Dejo para otro post unas reflexiones sobre lo que significa ser profesor universitario hoy, en el actual contexto tanto económico como evaluador en el que nos hallamos sumidos.
Pero hoy quiero compartir con ustedes algunas ideas que me sugiere el Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo.
Antes de llegar a él, tengo por fuerza que detenerme en las declaraciones del Sr. Ministro de Educación, verdaderas perlas, sobre su diágnostico sobre el sistema universitario español. En su opinión y basado en datos que contrastadamente no son ciertos, hay en la Universidad española un 30 % de abandono, lo que supone un gasto de 3000 millones de euros para las arcas públicas. Según la Conferencia de Rectores, la tasa de abandono es del 12 % y el 18 % restante corresponde a traslados de expedientes. Además, señala que el paro entre titulados universitarios es del 21 %, como si por tener un título estuvieran en paro y no por las circunstancias económicas que tan mal están sabiendo gestionar. No dice que entre los no titulados el paro aumenta al doble.
Luego se descuelga afirmando que en España hay demasiadas Universidades, 79, entre las que se incluyen 28 privadas cuya financiación, me parece a mí, que no depende del Estado. En España tenemos una Universidad por cada 500.000 habitante; en Reino Unido, por ejemplo, una por cada 253.000 habitantes. Y respecto a que ninguna Universidad española está en el ránking de las más prestigiosas, vuelve a equivocarse. La Conferencia de Rectores ha informado que España es la novena potencia científica mundial y la octava en publicaciones por habitante con resultados similares a Japón, y además, si se relaciona la producción científica por habitante con el porcentaje de gasto en I+D, resulta que España es uno de los cuatro sistemas más eficientes del mundo.
En conclusión, con un diagnóstico equivocado, las soluciones no pueden sino estar equivocadas. Y en este momento vamos al Real Decreto-Ley que, aparte de permitir una subida de las tasas académicas y reajustar (disminuir) las becas universitarias, carga contra el profesorado imponiendo a aquel que no cuente con un sexenio de investigación vivo la carga de impartir 32 créditos ECTS sobre los 24 anteriores a la reforma, lo que obliga al profesor a dedicar únicamente a la docencia 422 horas por curso académico, olvidando que el profesor también tiene que investigar no sólo para publicar sino para que sus clases tengan mayor calidad y que con esta carga docente muy difícilmente podrá hacerlo. De esta manera se aboca a una parte del profesorado únicamente a la docencia, sin permitirle que avance en su carrera investigadora, sin haber tenido posibilidad de elegir este camino. Lo que a la postre supone convertir un premio que hasta ahora era un sexenio (complemento salarial con repercusiones en la carrera científica) en una necesidad y el problema es que en la concesión de sexenios también puede haber intereses de todo tipo más allá de los puramente científicos. Todo esto, claro está, no va a redundar en beneficio de la Universidad española, antes al contrario.
Contra la Universidad
Cazando elefantes…
Me van a permitir que en este espacio hoy, como otros días, me desahoge compartiendo con ustedes las impresiones que me han suscitado los últimos acontecimientos. Ya saben la opinión que me merece nuestro país, que se me ratifica todos los días, con la procesión de datos y hechos. La seriedad no se encuentra entre las virtudes de España. El hecho de que el Jefe del Estado se descuelgue, en la época en la que estamos, cazando elefantes en África, parece ser que no es dato que deba preocupar, pues pertenece a la esfera privada del monarca. Evidentemente no comparto esta opinión. No parece muy consecuente la expresión del Rey hace unos días afirmando que el paro juvenil le quitaba el sueño y luego permitirse el lujo de participar en safaris de alto standing, más allá de las connotaciones que respecto a la protección de los animales, este dato tiene. Seguramente, esto lo ha venido haciendo el Rey desde hace mucho tiempo, y los españoles sufragándolo. La Casa Real puede esforzarse en intentar verter una idea de austeridad, y así lo hacía la semana pasada afirmando que iba a recortar hasta 170000 euros de su presupuesto y que se planteaba la bajada de sueldo del Rey. Ustedes juzguen por sí mismos si es de recibo en este momento tener lo que tenemos.
Porque esto coincide con la noticia de la necesidad de recortar 3000 millones de euros en educación y la noticia del Sr. Wert, Ministro a la sazón del ramo, realizando afirmaciones de todo punto inconsistentes sobre la situación de la Universidad española y la necesidad de constituir una comisión de sabios para afrontar su reforma. Es curioso que siempre se vaya sobre lo mismo. Hay tal miopía en los políticos españoles que no se ve que la educación a todos los niveles es absolutamente necesaria. Con todos los cambios que se están haciendo y que pretenden hacerse, sin partir siquiera de un diagnóstico adecuado, ¿dónde llegaremos? Me preocupa el estado en que vamos a dejar a España para nuestros hijos. Si les quitamos la educación le quitamos el bien más preciado, la herencia que antes tenían todos con independencia de su renta; la única posibilidad para superarse y avanzar. Parece que volvemos a la época en que la educación, particularmente la universitaria, era sólo para unos pocos, los que podían costeársela, y eso, estarán conmigo, que no es de recibo.
