etc. A nivel universitario se goza de una autonomía que debiera traducirse en responsabilidad. Y a estas alturas ya deberíamos haber empezado a hacer. Porque como nos quedemos a expensas de lo que quieran decirnos las administraciones públicas, vamos listos.

Está claro que la educación no ha sido hasta ahora un argumento de peso político. Los ministros del ramo Celaá y Castells no parecen estar demasiado abrumados por la situación. Pero quienes estamos en el ruedo sabemos que el próximo curso puede ser un despropósito si no se asume con responsabilidad y autonomía su organización. Veremos.

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El falso dilema

Recuerdo que, al principio de todo, allá por marzo, a punto de que se declarara el estado de alarma, muchos nos llevamos las manos a la cabeza por que se suspendieran las actividades lectivas presenciales en la Universidad. El efecto contagio que se había producido en otros países antes y la situación de alarma generalizada llevó a esta situación. Y con ella, la suspensión de actividad presencial en todos los centros educativos. Esto ha supuesto un coste muy alto para todos, comenzando por los estudiantes que han hecho un esfuerzo ingente para adaptarse a la nueva situación, pero también para el profesorado que como hemos podido hemos intentado seguir al pie del cañón para acompañar a nuestros estudiantes en su proceso de aprendizaje. No hablamos del coste económico que en principio en esta situación debería desempeñar un papel secundario.

Hasta ahí, todo entendible, justificable, sostenible. Lo difícil viene ahora. Porque en una situación imprevista, en la que hay que reaccionar de manera inmediata, los errores se pueden perdonar. Pero a meses vista, con una situación de incertidumbre manifiesta, es necesario poner toda la imaginación en marcha para idear propuestas sostenibles. Ahora parece que los centros educativos están cerrados a la fuerza, y si no se abren es que hay una confabulación manifiesta contra la docencia presencial. Los hay que, reconvertidos, abogan por criterios económicos para retomar la actividad presencial, achacando a criterios mercantilistas el plan anonimizado de querer terminar con la actividad presencial, al menos en las Universidades. Curiosamente son los mismos que abogaron por el cierre de las universidades cuando había una amenaza para la salud pública. Todo esto denota la tensión tan tremenda que estamos viviendo.

A mi juicio, si algo ha fallado en la gestión de toda esta crisis es la transparencia. Se ha considerado que una sobreexposición informativa equivalía a transparencia. Pero no ha sido así. La contradicción aparente de abrir terrazas, locales nocturnos de ocio, hoteles, etc., y en cambio dejar cerradas las Universidades está generando un desconcierto que va en aumento. No se explica bien por qué estos lugares sí pueden abrir y en cambio las universidades y colegios no. Quizás en el Real Decreto de la nueva normalidad (odio este término) que se aprobará mañana se den las pistas para entender. Y más vale que así sea, porque si no, seguiremos enfrentados en el falso dilema de la presencialidad. Falso porque no creo que lo único que vayamos a sacar de todo lo que estamos viviendo sea que se pueda prescindir de la Universidad presencial. ¿Alguien en su sano juicio se lo puede plantear, siquiera?

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Balance de gestión

En enero de 2018 Izaskun Álvarez me llamó para formar parte de su equipo. En esos momentos estaba preparando mis ejercicios para la titularidad y rechacé su oferta. Me llamó tiempo después para ofrecerme el puesto de dirección académica de la Unidad de Evaluación de la Calidad. Aunque lo pensé mucho, porque en esos momentos no estaba entre mis prioridades dedicarme a la gestión, finalmente acepté el reto. Y reconozco que estoy muy satisfecha de haberlo aceptado. Han sido dos años intensos, de mucho trabajo, pero también de muchos proyectos, que ahora estaban comenzando a dar sus frutos. Todo se ha interrumpido de repente. Ha sido un frenazo en seco que no entiendo, y que, en consecuencia, no voy a entrar a valorar. Pero era lógico que si la persona con la que he estado trabajando estos dos años cesaba, yo tenía que irme, porque la que venga tendrá que conformar sus equipos y yo ya no iba a estar donde quisieron que estuviera. Para digerir esto habrá de pasar tiempo. Siento pena y rabia por no haber podido terminar lo que empezamos, pero ayer, preparando el balance de mi gestión al frente de la Unidad, me di cuenta de que hay más en el haber que en el debe, y me voy con la satisfacción del deber cumplido.

