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Buscamos tratamientos mientras acabamos con la protección natural

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Tras un mes desde se decretó el estado de alerta que mantiene confinada a la población y sumidos en un escenario que nunca antes habíamos visto en el ámbito sanitario, la principal ocupación de los laboratorios farmacéuticos sigue siendo encontrar un tratamiento y una vacuna contra el Covid-19. Pero para esto, antes es necesario conocer a fondo al virus: como actúa, como se transmite y, especialmente cuál es su origen.

Existen diversas hipótesis a este respecto pero todas ellas presentan un denominador común. La forma en la que nos relacionamos con la naturaleza y como la tratamos actualmente nos pone en peligro. Y es que son décadas de continuos abusos sobre el que es, sin duda, el mayor factor de protección que tiene la humanidad, por encima de los sistemas sanitarios o las fuerzas de seguridad.

 

Protección natural y globalización

Ya hace bastante que se conoce que la biodiversidad cumple con una excelente función protectora para todas las especies. Y esto ha quedado científicamente demostrado ante la forma en la que han discurrido otras epidemias anteriores.

Aunque todavía no ha podido ser probado, parece ser que el origen del Covid-19, como el de otros muchos coronavirus, está en el murciélago del que habría dado el salto a los pangolines y, de ahí, al ser humano. El Sars-Cov-2 no es un virus nuevo. Lleva mucho tiempo cohabitando con los murciélagos, que tienen mayor tasa de carga vírica cuando es amenazado y cazado, ya que el sistema inmune del animal se deprime. Igual pasa con el pangolin, objeto de mucha presión y caza por los humanos en países asiáticos.

Si al mal trato a las especies y a la propia naturaleza añadimos el aumento de los efectos asociados al cambio climático, la ecuación se vuelve peligrosa. Y como resultado, aparecen nuevas epidemias donde nunca antes las había habido, entre otros muchos problemas. La cuestión es, ¿estamos dispuestos a poner las medidas necesarias para que esto no se repita en el futuro?. Lo dudo.

La globalización ha cambiado nuestra forma de vivir desde hace años. Hoy en día, la velocidad a la que un virus puede cruzar el planeta es 10 veces superior a la de hace una década. Hace un siglo, la forma más rápida de propagación era por vientos y tormentas que transportaban partículas de un lado a otro, pero la capacidad de desplazamiento de esta forma era muy limitada. Hoy en día si sumamos que estamos acabando con la protección que nos ofrece la propia naturaleza con los miles de vuelos transoceánicos que tienen lugar cada día, por desgracia y si no le ponemos tiempo, el resultado es que la situación en la que estamos ahora no es difícil que vuelva a producirse a corto plazo. Y queda demostrado que no estamos preparados para ello.

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