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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
Miscelánea
 
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Archivo | junio, 2016

Hoy tenemos clase de Derecho Internacional Privado con…

Contexto:

Aprovechando la coyuntura que vivimos, en la que todos, estudiantes y profesores, manejamos ya las plataformas virtuales de enseñanza, una forma de enriquecer a nuestros estudiantes y a nosotros mismos como profesores podría ser compartir una clase sobre un tema concreto de nuestra asignatura con alumnos de otra Universidad.

Dado que el curso ya está avanzado, tendríamos que movernos rápido.

Organización:

En primer lugar, podríamos constituir un grupo de profesores interesados en participar en esta iniciativa.

Compromiso único: impartir una hora de clase de Derecho internacional privado a los alumnos de esta asignatura en otra Universidad. Importante es que quedara grabada para compartirla con el resto de estudiantes de DIPr que participaran en esta iniciativa. Se propone alojar las sesiones en el canal de Youtube de Innovación de Derecho Internacional Privado. USAL, además de quedar en el repositorio de la Universidad en que se impartiera la sesión.

Los profesores interesados en participar propondrían qué tema les interesaría impartir e indicarían en qué tema les gustaría que participaran compañeros de otras Universidades. Deben ser temas de la parte especial de DIPr.

P.ej.:

Antonia Durán Ayago. Profesora Titular de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Salamanca

  • Me ofrezco para explicar el estado actual de la cuestión del reconocimiento en España de la filiación habida a través de gestación por sustitución en el extranjero
  • Me gustaría que un compañero/a explicara en mis clases la celebración del matrimonio con elemento extranjero en España

Me ofrezco a organizar la operativa. Todos los que estéis interesados, hacédmelo saber en aduran@usal.es.

Puede ser una buena manera de comenzar a compartir temas de innovación en nuestra disciplina.

 

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Conectar

A veces, sólo a veces, se produce el milagro. Sin saber muy bien por qué, se produce una conexión entre personas. Probablemente venga derivado del reconocimiento en el otro. Lo comprendemos. Nos gusta esa forma de expresarse o de ser. Esa conexión se puede producir en diferentes escenarios. También en las aulas.

Hace unos días me escribió un alumno de los primeros que tuve cuando llegué a Salamanca. Sólo nos conocemos de ese espacio, del aula, pero desde entonces, hará al menos 15 años, todas las navidades me escribe para desearme lo mejor, con mucho cariño. Este año me escribió también en octubre, cuando vio los datos de la pandemia en Salamanca, para preguntarme cómo estaba. Y me emocioné. Ayer otro ex alumno, este más cercano, de hace seis años, me escribió para preguntarme una duda sobre el reconocimiento de un divorcio de EE.UU en España y me decía lo importante que habían sido para él las clases de Derecho internacional privado. Nos apreciamos mutuamente. Nos seguimos en las redes. Y sabemos cómo vamos evolucionando. Conectamos. Ayer también otra antigua alumna muy querida, a la que conocí porque la acompañé en su proceso de elaboración del TFG, uno de los mejores sin duda que he dirigido, me escribió para comunicarme la grata noticia de que había obtenido un premio por su TFM, y me lo decía porque sabía que me alegraría. En efecto, a partir de ese momento el día tuvo más luz.

Aunque en principio las aulas puedan parecer espacios hostiles para la conexión, estas conexiones existen. Algunas veces se hacen más evidentes y otras pasan desapercibidas. Pero cuando se producen ya sabes que van a durar para toda la vida.

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Contra el odio, cultura

En estos tiempos duros y raros que nos está tocando vivir, que han llegado cuando la posverdad ya campaba a sus anchas, es necesario apelar a la cultura como único antídoto para mantenernos sobrios y serenos.

Necesitamos templanza y conocimientos para poder ordenar todo el maremágnum de ideas, noticias, datos que diariamente nos asolan. Necesitamos equilibrio.

Que la ignorancia es atrevida, ya lo sabemos todos. Quizás menos, que es la incultura la que genera el odio. No parece de recibo que de un tiempo a esta parte los delitos denominados de odio estén al alza. Tras ellos siempre hay alguna fobia. Algún miedo. Miedo desde el desconocimiento y la falta de empatía para ponerse en el lugar del otro. Odio al pobre, al extranjero, al homosexual, al viejo, al diferente desde una cierta perspectiva. No es normal, por ejemplo, que en los colegios e institutos se agreda a compañeros por su forma de ser, de sentir, de vestir, de expresarse. El otro día, a un niño de 12 años en Cartagena. ¿Es esto normal? ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo? ¿Estamos volviendo a las cavernas?

La cuestión es que el contexto no es el mejor. La semana pasada ocho mujeres, autodenominadas “históricas del PSOE”, presentaron un manifiesto contra la proyectada ley de autodeterminación de género, bajo la consigna, nada progresista, de que es mujer la que nace con los órganos genitales femeninos, no, ninguna otra. Es decir, la misma argumentación de aquel autobús que iba recorriendo las calles haciendo apología del odio frente a las personas transexuales. Aquel tenía detrás a una organización de ultraderecha. Pero ¿y las que dicen llamarse históricas del PSOE? Su posicionamiento en el feminismo, intentando apropiarse del mismo, para hablar en su nombre en esta y otras batallas que de forma sesgada se están dando, no contribuye nada a ninguna buena causa, antes al contrario, está haciendo un daño profundo a un movimiento cuyo presupuesto de base es la igualdad.

