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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

En este verano raro

Nada ha sido normal. Tampoco lo serán los días que están por venir. Pero habrá que volver a reinventarse y poner energía y ganas de hacer bien la tarea que tenemos por delante, que va a ser mayúscula.

Este verano he aprovechado el convenio que ha firmado la Universidad de Salamanca con el diario The Conversation para escribir algunos artículos sobre los temas en que he trabajado últimamente. Ha sido una experiencia interesante, que me ha servido para comprobar en primera persona cómo funcionan las redes sociales. El conocimiento, en líneas generales, no se valora. Es la opinión la que marca tendencia. Así es difícil avanzar, pese a lo cual, reivindico la necesidad de llevar los conocimientos a la sociedad, y seguiré utilizando este magnífico espacio para seguir interactuando. Se avecinan tiempos difíciles en los que la intransigencia pretenderá ir ganando terreno. Ante ello tendremos que posicionarnos firmes.

También he comenzado a preparar el curso on line Derecho internacional de familia: cuestiones actuales y desafíos pendientes que recomiendo vivamente y en el que tengo la suerte de compartir espacio docente con compañeros de la talla de Javier Carrascoca, Carmen González y Andrés Rodríguez Benot. Será una oportunidad magnífica para interactuar con quienes se matriculen en las cuestiones que en estos momentos están presentes en el escenario práctico jurídico.

Muchas ganas de comenzar el curso de Derecho internacional privado, que espero que se pueda impartir de la manera menos gravosa para los estudiantes. Ganas de retomar la actividad de la Clínica Jurídica de Acción Social y ganas de recuperar cierta normalidad para poder escribir y desarrollar ideas en las que este verano no he podido avanzar demasiado.

Así que me voy despidiendo del verano, esperando que los días que llegan todos sepamos gestionarlos con acierto.

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COVID-19 y Estado de las autonomías

Ayer, finalmente, el Estado y las Comunidades Autónomas adoptaron medidas comunes para frenar o mitigar la segunda oleada de contagios. Me pregunto por qué no siguieron trabajando juntas desde que se comenzó a implementar la denominada nueva normalidad, a finales de junio. Durante los meses de confinamiento, el Estado se sirvió del estado de alarma para poder llevarlo a cabo y asumir el mando único en Sanidad. Algunas Comunidades cuestionaron este hecho y demandaron tener competencias plenas para la gestión de la pandemia. España es un Estado complejo administrativa y políticamente hablando. Las competencias en Sanidad son de las Comunidades Autónomas, pero en una emergencia sanitaria como la que estamos viviendo el Estado debería ejercer, como lo hizo ayer, una labor de coordinación con mayor intensidad para no derivar en el caos. Que es en el que hemos estado durante mes y medio, tiempo muy importante, para controlar la propagación del virus, según indican todos los expertos. No tiene sentido que cada Comunidad haga la guerra por su lado. Que una diga que es necesario el uso obligatorio de mascarillas y otra se lo cuestione hasta pasar semanas sin exigirlo, como ha hecho Madrid. Que una diga que es necesario prohibir fumar en las calles y otras digan que necesitan informes técnicos, como Andalucía o Extremadura hasta anteayer. Que una aplique un sistema de rastreo intenso como Aragón y que otra deje pasar los días con apenas 400 rastreadores, cuando se aconsejaban, por ratio de población, más de 1000, como Madrid.

A todo esto se une la desinformación que estamos viviendo. Muchas ruedas de prensa, pero al final, resulta que en el extranjero se sabía antes que aquí que ya estábamos sufriendo la segunda oleada. Sí, ya sé, el turismo, lo económico que ha marcado el ritmo del verano. Una pena todo. Una pena que no hayamos aprendido nada de la dureza de lo que hemos vivido.

En marzo no teníamos experiencia, ahora no tenemos perdón. Los sanitarios están agotados. Habrá que ver cómo cada Comunidad ha gestionado el refuerzo de sus plantillas, y contar con EPIs suficientes. ¿Nos volverá a pasar lo mismo que en abril? No soy optimista. No puedo serlo con lo que estamos viviendo. Todo se asemeja a lo que vivimos la vez pasada. Simón negando la importancia de los datos, para que al día siguiente se reconozca la gravedad, de ahí a volver a una situación difícil de limitación de movimientos y de actividad hay un paso.

Y la educación. En mayo ya muchos decíamos que había que prepararse para lo peor por si la presencialidad no era posible. Pues bien, ahí están los datos. En junio todos apostaron por la presencialidad. En la Universidad, el escenario de la presencialidad segura se vendía como la panacea, como si hubiera alguien que no la deseara. Primó el componente económico, sobre el sanitario. Ojalá en estos meses todo cambie y el virus desaparezca por arte de magia como algunos responsables decían que pasaría, asegurando que era un virus estacional. Pero si no es así, habrá que exigir responsabilidades cuando se apuesta por el riesgo antes que por la salud. Los planes de contingencia deberían ser muy explícitos para todas las etapas educativas. El Estado y las Comunidades Autónomas deberían estar ya trabajando para aportar seguridad, y hacerlo de forma coordinada, porque tampoco cuesta tanto. El curso comienza en menos de un mes en la educación básica. No es para estar de vacaciones. Y ojo, aquí no vale lavarse las manos dejando libertad a los centros. Aquí son necesarias pautas que vengan aconsejadas por los expertos médicos, que no sé en qué momento se les está dando audiencia y, por otro lado, con los profesores. Porque en este escenario complejo o nos ponemos todo a una a luchar contra esto o será el caos.

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