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Para un uso crítico de las redes sociales académicas

Traducción: PAULA ORTEGA MEDIAVILLA (2015) - Gestora del equipo de traducción: Paula Ortega Mediavilla.

(ALINE BOUCHARD, 2014: “Pour une utilisation critique des réseaux sociaux académiques“. UrfistInfo)

Esta información aún no ha tenido mucho eco en Francia pero Elsevier ya lleva varios meses pidiendo periódicamente la retirada de los artículos [en inglés] publicados por sus autores en la red social Academia. Si se mira desde el punto de vista del acceso abierto, este ejemplo subraya incontestablemente la «injusticia fundamental del ecosistema actual de la comunicación académica» (John Dupuis [en inglés]). Sin embargo, pone de manifiesto la madurez de las redes sociales académicas. No es extraño que, en el momento en que Elsevier encuentra dificultades para hacerse un hueco entre las herramientas 2.0 (fracaso de 2collab en 2011 y adquisición de Mendeley en 2013) ataque a los nuevos rivales que se desarrollan orientados hacia las comunidades académicas, aunque antes les hubiera dejado hacer. De la misma forma, no es una casualidad que Olivier Dumon, director gerente de Elsevier, haya publicado en el Huffington Post un artículo titulado «The Business of Science: Social Networking of Science» (El negocio de la ciencia: Redes Sociales de la Ciencia) [en inglés]. Estos rivales también plantean un cierto número de preguntas.

¿REDES SOCIALES ACADÉMICAS?

Sean herramientas de producción y difusión de información (como las wikis, los blogs o Twitter) o herramientas sociales y de intercambio (como las plataformas de contenido y las redes sociales), la Web 2.0 propone actualmente herramientas capaces de responder a las expectativas y los usos de los investigadores (Anatoliy Gruzd, Melissa Goertzen et Philip Mai, 2012 [en inglés]). «Redes sociales académicas», «redes sociales científicas», «redes sociales para investigadores», «academic social networks»… las primeras redes sociales digitales destinadas al público en general se desarrollaron a partir de 1990 y los investigadores utilizaron en primer lugar Facebook. Sin embargo, solo a partir de 2007-2008 pudieron disfrutar de redes sociales específicamente destinadas a ellos, con características que se ajustaban a sus necesidades (CV, difusión de documentos, herramientas de visualización, medidores…) (Emma Bester [en francés]).

Estas redes se desarrollan progresivamente en el panorama académico francés. Aunque  debemos ser prudentes en cuanto a los métodos de estudio que se emplean, se estimó en 2013 que un 94% de los centros de enseñanza superior estaba en las redes, contra un 68% dos años antes (estudio Arces, 2013 [en francés]). En lo que respecta a los organismos de investigación, esta presencia se considera incluso ineludible (estudio Wanacôme, 2012 [en francés]). En cuanto a los investigadores propiamente dichos, un 70% utilizaría las redes sociales (estudio CNRS, 2013 [en francés]), contra un 42% en 2011 (estudio URFIST de Niza, 2011 [en francés]). Sin embargo, todos los estudios remarcan, por un lado, un cierto desconocimiento de las redes sociales específicamente académicas, en beneficio de Facebook y Twitter, por ejemplo. Por otro lado, remarcan el carácter disperso de la información y de las redes. Así, la informática y las Ciencias Sociales y Humanas utilizan más las redes sociales que otras disciplinas.

Hoy en día es difícil tener una idea precisa del número de redes sociales académicas que existen en el mundo porque, durante estos últimos cinco años, se han multiplicado desde las grandes redes generalistas (Academia [en inglés] y ResearchGate [en inglés]) hasta las redes especializadas (por ejemplo, Malaria World [en inglés]), pasando por las redes temáticas (Biomed Experts [en inglés]MyScienceWork [disponible en varios idiomas]).

Entre todas estas redes, hay tres que marcan la diferencia:

  • Academia [en inglés]: creada en 2008 por un doctor en filosofía de la Universidad de Oxford y con sede en San Francisco, es actualmente la red más importante del mundo, con más de 7,4 millones de cuentas. También es la que más rápido evoluciona. Sobre todo orientada hacia las Ciencias Sociales y Humanas, se centra en compartir documentos (2,4 millones en este momento) según un enfoque de revisión por pares posterior a la publicación [en inglés]. Veremos que la extensión «.edu» no nos redirige a un centro de enseñanza superior sin ánimo de lucro, sino que se presentó antes de la regulación de los nombres de dominio en «.edu» [en inglés].
  • ResearchGate [en inglés]: creada en 2008 por dos expertos en virología y un informático y con sede en Berlín, esta red posee más de tres millones de cuentas, sobre todo en el campo técnico y en los de las ciencias y la medicina. Permite compartir los documentos y por eso, como Academia, destaca sobre todo por su buscador semántico con acceso a  múltiples bases de datos y por su bolsa de trabajos. Por otro lado, si damos crédito a uno de sus fundadores [en inglés], se ve menos como un competidor en el modo de publicación clásica  y más como un complemento para favorecer la difusión de la ciencia.
  • MyScienceWork [disponible en varios idiomas]: una de las últimas en aparecer, ya que fue creada hace apenas un año, aunque había estado unida a un blog de divulgación científica anteriormente. MyScienceWork comenzó a hacerse un hueco entre las redes sociales académicas gracias a su marcada orientación hacia el acceso abierto, aunque utilizaba un buscador semántico. Creada por un doctor en nanotecnología y un ingeniero financiero francés y con sede en Luxemburgo, contaba en septiembre con 40 000 suscriptores.

