Traducción: ROCÍO SÁNCHEZ LAJARÍN (2015)
(michelgorin (2014): “Quand les bibliothécaires doivent revendiquer un rôle démocratique fondamental”. BIBLIOTH|Ê|THIQUE)
Los bibliotecarios y, por consiguiente, las bibliotecas públicas «tienen como objetivo fundamental garantizar el acceso a la información de todos los ciudadanos para fomentar [...] la participación informada en la democracia y en su progreso», según establece el Código ético para los bibliotecarios y los profesionales suizos de la información, similar al Código ético de la IFLA.
En concreto, esto significa que los bibliotecarios reivindican y asumen una responsabilidad en los debates sociales, como la de contribuir a la información de la sociedad, con la finalidad de fomentar y de apoyar la reflexión y el debate, los fundamentos de cualquier democracia. Al hacerlo, actúan de acuerdo con su Código ético, que se basa en la convicción de que «el intercambio de ideas e información es fundamental en un sociedad democrática» (mismas referencias).
Estos principios son inalienables. De esta forma, que una persona o una organización los ponga en tela de juicio es inaceptable y debe combatirse con vehemencia. Por este motivo, los opositores al matrimonio homosexual [en francés] que iniciaron en Francia una verdadera cruzada contra las bibliotecas públicas con el fin de que estas retirasen cualquier documento que, según ellos, atentase contra la moral (¿de qué moral hablamos?) —de la que se consideran protectores— están, sin lugar a dudas, «fuera de ley». Por otra parte, la ministra francesa de Cultura y Comunicación valoró el alcance de estos actos [en francés] y reafirmó su «apoyo incondicional» a los bibliotecarios.
Sin embargo, asumir tal responsabilidad en los debates sociales implica un deber en cuanto a la transparencia por parte de los bibliotecarios: si las políticas de adquisición que sustentan la composición de las colecciones deben poder definirse «libres de cualquier tipo de presión», también deben poder publicarse, tal y como afirma el Código ético suizo. Además, los bibliotecarios están «estrictamente sujetos a la neutralidad y la imparcialidad en lo relativo a las colecciones [...]. Por tanto, su deber es encontrar el mejor equilibrio posible en la composición de colecciones [...]» (mismas referencias). De esta forma, si J’ai deux Papas qui s’aiment («Tengo dos papás que se quieren»), Mlle Zazie a-t-elle un zizi ? («¿Tiene pilila la señorita Zazie?») o La nouvelle robe de Bill («El vestido nuevo de Bill») ocupan, un lugar legítimo en los estantes de nuestras bibliotecas, las ideas que apoya el movimiento «Primavera francesa» también deberían tener su lugar en ellas. Siempre y cuando dicha organización sea capaz de publicar al menos un documento que resuma sin tapujos sus ideas y que cumpla con los criterios básicos de cualquier política de adquisición…, lo cual no ocurre, pero esa es otra historia…