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Historias sobre expendedores automáticos de libros

Traducción: ANA MENDOZA HÉLAINE (2015)

(THOMAS (2013): “Histoires de distributeurs automatiques de livres ”. Vagabondages)

 

Os recomiendo un artículo muy interesante sobre los expendedores automáticos de libros [en inglés] escrito por John Geoghegan y publicado en The blog, del Huff Post. Sinceramente, no sé muy bien qué pensar de este tipo de máquinas. Me parecen un horror inmenso (¿cómo proponer un libro que se vende igual que unos caramelos o unos cigarrillos?) pero, al mismo tiempo, permiten la difusión de la literatura a su manera…

 

En cualquiera de los casos, el artículo nos informa de que el primer expendedor apareció en Inglaterra en 1822, inventado por un tal Richard Carlile. Este librero, que deseaba vender títulos sediciosos como La edad de la razón de Thomas Paine (un tratado deísta que critica especialmente la religión institucionalizada), tuvola idea de crear una máquina para distribuir y vender títulos polémicos mientras evitaba que el librero pudiese ser arrestado, ya que no mantenía contacto con sus clientes. No sabemos muy bien cómo funcionaba este expendedor, pero eso no impidió que las autoridades de la época condenasen a Carlile por la venta de “material blasfemo”.

 

1. Hasta mediados de los años 50: Penguincubator y Book-o-mat

El Penguincubator

No fue hasta más de un siglo después, en 1937, en Londres según indica el artículo, cuando apareció el Penguincubator. Diseñado por el fundador de las ediciones Pinguin, Allen Lane, esta máquina proponía obras de literatura clásica por el precio de un paquete de cigarrillos.

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En ese momento, la venta de literatura ya no estaba muy bien vista en Francia; la llegada del libro de bolsillo unas décadas más tarde será la clave en un vasto debate sobre la legitimidad cultural (leer aquí el estudio realizado por Bertrand Legendre  y ver aquí un reportaje en el salón del libro  de 1964 [en francés]). Así que se prefería venderlos en una máquina expendedora. Se rozaba la anarquía, intento deliberado para desestabilizar la industria del libro. Pero en la web de las ediciones Pinguin, nos encontramos con esta historia sobre la creación de la máquina:

Tras un fin de semana de visita a Agatha Christie en Devon, Allen Lane se encontraba en la estación de tren de Exeter en busca de una de sus tiendas para encontrar algo que leer de camino a casa. Aturdido por los títulos que se le proponían, decidió que la ficción contemporánea de buena calidad debía ser accesible a un precio atractivo, no sólo en las librerías tradicionales, sino también en los andenes de las estaciones, los vendedores de las tiendas de tabaco o las cadenas comerciales.

Al parecer, se instaló así una máquina cerca de la estación de Charing Cross en Londres, para consternación de los libreros locales. Pero hay que decir que nunca fue distribuida a escala más amplia y que no tuvo ningún impacto rotundo sobre el mercado.

 

El Book-o-Mat

Dos máquinas tienen el nombre de book-o-mat: primero, en junio de 1947, la revista Popular Science sugiere una nueva máquina capaz de ofrecer unos cincuenta libros, vendidos a 25 céntimos de dólar. Mientras que dos años más tarde, es la empresa Rock-Ola Manufacturing Corporation, conocida por sus máquinas tragaperras y otras juke-box, quien invierte en el mercado.

 

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2. Hoy en día: Novel Idea y Readomatic

Por supuesto, es principalmente en Asia donde ahora nos encontramos con este tipo de máquinas. Media docena de empresas chinas han invertido en el mercado mientras que Japón, un país donde hay máquinas expendedoras para casi todo, desde una lata de cerveza hasta una revista porno, vende títulos de libros y mangas en formato libro de bolsillo y gruesos como una agenda.

En Occidente, una empresa irlandesa lo intentó mediante la instalación de expendedores Novel Idea, especialmente en el aeropuerto de Heathrow en Londres, pero se declaró en quiebra en 2010.


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Pero se vieron otras máquinas expendedoras a través del New York Times en una estación de metro de Barcelona en 2008, o en el aeropuerto de Estocolmo en 2012.

3. ¿Y en las bibliotecas?

Este tipo de distribuidores comenzaron a funcionar… incluso en las bibliotecas. Es el caso, en particular, de los EE.UU., donde la Biblioteca Pública de Fullerton (en la red de bibliotecas del condado de Orange, California) ha instalado recientemente un expendedor automático (descripción del proyecto [en inglés] en pdf y en diapositivas [en inglés]) cerca de una estación de tren. Por supuesto, ya no consiste en vender libros, sino prestarlos, y los propietarios de una tarjeta de la biblioteca pueden irse con uno de los 500 betsellers de la máquina. A devolver seguidamente en la biblioteca local.

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Además de en California (que posee expendedores de este tipo desde el año 2007 en la Biblioteca Estatal de California y otros cuatro establecimientos de la red), muchas otras bibliotecas están equipadas con expendedores de libros. Este es el caso de:

Inglaterra:

v  En Warwickshire [en inglés] (pero con la crisis del Reino Unido y los objetivos anunciados para la mejora del servicio y uso más eficiente de los fondos, esta instalación tiene un sabor amargo).

Biblioteca Pública de Edmunton [en inglés].

v  Biblioteca de Newcastle.

En Canadá:

v  Biblioteca de Ottawa.

v  La biblioteca de Toronto se lo planteó durante un tiempo.

La biblioteca del Estado de Queensland, en Australia, ha publicado un informe sobre el uso de los expendedores de libros en las bibliotecas (pdf).

El informe explica que estas máquinas tienen tres grandes ventajas:

1. Expedir libros en cualquier momento del día y especialmente por la noche.

2. Difundir la existencia de la biblioteca en lugares que estén bastante frecuentados y, por lo tanto, llegar a los que no son usuarios (en centros comerciales, aeropuertos, cines) o usuarios impedidos (hospitales, residencias de ancianos…).

3. Hacer los servicios rápidamente adaptables (pueden desplazarse rápidamente en función de las necesidades o del uso).

Por otra parte, estas máquinas pueden utilizarse de varias maneras:

v  Un expendedor para el préstamo (sólo) de documentos.

v  Una entrega diferida para los documentos que no sean de libre acceso. Algunas máquinas permiten almacenar documentos y también prestarlos y aceptar la devolución de manera automática.

v  Un “anexo”: la biblioteca está instalada en zonas lejanas y sirve de punto de lectura para los habitantes. Los usuarios pueden pedir por prestado 400 libros disponibles, esperar hasta que se devuelvan o reservar a través del software integrado. La máquina hace préstamos y devoluciones. (Ejemplo: la biblioteca de Shenzhen [en inglés], en China).

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4. Vender y descubrir

Muy a menudo, nos encontramos con betsellers en estas máquinas. Se trata de atraer a los clientes y sugerir títulos que puedan ser de su interés. Muy a menudo, pero no siempre.

El año pasado, la “pata de mono”, una librería de Toronto, creó una máquina llamada BIBLIO-MAT. La novedad de esta máquina radica en los títulos emitidos: a cambio de dos dólares canadienses, la máquina ofrece dos títulos de ocasión ​​elegidos al azar. Uno no puede saber nunca, por tanto, con qué se va a encontrar. Un concepto que también provocaría furor en las bibliotecas:

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