Más allá de las cifras anunciadas, nos gustaría, sin embargo, conocer el índice de compromiso real. Recordemos que en el caso de Twitter, al menos un 20% de las cuentas estarían inactivas y que las principales redes sociales, como Facebook o Google+, actualmente comunican más en términos de usuarios activos que  en número de subscriptores…

SOBRE ALGUNOS RETOS DE ESTAS REDES

Un contexto de búsqueda siempre más competitivo y precario, la búsqueda de una mejor  accesibilidad tanto a las instituciones como a los investigadores, los servicios personalizados y el interés también en los medidores y la autoevaluación explican sin ninguna duda este entusiasmo reciente por las redes sociales académicas. No obstante, las últimas jornadas de estudio y los debates sobre estas cuestiones hacen hincapié en la utilidad de estas redes y sus retos [1]. Sin embargo, a menudo se sitúan más desde el punto de vista del investigador o la institución [2] que desde el de las propias redes sociales.

Comunidad, reparto y visibilidad. Tanto los eslóganes como el discurso de sus fundadores [3] se sitúan en la línea de las preocupaciones de los investigadores. Hay que decir que estos fundadores, que son (antiguos) investigadores, tienen un cierto conocimiento del contexto. Pero al mismo tiempo, no nos engañemos: las sociedades tras las que se encuentran estas redes no son para nada filántropas y tienen (también) preocupaciones financieras. Actualmente, pocas redes sociales se benefician de fondos públicos. Como contraejemplo podríamos citar AgriVivo [en inglés], proyecto iniciado y dirigido por el GFAR (Global Forum on Agricultural Research), en colaboración con la Universidad de Cornell y la FAO. Academia ha recaudado 17,7 millones de $ [en inglés] desde su creación, mientas que la tercera recaudación de fondos de ResearchGate, durante la primavera pasada, ascendió a 35 millones de $ [en inglés], llegando a interesar al mismo Bill Gates. En cuanto a las pequeñas empresas, MyScienceWork realizó una primera recaudación de 1,2 millones de € que provenían, por un lado, de un fondo de inversión y, por otro lado, de una subvención pública. Después de esto, esperaba recaudar para finales de 2013 entre 6 y 8 millones [en inglés] suplementarios. Para todas estas empresas, se trata de «hacer funcionar (…) (un) modelo empresarial rentable» (Tristan Davaille [en inglés], de MyScienceWork). Aunque, al contrario que las redes sociales profesionales del tipo de LinkedIn, las redes sociales académicas son, por ahora, gratuitas, no rechazan la idea de ofrecer servicios de pago en el futuro, por ejemplo, lazos comerciales con empresas industriales en el caso de ResearchGate. Por su parte, MyScienceWork está considerando una oferta Premium en la que «la accesibilidad a ciertos artículos será de pago mediante un contrato con funcionalidades suplementarias». Tanto si nos ofuscamos como si vemos la oportunidad [en francés] de desarrollar tales servicios, estos ejemplos ilustran la  influencia siempre más importante de los capitales privados en el mundo académico [en inglés].

Otra cuestión que debería tener en cuenta todo usuario del servicio en línea es aquella del contenido y de la propiedad de datos. Apenas nos sorprenderá ver que en los términos de Academia [en inglés] está inscrito «grant to Academia.edu a worldwide, irrevocable, perpetual, non-exclusive, transferable, royalty-free license, with the right to sublicense, to use, view, copy, adapt, modify, distribute, license, sell, transfer, publicly display, publicly perform, transmit, stream, broadcast and otherwise exploit such Member Content only on, through or by means of the Site or Services» (concede a Academia.edu una licencia universal, irrevocable, no exclusiva, transferible y libre de regalías, incluyendo el derecho a sublicenciar, usar, ver, copiar, adaptar, modificar, distribuir, autorizar, vender, transferir, exhibir públicamente,  presentar públicamente, transmitir, comunicar y explotar en forma similar este contenido de los miembros, solo en, a través de o mediante el Sitio de los Servicios). Y en MyScienceWork, donde los artículos y las páginas están bajo una licencia Creative Commons, ¿esto se aplica también a la parte de red social o solo al blog?