La Unidad de Evaluación de la Calidad es uno de los servicios clave en la Universidad. Tenemos la suerte de que en él trabajen técnicos de unas cualidades y capacidades muy por encima de la media. Se trata, por otro lado, de un servicio infradotado. Me propuse (nos propusimos) incrementar el personal, y esta es una de las cuestiones que figura en el debe. Desde Gerencia no han atendido a mis reclamos. Pero lo he dejado por escrito e insistiré todas las veces que sea necesario. Para poder realizar todo el trabajo se necesitarían al menos  dos técnicos más.

Hay otras dos cuestiones que me propuse y que no he podido culminar, pese a que están iniciadas. De un lado, mejorar la eficacia administrativa del procedimiento del Programa Docentia, para lo que hemos firmado un acuerdo con la Universidad de Córdoba por el que nos ceden el uso del software que ellos utilizan que va a aportar transparencia y una mayor celeridad al Programa. En esta cuestión confío en que los Servicios informáticos continúen ayudando. Y, de otro lado, la culminación de la acreditación institucional de la Facultad de Farmacia en el Programa Elenchos. Estamos a la espera de que se reúna la Comisión de ACSUCYL y espero que el resultado sea positivo. Ha sido un trabajo muy intenso el que se ha realizado en Farmacia y también en la Unidad. Y entre nuestros proyectos también estaba ir exportando este trabajo realizado a otros centros.

En el haber está la nueva web de la Unidad que realizamos nada más llegar al cargo, en julio de 2018, gracias a la ayuda del Servicio de Producción e Innovación digital y especialmente a Gimeno, o la implantación del SGIC en los centros adscritos de la Universidad de Salamanca. En encuestas también hemos dado pasos significativos. Como superar el papel, haciendo todas las encuestas de forma telemática; introducir el apartado de Mis Encuestas en Studium para promover una mayor participación del alumnado en las encuestas; la incorporación al sistema institucional de la encuesta de inserción profesional en Grados y Máster en colaboración con el SIPPE, también en Doctorado, esta última directamente elaborada por la Unidad; la encuesta de satisfacción del PAS con la gestión de los títulos. Y en mayo habíamos trabajado y culminado la encuesta de impacto académico del COVID-19 en PDI, Estudiantes y PAS. Confío en que pueda hacerse durante el mes de julio. Agradezco públicamente la ayuda para configurarlas a  Estrella Montes, profesora de Sociología de la USAL.

También hemos puesto en marcha el Observatorio de Buenas Prácticas y Mejora Continua de la USAL, con unas primeras jornadas que se celebraron en noviembre de 2019. Las segundas estaban previstas para noviembre de este año. Con ya un buen número de propuestas que nos habían ido llegando en estos días y que están pendientes de evaluar.

Y en calidad en servicios hemos obtenido el sello de calidad CAF para el servicio de idiomas. Y se ha seguido trabajando con otros servicios, a distintos niveles, para desarrollar o implantar sistemas de calidad.

Los resultados en los ránkings también habían empezado a despuntar tímidamente, gracias al trabajo colaborativo llevado a cabo desde diferentes servicios y coordinados desde el Observatorio de la Calidad y el Rendimiento académico por su muñidor, Felipe Lorenzo.

Y, en fin, un buen número de acciones, de reuniones y de trabajo que me ha ocupado este tiempo, sin dejar de trabajar un solo día, ni durante el confinamiento. Pero al igual que hay que saber estar, hay que saber irse. Reconozco que lo que más me cuesta es dejar de trabajar con Felipe, María José, Eloy, Puerto, Lucía, Nicolás y Carmen. Y no volver a coincidir con Sandra, que espero que regrese en septiembre. La verdad es que ha sido una experiencia enriquecedora, en la que he aprendido mucho y de la que me llevo lo mejor.

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