No, el contexto no es el mejor. Los opinadores están sustituyendo a los científicos. Los posicionamientos se alinean sobre la base de fobias o filias, pero si rascas un poco, vacío. No hay capacidad argumental. El erial que nos rodea es extenso. Pero no por ello hay que desistir. Desde la universidad habrá que hacer un esfuerzo renovado para contribuir desde el conocimiento a los debates que se plantean en la sociedad. Y habrá que demandar, que reclamar, que el respeto al otro, es máxima sin la cual, no se puede construir nada. La dignidad humana como base de todas las cosas. Para llegar a esta posición hay que empaparse de cultura. Entendida como conjunto de conocimientos que permite desarrollar su juicio crítico a las personas. Volvamos al humanismo. Al “sapere aude” de Kant, atrevámonos a saber; no nos conformemos con lo que otros nos digan; busquemos nuestra autodeterminación y cultivemos nuestra mente. Pensemos. Porque si nos dedicamos a tragarnos todo lo que nos cuentan, terminaremos siendo hombres-masa, como diría Ortega y Gasset. Podemos aspirar a algo más que a eso.

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Nueva normalidad en la Universidad

A finales de mayo, cuando los datos de fallecimientos habían disminuido y la curva de contagios había sido doblegada, probablemente todos ansiábamos recuperar la normalidad perdida. Tras el fin del estado de alarma en junio, se elaboró el decreto de la denominada nueva normalidad que, a mi juicio, ha sido un fracaso desde su inicio. La propia denominación ya inducía a equívoco, porque la normalidad tal y como la conocíamos iba a tardar en llegar, y mientras eso ocurría no hemos sido capaces, prácticamente desde ningún sector de la sociedad, de hacer otra cosa que la que ya hacíamos antes de que la pandemia llegara. Con mascarilla y distancia de seguridad, pero las mismas cosas. El teletrabajo, por ejemplo, desapareció por arte de magia, siendo así que cuando los datos de contagios empezaban a subir, la mayoría de las actividades habían vuelto a ser presenciales. Pero la inercia pudo más y es aún hoy, cuando los datos de contagios son alarmantes, cuando seguimos como si no pasara nada.

Si nos fijamos en la educación, ya lo he dicho en otras ocasiones, habría que discriminar por etapas educativas. Entiendo perfectamente que se intente mantener la actividad presencial en la educación primaria y en la secundaria, pero me cuesta más entenderlo en la educación universitaria. La consigna fue la misma para todo nivel educativo, máxima presencialidad. En la universidad además la calificaron como presencialidad segura, y, a mi juicio, aquí ha estado uno de los grandes errores de la gestión de esta pandemia. Me cuesta creer que a ninguno de los responsables, ni políticos ni académicos, se les ocurriera que en las ciudades universitarias que reciben estudiantes fundamentalmente de fuera, la llegada de estos podía provocar un efecto explosivo en la tasa de contagios, no por el tema de las fiestas, sino por el propio movimiento; el virus se expande con el movimiento, y los contagios en colegios mayores, residencias y pisos compartidos podían resultar fatales, como finalmente así ha sido. Esto era perfectamente previsible en abril. En abril ya se hablaba de un escenario on line prácticamente durante todo el curso. Pero de la noche a la mañana, se dieron consignas diferentes y en vez de comenzar a preparar la docencia on line, se comenzó a acondicionar los espacios para la docencia presencial/semipresencial. Comenzó el curso y a las dos semanas y media, ya había grupos dando la docencia on line por los contagios y en los grupos presenciales apenas asistían alumnos.  Claro, organizar la docencia on line no es cualquier cosa, no son clases síncronas sin más. Es necesario contar con herramientas y adaptar la metodología. Es formación. Pero algunos se amparan en la libertad de cátedra para no hacer nada de lo que se debería haberse hecho ya. Hemos dejado que el tiempo pasara, hemos procrastinado, pensando que a lo mejor las cosas se arreglaban solas. Y no. Desgraciadamente no ha sido así. Pero la gestión ha de valorarse también por cómo sus responsables son capaces de innovar y adelantarse a lo que está por venir, o por cómo se quedan paralizados sin ofrecer respuesta alguna a la situación tan grave que vivimos. Vivimos momentos excepcionales, para los que hacen falta gestores excepcionales. En un momento como el que vivimos el éxito hubiera estado no en aumentar el número de matriculaciones bajo la premisa de la presencialidad segura, sino en haber apostado responsablemente por el escenario previsible que se nos avecinaba y que ya tenemos encima. Ser consecuentes y empáticos, algo que en la nueva normalidad ya estamos viendo que no se estila.

 

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