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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Universidad, ¿mediocridad?

Me van a perdonar si hoy me tomo la licencia de criticar algunas cuestiones del sistema universitario. No es que quiera tirar piedras contra mi propio tejado. No seré yo  quien sostenga que la Universidad está en coma irreversible y que poco o nada tiene que aportar a la sociedad de nuestros días. No acostumbro a ser tan extremista en mis posiciones. Pero lo cierto es que un poco enferma sí que parece estar la Universidad, al menos la Universidad española que es la que más directamente conozco.

Quien es ajeno al mundo universitario podría pensar que para formar parte del claustro de profesores, para impartir docencia y para investigar, únicamente hace falta tener cualidades y haber demostrado solvencia primero con el expediente académico de licenciatura y doctorado y luego con las evaluaciones que los distintos organismos evaluadores van realizando a lo largo de la vida académica de un profesor. Eso en parte es así. El problema es que no siempre los mejores están en la Universidad y que no siempre quien evalúa lo hace objetivamente.

Desgraciadamente, y aunque ha habido intentos por combatirla, la endogamia es un mal que está haciendo mucho daño a la Universidad española. Antes, con el anterior sistema de selección del profesorado, la endogamia se llevaba a cabo a un nivel territorial (colocar al de casa en casa, sin permitir que pudiera venir otro de fuera mejor; eso ni se planteaba). Ahora la endogamia es a más alto nivel, las escuelas a nivel nacional luchan por colocar a sus acólitos en los puestos de decisión (llámense ANECA o anequitas) que evaluarán positivamente a sus correligionarios y negativamente a quienes no lo son. Es triste, pero es así. Por no hablar de que en estas evaluaciones, no siempre se evalúan de la misma forma los méritos. Así, puede suceder que  lo que para unos es un demérito, para otros pueda ser percibido como algo positivo. Y no quiero poner ejemplos más concretos. Pero los tengo y todo el que trabaje en este mundo sabe a lo que me estoy refiriendo.

Con este sistema de evaluación del profesorado, el principio de mérito y capacidad no sólo brilla por su ausencia, sino que se prevarica sin escrúpulos para echar por tierra los méritos y la capacidad  que puedan tener según qué candidatos. Claro, esto tiene una trascendencia para la vida profesional de muchas personas que han hecho de la Universidad su vida. Trascendencia que también se mide por la desconfianza que este sistema puede inocular en aquellos que son maltratados por el mismo.

La consecuencia es clara. Si en vez de premiar al que trabaja, se le castiga, la Universidad pierde fuerza, pierde vitalidad, pierde ilusión. Si en vez de valorar al que trabaja, se le cuestiona, la Universidad gana en mediocridad y pierde en energía.

La Universidad española todavía es mediocre, y lo seguirá siendo hasta que el principio de mérito y capacidad, no sea sólo palabra muerta que sí, está en la Constitución española, pero bueno, ya se sabe, en la Universidad hay muchos que se creen por encima de la Constitución y de todo lo divino y humano. Y cuando eso sucede, y ya digo, sucede con bastante frecuencia, el tufillo a prevaricación tiñe de mediocridad lo que debería ser sólo y únicamente crisol de saberes.

Duran Ayago Antonia

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