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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Zona de confort

Podríamos definir la zona de confort como el espacio en que nos sentimos seguros, que controlamos sin demasiado esfuerzo, donde todo transcurre según lo previsto, en donde la inercia va marcando el rumbo de nuestro destino. La zona de confort es, en definitiva, un lugar donde siempre en algún momento de nuestra vida hemos deseado estar.

Cuando se habla de salir de nuestra zona de confort se alude a romper la monotonía, a atreverse a conocer experiencias nuevas, a reinventarse si es preciso para ver la vida con fuerzas renovadas y a encarar al destino con ganas y resolución, sin demasiados miedos, con la frente alta, haciendo acopio de fuerzas para superarse a uno mismo.

Creo que sería bueno que intentáramos a lo largo de cada año de nuestras vidas, salir, aunque sea un poco, de esa zona de confort que nos hemos construido, llevando a cabo alguna acción o comportamiento que nos hiciera crecer interiormente.

Como se aproxima el comienzo de un nuevo año en mi vida, hoy he decidido salir de mi zona de confort escribiendo poesía. En realidad, supone volver a mi pasado porque hubo un tiempo que era eso lo que escribía. Dedicada a todos vosotros que me leéis:

 

Construyamos la utopía.

Pensemos que se puede.

Cambiar inercias que destruyen.

Buscar anhelos nuevos o renovados.

Saquémosle el jugo a la vida.

Ahora. No procrastinemos.

Ya llegarán los que quieran frenarnos.

No les dejemos. Avancemos.

El horizonte no está lejos.

Las metas son asumibles.

Pero tengamos metas.

Que no nos pueda el miedo.

Atrevámonos a soñar.

Desterremos la apatía de nuestras vidas.

Tomemos conciencia de quiénes somos.

Avancemos. Construyamos juntos la utopía.

Pensemos que se puede.

Hagamos que se pueda.

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Buscando al PSOE

Cronistas habrá más versados que escriban sobre si lo que sucedió ayer supone o no un revulsivo para el PSOE. Desde mi humilde opinión, o Sánchez se rodea de un equipo sólido y solvente de colaboradores que le aconsejen con precisión los pasos a dar, o el PSOE está destinado a ser un partido irrelevante. No tengo ninguna confianza en Pedro Sánchez. En su anterior etapa brilló por una falta absoluta de criterio. Recuérdese el pacto con Ciudadanos sin que hasta el momento haya explicado mínimamente qué pretendía con él. Quizás, en su defensa, podría argumentarse que estaba sometido a los barones que son los que de alguna manera lo habían colocado en el cargo (eso dicen las crónicas que desentrañan las tripas de este partido), pero si así fuera serían excusas de mal perdedor. Pues no otra cosa denotaría sino la falta de criterio.

De lo que no cabe ninguna duda es que el plan orquestado por los denominados barones para derrocarlo, se ha convertido en su principal baza para sobrevivir. Seguramente muchos militantes bienintencionados han querido ver en él una forma de castigar esa jugada, pero lo cierto es que el mal que aqueja al partido no lo va eliminar Pedro Sánchez. La crisis existencial por la que atraviesa este partido requiere de una conferencia política muy seria en que se traten temas que interesan a los ciudadanos y sobre los que el PSOE en los últimos años ha pasado de puntillas. Y debe ser valiente para afrontar su renovación, pero Sánchez debe elegir bien quiénes van a ser sus acompañantes en esta tarea hercúlea. El que esté muy próximo a él Pérez Tapias ofrece cierta tranquilidad. Pero no toda. El pésimo equipo que lo acompañó en su anterior singladura no da pie a demasiada confianza.

