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Blog de Antonia Durán Ayago
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¿Para qué sirve enseñar?

En este mundo nuestro de lo inmediato y de las opiniones compartidas, he leído en los últimos días varios razonamientos sobre la enseñanza universitaria que me han llamado la atención. Algunos sosteniendo que los docentes (o más bien, el sistema nacido a raíz de Bolonia) engañamos a los estudiantes; otros, manteniendo que prohibirían el uso de todo dispositivo electrónico en las clases para evitar la desconcentración o la dispersión. Seguramente quienes estas reflexiones han vertido tienen razones internas propias para mantener lo que sostienen. Sin embargo, me parecen opiniones poco sólidas que denotan, o al menos a mí así me lo parece, poca autorreflexión acerca del proceso docente, y ello, fundamentalmente, porque obvian al discente.

Partiendo de que considero que la docencia vocacional es un regalo, todo lo que voy a decir se sostiene en este apriorismo. El disfrute que supone poder enseñar a quien quiere aprender. Descartemos ya de entrada a quienes asisten a clase sin ese interés, que, por supuesto, los hay. Centrémonos en quienes vienen a clase buscando conocimientos. El porcentaje será variable. Pero no caigamos en el pesimismo. Si nos ponemos en lo peor, aun con eso, bastaría que uno de los que asisten comprendieran y disfrutaran del aprendizaje para justificar plenamente el esfuerzo.

Y ya presuponiendo que tenemos a al menos un alumno dispuesto a aprender, lo demás recae sobre el profesor/a. Es decir, el esfuerzo lo tiene que hacer el docente. Buscar las mejores metodologías, aunque pasen, a veces, por explorar fórmulas novedosas como un kahoot, sin que tengamos que rasgarnos las vestiduras. Porque al mismo nivel podemos exigirles leer la última sentencia relacionada con el tema que estamos estudiando y pedirles su análisis, o incluso lanzar la posibilidad de investigar y exponer al final del curso los resultados.

Lo que está claro es que para ser un buen docente se necesita trabajo y esfuerzo y respetar por encima de todas las cosas a los alumnos. Y comprender que es más importante el camino que se sigue a lo largo del curso, que solo el resultado final. Y con esto lo que quiero decir es que a veces, es más importante que el alumno comprenda lo que se va tratando en clase, que memorizar sin digerir tropecientos conceptos. Cuando se estudia hay buena parte de memorización, pero esto se terminará antes o después olvidando. Si lo que se memoriza se ha comprendido (aprendido), perdurará.

Por eso, es bueno también admitir, a veces, que no hay respuestas cerradas. Sobre todo en el mundo del Derecho, y que la capacidad de razonamiento es un valor poco trabajado, con carácter general, y muy necesario.

Así que a todos aquellos que se entretienen en denostar el sistema y hacer vaticinios agoreros, que comiencen por realizar un ejercicio de honestidad y se planteen cuánto se han esforzado últimamente por transmitir de la mejor manera lo que saben.

Duran Ayago Antonia

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