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Incendios de sexta generación

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Los últimos y devastadores incendios en Australia han encendido las alarmas en todo el mundo. Más de siete millones de hectáreas han ardido en el país oceánico sin que las autoridades y los equipos de extinción hayan podido ponerle freno. Pero es algo que no ha pillado por sorpresa precisamente a la comunidad científica. De hecho, ya había hace varios años quienes vaticinaban que esto sucedería.

Se trata de los denominados incendios de sexta generación. Unos fenómenos destructores como hasta ahora no se había conocido. Esta terminología empezó a oírse en sectores científicos hace aproximadamente tres años, cuando los incendios arrasaron el norte de Chile. La particularidad de estos incendios se debe a su interacción con las condiciones climatológicas y atmosféricas presentes en el momento en que se producen. Y están directamente relacionados con el cambio climático.

 

Evolución de los incendios

La terminología aplicada a los incendios forestales empezó a aplicarse con la primera generación. Estos surgieron en la Europa reforestada de principios del siglo XX, causando estragos no vistos hasta la época. Poco a poco y por el cambio de las condiciones y los factores humanos, los incendios continuaron haciéndose más voraces y destructivos, apareciendo nuevas generaciones.

La cuarta, por ejemplo, surgió del fenómeno de urbanismo disperso en los montes, donde empezaron a aparecer edificaciones con su correspondientes vías de acceso, que cambiaban la morfología de los montes y que añadían más dramatismo a los daños ocasionados.

En esta última época no solo han sido famosos los incendios de Australia o Chile. Los de Portugal o California en 2018 provocaron multitud de daños y causaron abundantes víctimas mortales. España también los sufrió en las Islas Canarias o Tarragona.

El problema principal reside en la dificultad, por no decir imposibilidad, de evitarlos. No hay forma pues el combustible es abundante y hay zonas propensas a sufrirlos. La principal herramienta deben ser las medidas preventivas y la aportación de medios humanos para aplicarlas. Por desgracia, los gobernantes aún no son del todo conscientes de que, nunca mejor dicho, están jugando con fuego.

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