En cuanto a la protección de los derechos de autor, incluso aunque estas redes den la posibilidad de pedir la retirada de artículos si no los respetan, no podemos decir que Academia y ResearchGate hagan muchos esfuerzos para controlar las descargas de ficheros a priori, que retoman así los modelos de funcionamiento de Youtube, por ejemplo [en inglés]. A la pregunta «Do I have copyright to upload papers to my profile page?» (¿Tengo derechos de autor para subir documentos a mi página del perfil?), la FAQ de Academia [en inglés] responde simplemente: «According to Sherpa [disponible en varios idiomas], which tracks journal publishers’ approach to copyright, 90% of journals [en inglés] allow uploading of either the pre-print or the post-print of your paper» (Según Sherpa, que sigue los planteamientos de los editores de revistas en cuanto a los derechos de autor, el 90% de estos permite alguna forma de autoarchivo, ya sea mediante pre-impresión o post-impresión). En cuanto al origen de los datos mencionados, Stéphane Pouyllau [en francés] remarcaba recientemente que MyScienceWork no indicaba el origen de las publicaciones que eran devueltas por el buscador, aun cuando se encontraban en plataformas de archivos abiertos y llegaba a hablar de una «cierta privatización del saber».

Al igual que las evoluciones de interfaz de Facebook y Twitter, muchas de estas redes ya dan esa impresión. Por ejemplo, requieren inscribirse para acceder al contenido o a los detalles del perfil. No podemos más que sorprendernos un poco de que la consulta de MyScienceWork, especializado en el contenido de acceso abierto, necesite una inscripción, por muy gratuita que sea. Es verdad que este es el único modo de tener sugerencias personalizadas. Ahora bien, esta cuestión está lejos de ser anecdótica: si bien los perfiles de las redes sociales son más bien referencias en Google y la visibilidad de los documentos de un investigador es mejor en las redes sociales que en las plataformas de archivos abiertos, ¿qué interés tendría publicarlos en estos últimos? Y, en el peor de los casos, si los investigadores publican más gustosamente en las redes sociales o si una de las redes sociales comienza a destacar, es el conjunto del sistema de las plataformas institucionales y de los archivos abiertos el que podrá estar en peligro (Centre for Research Communications, University of Nottingham, 2011 [en inglés], especialmente el punto 5.4). Esta situación tendría graves consecuencias tanto si las redes hicieran accesibles sus contenidos (en el mejor de los casos), como si únicamente fueran accesibles para los abonados (en el peor), contra una u otra forma de monetización a los investigadores o una compra por los depredadores [en francés]: la compra de Mendeley por Elsevier ascendió a 40 millones de £ [en inglés]. No obstante, aún son pocas las instituciones que, al igual que el laboratorio lionés Triangle (UMR5206) [en francés], indican a su personal que poner en Academia únicamente un enlace al texto en HAL o en la página de publicaciones es una buena práctica. A la vista de la rápida rotación de este tipo de plataformas hasta la fecha (¿quién recuerda Labmeeting o UniPHY?) los datos científicos que importan son la accesibilidad y la sostenibilidad.

Finalmente, nos gustaría conocer los servicios que estas redes prevén desarrollar para los investigadores porque, por el momento, los servicios propuestos se fundan completamente en las prácticas académicas actuales haciendo hincapié ante todo en los elementos cuantitativos. Academia propone así un cierto número de analytics sobre el número de visitas a los perfiles, los documentos… Sin embargo, en este campo, es sin duda ResearchGate quien está a la vanguardia con su indicador RG Score [en inglés], lanzado en el verano de 2012 y que aspira a medir la reputación académica de los investigadores en función de sus contribuciones y de sus interacciones en la red. Si bien los datos de este RG Score se encuentran, en gran medida, relativizados, también es cierto que ResearchGate muestra en qué dirección se desarrollan actualmente los medidores: en la de la autoevaluación. No obstante, lejos de cuestionar el sistema actual, debe ser, según la opinión del mismo ResearchGate, «used in combination with other metrics» (usado en combinación con otros medidores). Y, de nuevo, es difícil no ver las segundas intenciones comerciales de esta red, a la imagen de Thomson-Reuters y su Impact Factor. Entonces aparecen claramente dos obstáculos. Por un lado, aunque no es una novedad, se podría temer que estos medidores incitaran a los investigadores a desarrollar sus búsquedas en los campos más populares (véanse los testimonios en Academia [en ingles]). Además, como recuerda con humor Frédéric Clavert [en francés], «si Febvre y Bloch se hubieran preocupado de su RG Score, no habrían fundado la Escuela de los Anales». Por otro lado, podemos temer que «las entidades privadas se convierten en los actores principales de la reputación científica online» (Bastien Guerry [en francés]).

