Vuelvo con una entrada para echar un vistazo a esos puntos poco conocidos de nuestro país pero enormemente bellos y dignos de visitar en algún momento de nuestra vida. Si en la primera edición ya os hablé del Caminito del Rey en Málaga, hoy toca pasar por el Puente Colgande de Jánovas, una maravilla arquitectónica única en su clase.
Hablar del Puente Colgante de Jánovas supone dar un salto al pasado. Concretamente a 1881, que fue cuando, en el Pirineo oscense, se construyó un puente colgante que serviría para que los habitantes de la zona pudiesen atravesar el río Ara. Un puente que allegado hasta nuestro tiempo intacto, con su estructura original, cosa que no puede decir ningún otro en Europa.
Visitando el Puente de Jánovas.
La historia del puente está íntimamente ligada al pueblo del que toma su nombre. Jánovas es un pequeño pueblo de Huesca que hoy se encuentra abandonado. Y es así porque fue víctima del proyecto de construcción de un pantano que lo inundaría y lo haría desaparecer para siempre. Por este motivo, las familias que allí vivían fueron expropiadas y desalojadas hace más de cincuenta años. Pero el proyecto nunca salió a flote, y en 2005 se canceló, situación que salvó de la desaparición tanto al pueblo como al puente.
El puente se encuentra algo separado de la población, rio abajo, en el antiguo camino que da acceso al pueblo. En el punto exacto donde estaba planificada la situación de la presa. Al desaparecer la población de Jánovas, el puente quedó prácticamente sin uso, ya que nadie pasaba por allí. Esto evitó su deterioro e hizo que llegara en el estado actual a nuestros días, siendo el único puente del siglo XIX que queda en pie sin haber sido reconstruido.
El Puente de Jánovas mantiene tanto las torres como los cables de cuelgue originales, con más de 137 años. Lo único que ha sido restaurado es la pasarela de madera que sufrió una renovación hace ya bastantes años, porque es el componente del puente que mas sufre los efectos de las condiciones ambientales y el paso del tiempo. Aún así, la impresión que da la pasarela es de ser tan antigua como el resto de la construcción.
Atravesar el puente supone una experiencia fantástica. Sentir su antigüedad, como se mueve, el crujido de la madera o el movimiento de los cable. La sensación es de inseguridad, aunque la realidad no sea así. Quizás estamos acostumbrados a los puentes de hoy en día y es el motivo de sufrir esa sensación.
El puente es ya un lugar declarado Bien de Interés Cultural, por lo que las autoridades ahora velarán por su mantenimiento. Esperemos que sin tocar esencia. Si en algún momento tienes pensado un viaje por la zona, acércate a disfrutar de el y a respirar el inigualable aire antiguo que te ofrece. Una experiencia digna de disfrute.
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