Pero llegados a este punto mi duda es si realmente están en juego dos ideas de lo que debe ser el socialismo hoy en día, o simplemente lo que ha habido es una contienda de egos, sin fondo alguno. Susana Díaz demandando un PSOE reconocible y Pedro Sánchez abogando por un partido con coherencia. Tengo la sensación de que el giro a la izquierda que al menos de cara a la galería Pedro Sánchez pretende dar al PSOE no convence a buena parte de los dirigentes territoriales. La cuestión es saber qué demanda el electorado del PSOE. La imagen de marca del PSOE se ha visto devaluada hasta tal extremo que o logran construir un relato coherente, con empatía hacia los problemas sociales, y que se diferencie de Podemos, o la cosa pinta mal. Ni Sánchez ni Díaz me parecen la solución del PSOE. Lo dije hace tiempo. Lo que necesita el partido es una ejecutiva de cabezas bien amuebladas que sean capaces de sacarlo del ostracismo. En conclusión, creo que no hay que poner la vista en Pedro Sánchez, pues dista mucho de ser el mejor líder, la clave estará en el equipo que pueda o sepa conformar. Si siguen primando las cuotas territoriales en vez de las personas para configurar una ejecutiva sólida, se seguirá agonizando. Veremos a ver qué pasa.

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Disidencia y desobediencia civil

Decía Huxley, en “Un mundo feliz”, que cuando un individuo piensa, la sociedad se tambalea. Y yo añado que cuando muchos lo hacen, la sociedad avanza. Cuestionar el status quo no sólo no es malo sino que es necesario. Vivimos en una democracia representativa en que es el poder legislativo quien tiene atribuida la potestad para hacer leyes. Los ciudadanos estamos obligados a cumplir sus mandatos, a respetarlas. Pero si entendemos que una ley es injusta, que va contra los derechos humanos, en definitiva, que no es legítima, contamos con un instrumento poderoso que es la desobediencia civil. Les invito a leer el artículo de Javier de Lucas “Desobediencia civil y ciudadanía“. En él se plasma de forma magistral esta idea. Una verdadera democracia exige ciudadanos críticos que estén atentos ante las injusticias y que se atrevan a protestar, por más que se elaboren leyes orientadas a cercenar también este derecho. La desobediencia civil debe ser consciente, pública, pacífica y no violenta. Su objetivo es poner de manifiesto al legislador su error al legislar de una determinada manera, pero se hace dentro del contexto democrático. En realidad, como sostiene Habermas, se trata de una válvula de seguridad del sistema político por servir de cauce para manifestar el disenso ante políticas que se perciben como opresoras o restrictivas de derechos. Otra cosa es que nos movamos en contextos no democráticos en donde aflora entonces el derecho de resistencia.

La desobediencia civil no es sólo legítima sino necesaria. Si no hubiéramos tenido este mecanismo para protestar, por ejemplo, contra los desahucios suicidas provocados por una ley hipotecaria y de enjuiciamiento civil pensada para el más fuerte económicamente qué hubiera pasado. Probablemente que no se hubiera visibilizado el drama humano y el contexto jurídico (poder judicial, legislativo y a la fuerza el ejecutivo) no se hubiera movilizado para atender la necesidad de cambio en estas leyes.

La protesta organizada, con argumentos basados en la defensa de los derechos humanos, como motor de cambio del establishment, no sólo es necesaria sino legítima. Una sociedad que se levanta contra la injusticia es una sociedad viva, con conciencia de ciudadanía cívica, en que la ética está presente. Para que eso suceda necesitamos una sociedad culta, sabedora de su fuerza y de sus derechos. Y ojo con la deriva que están tomando muchas leyes en los últimos años, cercenadoras de derechos fundamentales. Y ojo también con callarse. Si no nos rebelamos ante las injusticias la injusticia se convertirá en derecho del más fuerte y entonces la democracia habrá comenzado a desintegrarse.

 

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Más Europa, más Unión

Hoy, ya lo saben, celebramos el día de la Unión Europea. En realidad, celebramos que este mismo día en 1950, Jean Monnet y Robert Schuman concibieron que la mejor forma de conjurar la barbarie de las guerras que habían asolado a Europa era la unión en torno a un proyecto común, que si bien en un principio giró en torno a lo económico, dado que era preciso reconstruir todo lo derruido, hoy en día ha superado esa premisa originaria, aunque sólo sea porque ya no hablamos sólo de economía, sino también de Derecho y de derechos.

