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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | 22 junio 2016

Contra el odio, cultura

En estos tiempos duros y raros que nos está tocando vivir, que han llegado cuando la posverdad ya campaba a sus anchas, es necesario apelar a la cultura como único antídoto para mantenernos sobrios y serenos.

Necesitamos templanza y conocimientos para poder ordenar todo el maremágnum de ideas, noticias, datos que diariamente nos asolan. Necesitamos equilibrio.

Que la ignorancia es atrevida, ya lo sabemos todos. Quizás menos, que es la incultura la que genera el odio. No parece de recibo que de un tiempo a esta parte los delitos denominados de odio estén al alza. Tras ellos siempre hay alguna fobia. Algún miedo. Miedo desde el desconocimiento y la falta de empatía para ponerse en el lugar del otro. Odio al pobre, al extranjero, al homosexual, al viejo, al diferente desde una cierta perspectiva. No es normal, por ejemplo, que en los colegios e institutos se agreda a compañeros por su forma de ser, de sentir, de vestir, de expresarse. El otro día, a un niño de 12 años en Cartagena. ¿Es esto normal? ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo? ¿Estamos volviendo a las cavernas?

La cuestión es que el contexto no es el mejor. La semana pasada ocho mujeres, autodenominadas “históricas del PSOE”, presentaron un manifiesto contra la proyectada ley de autodeterminación de género, bajo la consigna, nada progresista, de que es mujer la que nace con los órganos genitales femeninos, no, ninguna otra. Es decir, la misma argumentación de aquel autobús que iba recorriendo las calles haciendo apología del odio frente a las personas transexuales. Aquel tenía detrás a una organización de ultraderecha. Pero ¿y las que dicen llamarse históricas del PSOE? Su posicionamiento en el feminismo, intentando apropiarse del mismo, para hablar en su nombre en esta y otras batallas que de forma sesgada se están dando, no contribuye nada a ninguna buena causa, antes al contrario, está haciendo un daño profundo a un movimiento cuyo presupuesto de base es la igualdad.

No, el contexto no es el mejor. Los opinadores están sustituyendo a los científicos. Los posicionamientos se alinean sobre la base de fobias o filias, pero si rascas un poco, vacío. No hay capacidad argumental. El erial que nos rodea es extenso. Pero no por ello hay que desistir. Desde la universidad habrá que hacer un esfuerzo renovado para contribuir desde el conocimiento a los debates que se plantean en la sociedad. Y habrá que demandar, que reclamar, que el respeto al otro, es máxima sin la cual, no se puede construir nada. La dignidad humana como base de todas las cosas. Para llegar a esta posición hay que empaparse de cultura. Entendida como conjunto de conocimientos que permite desarrollar su juicio crítico a las personas. Volvamos al humanismo. Al “sapere aude” de Kant, atrevámonos a saber; no nos conformemos con lo que otros nos digan; busquemos nuestra autodeterminación y cultivemos nuestra mente. Pensemos. Porque si nos dedicamos a tragarnos todo lo que nos cuentan, terminaremos siendo hombres-masa, como diría Ortega y Gasset. Podemos aspirar a algo más que a eso.

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