TEMAS DE REFLEXIÓN

Que nadie se equivoque: aquí el objetivo no es echar la soga tras el caldero. Muchos estudios muestran de hecho todo el interés de las herramientas 2.0, a las que pertenecen las redes sociales, como complemento de las prácticas tradicionales en materia de comunicación científica (estudio RIN, 2010 [en inglés]) y en materia de vigilancia y de investigación [4]. La cuestión central es poder utilizar estas redes con conocimiento de causa. Ahora bien, en muchos de los aspectos, los retos de las redes sociales nos recuerdan las cuestiones relacionadas con el acceso abierto y con la gestión de los datos de la investigación. Es la falta de conocimiento y de visibilidad de los archivos abiertos por los investigadores lo que también explica el desarrollo de estas redes. Por eso, son las instituciones y los knowledge intermediaries quienes tienen que continuar, ahora y siempre, vigilando e informando/formando sobre sus problemáticas (Rob Procter et al., 2010 [en inglés] y Françoise Gouzi [en francés]). De hecho, estas herramientas no son herramientas científicas profesionales [5] y conviene ser consciente de sus límites para no invertir más tiempo y datos de los necesarios.

No nos engañemos: actualmente estas redes no tienen competencia institucional válida: los diferentes proyectos previstos de las redes en Estados Unidos o en Alemania o, incluso, los proyectos franceses de Humanidades digitales no parecen haber tenido éxito. E incluso si la idea de un estrato social en HAL (v3 de HAL, proyecto IDHAL, previsto para primavera [en francés]) [6] es seductora, no tendrá ningún sentido si no propone el tipo de servicios que hacen que estas redes sean fuertes, como sugerencias personalizadas, y si no favorece la interoperabilidad con otros servicios extranjeros. Por lo tanto, «se impone un esfuerzo coordinado de nuestras tutelas para promoverlo con más fuerza, incluso impulsando las posibles interacciones de esta herramienta con las redes sociales» (Eric Verdeil [en francés]).

Y, sin embargo, este tipo de servicio podría crear verdaderos valores añadidos para el investigador y su institución. En la era de los macrodatos, de la ciencia electrónica y de las Digital Humanities, se podrían esperar funcionalidades más desarrolladas que simples medidores o sugerencias como las de Amazon. Y, si van a utilizar nuestros datos o los datos en acceso abierto, por qué no considerar, como algunas hacen aquí [en inglés], aquí [en francés] o incluso aquí [en ingles], que ofrezcan modelos de pago (según el principio Freemium) para el investigador (gestión de la identidad digital, herramientas de visualización, sugerencias más intensivas vía minería de textos, compra de documentos protegidas por los derechos de autor e incluso ayudas a la contratación) o para las instituciones (consejo y formación, colecciones institucionales, herramientas analíticas detalladas, enlaces hacia los recursos de la institución vía OpenURL, organizaciones de eventos [7] …). En efecto, las instituciones también pueden disfrutar de estas redes. Por ejemplo, el Instituto Histórico Alemán (IHA) dispone de cuentas en Academia para valorar sus diferentes colecciones digitales. A condición, sin embargo, de que estas plataformas e instituciones públicas compartan realmente las mismas políticas y los mismos intereses para el beneficio de todos y no sólo el de los inversores…

Notas:

[1] En cuanto a esta cuestión, podemos consultar las referencias indicadas: Odile Contat, «Réseaux sociaux pour les chercheurs – A lire ou à relire» [en francés] y los intercambios en torno al documento de Frédéric Clavert. «Appel à commentaires: pourquoi les réseaux sociaux pour chercheurs intéressent-ils tant?» [en francés].
[2] Citamos por ejemplo la jornada Identité numérique et visibilité du chercheur sur le web, organizadas en la Casa de Oriente y el Mediterráneo, el 6/12/2013 [en francés].
[3] «Join the global research community» (MyScienceWork), «Share research» (Academia), «For Scientists. Make your research visible» (ResarchGate).
[4] Carole Tisserand-Barthole. «Veille et recherche scientifique 2.0 : au-delà des ressources classiques». Bases, n°206, 09/2012. p. 1-6..
[5] A falta de control y deduplicación [en francés], por ejemplo, Academia propone cerca de un millón de research interests [en inglés](volver al texto).
[6] La nueva versión de HAL debe permitir crear un proyecto de federación de las identidades del investigador y permitir para ello generar su CV en más publicaciones (¿en relación con IdRef? [en francés]). Siguen en duda la adición de iconos para compartir en las redes sociales y una orientación más investigador-céntrica que documento-céntrica [en francés] (volver al texto).
[7] Para un ejemplo de este debate público/privado, podremos dirigirnos a la conversación en torno a la organización de la Open access week de 2013 [en francés] (volver al texto).

 

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