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El perfil del bibliotecario

Traducción: ANDREA GARRIDO BALDERO (2015)

(THOMAS, 2014: “Images du bibliothécaire“. Vagabondages)

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TOP 10 respuestas que molestan cuando le dices a alguien que estás trabajando en la biblioteca del colegio:

10) Me gustaría ser bibliotecario porque en las bibliotecas hay silencio.

9) Pensé en ser bibliotecario, pero necesito bastante dinero para mantenerme.

8) ¿Necesitas estudiar un grado para eso?

7) Creía que internet dejaba a los bibliotecarios sin trabajo.

6) ¿No tienes suficientes estudios universitarios?

5) Creo que es fantástico que te puedas dedicar a un hobby como ése.

4) ¿Tienes que ir a la universidad para eso?

3) No creo que los bibliotecarios sirvan de mucho; yo compro todos mis libros en el Corte Inglés.

2) Me encantaría ser bibliotecario porque me gustaría leer en el trabajo.

1) ¿Tienes que ir al colegio para eso?

 

¿Quién no ha oído ese tipo de respuesta justo después de haber dicho que iba a prepararse para las oposiciones de bibliotecario? A mí mismo me han dicho expresiones del tipo:

“Ah, ¿que hacen falta oposiciones? Pero, ¿en plan difícil? ¿Hay que estudiar para eso? (y no soy el único, ni mucho menos [en francés]). No, no, hay una máquina expendedora de diplomas a la entrada de la Enssib (Escuela nacional francesa superior de las ciencias de la información y de las bibliotecas). Es muy útil, por cierto.

“Oh, bah, te pasas el tiempo leyendo, está bien” o la variante “¡sabes un montón de cosas!” y sí, un herrero forja, un profesor enseña, un informático codifica y por tanto un bibliotecario lee. Es así, va con el personaje. La conclusión es que el bibliotecario tiene que ser alguien con cultura y así impone respeto (incluso si es un enchufado).

“Ah, ¿sí? Bah, yo no leo, y de todas maneras, con Google…”. Me han llegado a preguntar para qué servían las bibliotecas en la era de Google (*lloro*) porque evidentemente todo el mundo sabe utilizar el motor de búsqueda de manera instintiva; evidentemente, todos tienen acceso a internet; evidentemente, no hay ningún control sobre los software de autor; no hay ningún tipo de arbitraje; evidentemente, las bibliotecas no tienen ninguna función en la transmisión de la memoria colectiva, en la oferta gratuita de colecciones textuales y no textuales, en la apertura de espacios públicos, de reunión, de construcción, de afirmación de uno mismo como individuo y como ciudadano…

“Ah, pero, ¿desde cuándo hay videojuegos en la biblioteca?” Otra variante que también se oye es la de “no entiendo, las tabletas, ¿para qué sirven? ¿No prestáis libros?” Sí, sí, tan solo libros viejos que hay en mercados de antigüedades y sobre los que echamos polvo todas las mañanas para exagerar ese aspecto a libro usado. El objetivo es evitar en la medida de lo posible que los usuarios puedan  desordenar la preciosa clasificación que hacemos con una meticulosidad extrema.

Imagino que también han oído maravillas como éstas. Así era mi día a día durante algunos años, pero aún así… A veces resulta extraño darse cuenta de lo mal vista que está nuestra profesión todavía, a pesar de todos los esfuerzos y del éxito de la era digital.

Es una consideración que evidentemente traspasa las fronteras, ya que nuestros compañeros se enfrentan a los clichés de los bibliotecarios. Así lo describe esta fabulosa presentación [en inglés] de Sarah Houghton, directora de la biblioteca pública de San Raphael en Estados Unidos y famosa bloguera bajo el pseudónimo de Librarian in black [en inglés], (Bibliotecaria de negro) durante el encuentro de la Nerd Nite de San Francisco el pasado mes de diciembre. Habla de las animaciones, las impresoras 3D, el contenido digital, la lucha contra la censura y los DRM (Bibliotecarios contra la gestión digital de derechos), pero también de los chicos guapos, la masturbación o los gatos…

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Hay que decir que la imagen popular no es seguramente de las más dinámicas. Podemos elegir entre la vieja amargada con moño y gafas de pasta y la chica sexi de calendario que solo sujeta un libro abierto para fingir mejor que está escondiendo su abundante pecho. Evidentemente, la bibliotecaria no podría ser un hombre. You don’t look like a librarian [en inglés] (no pareces un bibliotecario) se ha hecho especialista de este tipo de colecciones. ¿Por qué siempre hay que representar a este profesional como un personaje amargado y malo? Supongo que está relacionado no con ese aspecto de transmisor sino más bien con el de guardián del Saber [en inglés]. Un guardián debe mostrarse inflexible, severo e intransigente.

Así que al final nunca hay que fiarse de las aguas mansas.

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