Pero hoy los sentimientos son contrapuestos. Por un lado, soy consciente de que la UE nos ha aportado un periodo de estabilidad, de paz, de bienestar como nunca antes hubo en el continente europeo. Pero por otro, el hecho de que se esté gestionando tan mal la política de inmigración de la Unión, dejando visibles las contradicciones y las miserias de esta Europa nuestra, me lleva al pesimismo.

Los medios de comunicación, volátiles donde los haya, ya no hablan de las muertes diarias que se producen en el mediterráneo. Pero estas muertes siguen existiendo. Ahora han puesto el foco en las elecciones estatales, poniendo en cada una de ellas poco menos que la pervivencia de la Unión. Las últimas, las elecciones francesas. Antes las holandesas. Vendrán después las alemanas. Y así iremos postergando el verdadero debate. ¿Para cuándo una revisión real de lo que la Unión es y lo que queremos que sea? El Libro Blanco presentado en marzo no es más que un escaparate de cara a la galería, pero si se lee pronto se descubre que no afronta ninguno de los dos problemas reales que tiene planteados en estos momentos la UE: el Brexit y cómo gestionar desde la solidaridad y la humanidad la crisis humanitaria que se está viviendo en el mediterráneo.

Hoy es un día de celebración. Y está bien que nos reivindiquemos en lo que somos; pero no estaría de más que también nos empezáramos a plantear seriamente si es esto lo que queremos seguir siendo, o queremos ponernos a la vanguardia, hacer de contrapeso a la hegemonía norteamericana y aportar un poco de historia de la democracia en el contexto global, para contribuir también a reivindicar el peso de la ciudadanía, concepto este que como ya apunté en el anterior post, debe ser objeto de una profunda revisión.

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Ciudadanía inclusiva

En el Máster en Estudios de la Unión Europea (USAL) me corresponde explicar la nada fácil política de inmigración de la Unión Europea. Hace ya un par de cursos que me gusta empezar el análisis de este tema con un documento elaborado por el Comité Económico y Social Europeo que lleva por título  «Una ciudadanía más inclusiva abierta a los inmigrantes» que debería ser un texto de obligada lectura para todos los líderes europeos.

No tengo ninguna duda de que en este documento se esconde la clave para que la Unión Europea se consolide o por el contrario desparezca. Tuvimos la suerte de escuchar ayer a Javier de Lucas que se manifestaba en el mismo sentido que este documento. O la Unión Europea avanza en la consolidación y respeto de la legalidad o estamos perdidos. Y esa legalidad se construye sobre la base de sociedades democráticas plurales, que deben ser sociedades inclusivas en las que el concepto de ciudadanía comience a trascender del concepto de nacionalidad. El otro, el inmigrante, que vive con nosotros, es parte de nosotros. La diferencia no debe ser excluyente, sino enriquecedora. La sociedad del siglo XXI es plural y la única manera de dar visibilidad real a esa sociedad es dotarla de derechos, derechos que no pivoten en torno a la nacionalidad (nosotros y ellos), sino en torno al concepto de ciudadanía (todos). Los populismos que asolan Europa se están construyendo sobre una idea de democracia agotada. Francia no es sólo de los franceses. Ni España sólo de los españoles. Hay que traducir en política la realidad, y la realidad pasa porque hemos construido sociedades plurales, diversas, en donde es preciso integrar el elemento diferenciador para convertirlo en una oportunidad. La Unión Europea se asentará en el desarrollo de esa idea de democracia inclusiva o no será. Tomemos buena cuenta del Brexit. No es algo que haya surgido de la noche a la mañana. Si hoy estamos donde estamos es porque no hemos sabido dar respuesta aún a la demanda de ciudadanía inclusiva que existe.

En este sentido, me permito recomendarles la lectura de un breve artículo que escribí hace un par de años “Ciudadanía democrática vs. identidad nacional: los derechos políticos de los extranjeros en España“. Sin duda, éste es el camino.

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