El miedo como estrategia
No me negarán que parece apreciarse esta máxima detrás de todas las políticas denominadas de ajuste que se están aprobando en nuestro país en los últimos días. El fantasma del rescate y de que cualquier recorte realizado desde España es mejor que el que puedan realizar instancias ajenas, ronda sobre nuestras cabezas. El Gobierno, descoordinado y quizás desconcertado, se afana en dar mensajes, en muchos casos contradictorios, al que se superpone el que traslada el Presidente, “sé lo que hay que hacer”, que por su prepotencia no se sabe si es mejor que lo sepa o no. El caso es que todo parece estar manga por hombro y entretanto la prima de riesgo por las nubes. Y allí están nuestros políticos, tanto los cercanos como los europeos, que parecen no darse cuenta que con sus políticas están llevando la situación al colapso. No se aprecian políticas para reactivar la economía; todas van hacia los ajustes o recortes y así el sistema que tanto ha costado construir está en la cuerda floja, abocado parece a su final.
Todo lo que parecía que nos podía salvar de esta crisis: reactivar la inversión en investigación, apostar por las energías renovables, avanzar en el estado del bienestar, fortalecer nuestras industrias, ha quedado en la estacada. No se ha hecho nada para intentar reactivar la economía. Sólo se pretende atajar el déficit, sin darse cuenta que esto es la pescadilla que se muerde la cola, pues mientras menos se crezca y menos riqueza se genere más aumentará el déficit y más se necesitará ir recortando. El problema es hasta cuándo vamos a permitir que pase en España lo que Europa ha dejado que pase en Grecia. Quizás habría que revisar las políticas de estabilidad y dar un mayor margen para ajustar nuestras economías; de lo contrario, estamos en la senda equivocada y que nos lleva a un final incierto.
Responsabilidad
Ser responsable conlleva asumir las decisiones que uno toma. Sopesar los pros y los contras que esa decisión pueda traer aparejados; ponerse en el lugar del otro; reconocer cuando uno se equivoca y, en definitiva, responder cuando uno es cuestionado.
Considero que ser responsable, hace a una persona más sólida y más creíble frente a los demás.
Sin embargo, no encontramos muchos ejemplos de responsabilidad en los medios de comunicación, que son los que llegan a todos de forma indiscriminada y que de alguna manera, también contribuyen a crear comportamientos.
Si nos centramos en la política, podemos observar que esos que a veces se denominan “responsables” políticos, lo son todo, menos responsables. Los casos de corrupción que diariamente laceran la democracia, son sólo la punta del iceberg. La falta de responsabilidad, el no asumir las decisiones que uno toma, es algo muy extendido entre nuestros responsables políticos. Quizás por eso, ese desapego de la ciudadanía hacia los políticos. Porque responsable también es el que dice lo que va a hacer y lo hace. Y nuestra historia reciente está llena de políticos que prometen lo que saben que no van a hacer para obtener votos y cuando llegan al poder se olvidan de lo prometido. Los programas electorales son brindis al sol, sin repercusión jurídica, cuando realmente debieran ser obligaciones asumidas por un partido que debieran poder ser reclamadas si se incumplen. Si no, el juego se convierte en un arma de doble filo: yo te digo lo que quieres oír; tú te lo crees y me votas; yo gobierno y hago lo que creo que debo hacer aunque no sea lo que prometí que iba a hacer.
Estarán conmigo que esto no tiene nada de responsabilidad. Y si no hay responsabilidad en los actos, lo demás sobra.
Estos días, en los que se acaban de presentar los presupuestos, los principales líderes políticos se afanan en parecer responsables, diciendo que estas duras medidas que se nos exigen son necesarias y son las que hay que tomar para sacar a España de la crisis. Y dicen esto revestidos de un halo de misterio y afectación como si los demás fuéramos tontos y no alcanzáramos a ver que no hay mejor defensa que el ataque. Todo está tan mal que es necesario tomar las medidas más duras que por supuesto nos perjudican, con tal de alcanzar un fin superior que sólo ellos conocen. Esto es lo que España necesita; esto es lo que hay que hacer. Entretanto, el paro sigue creciendo, los impuestos suben; los sueldos bajan; los derechos se consumen y el neoliberalismo campa a sus anchas.
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