Los celos son un estado emocional que crea frustración por el sentimiento de pérdida de un afecto que antes se tenía y ahora no se tiene o no con la misma eficacia y frecuencia de antes. Sentimos celos cuando notamos que hemos perdido el amor de una persona querida. Este estado emocional tiene un componente objetivo ya que la situación ha cambiado y la atención hay que compartirla, pero también subjetivo en la medida en que no siempre está sustentado por hechos reales y suele estar provocado por la aparición (o sospecha de aparición) de algo (puede ser persona o actividad) que está ocupando el afecto de la otra persona. A largo plazo, también pueden aumentar la inseguridad en las relaciones con los otros, y convertir a quien lo sufre en una persona dependiente, obsequiosa hasta la sumisión con tal de no perder el afecto del otro.
En este artículo me gustaría hablar sobre los celos en los niños pequeños, cómo afrontarlos por parte de los adultos y algunas recomendaciones básicas para minimizar su impacto en el desarrollo emocional y en la formación de la personalidad. La llegada de un hermanito o hermanita, sus primeros días de guardería o que deja de dormir con nosotros y pasa a su propia habitación ya que se necesita la cuna para el nuevo miembro de la familia, suele desencadenar en los peques el desarrollo de celos. Estos se ven incrementados cuando percibe que se le da mayor atención al pequeño que a él/ella y suele sufrir periodos de tristeza, rabietas y llamadas de atención como hacerse pis.
¿Como afrontar de manera correcta estos celos?
El niño ha pasado de ser el pequeño a ser el mayor de la noche a la mañana. De ser el centro de atención de todos los adultos (abuelos, tíos, padres, vecinos, amigos…) a ser invisible. Tenía la atención exclusiva de mamá y ahora ya no la tiene, aunque alguien se ocupe de él. Dormía acompañado y ahora solo y en otra habitación. De día lo destierran a la escuela, lo dejan solo allí pretendiendo “que se lo va a pasar muy bien” y mientras en casa se queda “la nueva” con mamá que está pendiente de ella. ¡Cómo ha cambiado todo por el bebé!. Los comentarios son “él ya es mayor, quiere mucho a su hermanita, ¿verdad que sí, cariño?”. Eso sí, los padres se encargan de que cuando traen regalos a la pequeña le traigan algún detalle a él, “para que no tenga celos”…pero a él, el regalo más importante que era la atención y el amor de sus padres, ha desaparecido de un día para otro. En los niños pequeños es un problema muy frecuente al ser el período más importante, desde el punto de vista emocional en la evolución del apego afectivo.
Es importante saber diferenciar entre los celos y la envidia aunque sí se pueden relacionar. El celo implica sentimiento de pérdida de algo que se tenía antes y que ha pasado a pertenecer a otro. En la envidia, no siempre implica sentimiento de pérdida ya que, envidiamos porque deseamos algo que otro tiene y nosotros no. En el caso de los celos, sentimos que el objeto amado ya no nos prefiere, y en cambio prefiere a otro. Es hacia ese otro a quién van dirigidos los celos. Muchas son las causas que pueden disparar los celos, en la infancia, la más habitual es el nacimiento de un hermanito. En cierto modo, el niño se protege y reclama seguir teniendo la misma atención que se le dispensaba antes y que ahora tiene que ser compartida. Por tanto, tiene un cierto valor adaptativo. No obstante, en muchas ocasiones, la respuesta de celos es exagerada, prolongada en el tiempo y cursa con gran malestar y deterioro en las relaciones familiares.
Así pues, en todos los episodios de celos hay una experiencia subjetiva de malestar emocional y frustración independientemente de los hechos que la provoquen y perpetúen. Estas causas pueden, a su vez, ser reales y obedecer a hechos objetivos, o irreales (imaginadas o inventadas) en cuyo caso podríamos estar ante un trastorno clínico.
En el caso que hemos puesto de ejemplo, el niño se siente abandonado por sus padres, resentido con su hermanita y triste y enfadado con el mundo. Las decisiones tomadas para la reorganización en el momento del nacimiento son causas reales y justifican muchas de las estas emociones que siente el niño. Además de las emociones, el niño está recibiendo una realidad que favorece el desarrollo de una imagen negativa de sí mismo, pérdida efectiva del amor, del vínculo afectivo todavía en proceso de afianzamiento y pérdida de la disponibilidad de los cuidadores. Seguramente generará miedo al abandono y no se adaptará en la escuela.
Ya sabemos que el anterior es un caso extremo pero es útil para nuestra explicación y, como hemos dicho, más frecuente de lo que pensamos.
¿Qué influye en los celos?
a) Factores externos.
Las características y disponibilidad de los adultos, el clima familiar (tranquilo o problemático y conflictivo por diferentes motivos, incluida la situación económica), la división de roles en el cuidado de los hijos y la distribución del tiempo de atención a los mismos, los esquemas de relación dentro de la pareja, la situación emocional de los adultos, etc. son factores que tienen importancia en la aparición y mantenimiento de los celos.
b) El temperamento del niño o niña
Los niños más sensibles, dependientes, minuciosos, rígidos para aceptar cambios o novedades tienen mayor probabilidad para desarrollar los celos de forma extrema y dificultad para aceptar la llegada de un hermanito.
Cada niño percibe de forma diferente el afecto y atención dispensada por sus cuidadores, independientemente de la situación objetiva, de cómo se distribuya esa atención, de la ecuanimidad que pongamos en el cuidado de ambos. Esto también pasa en los adultos, con mayor razón en los niños pequeños.
c) la edad y diferencia de edad entre los hermanos
El apego se desarrolla y se afianza desde el nacimiento y los 4 o 5 años. Así pues, cuando la llegada de un hermano ocurre entre los 2 y 4 años, es posible que la percepción de la pérdida sea mayor y las estrategias para su comprensión también. El niño pretendemos que de la noche a la mañana se haga mayor y esto implica: que comprenda que a él le queremos igual, que tiene que querer a su hermano pequeño, que renuncie a la pérdida efectiva de atención y percibida de afecto, etc…. todo esto porque “es mayor”. Por eso muchos niños no quieren ser mayores, piden el chupete que habían abandonado, hay que ponerles de nuevo el pañal y, a veces, piden la cuna cuando ya dormían en cama o su lenguaje se torna ñoño e infantil.
Antes de dramatizar, hemos de ponernos en el lugar del niño, empatizar con él (observar e identificar qué ha cambiado en su vida). Comprender y no hacer interpretaciones negativas (“no le gusta ser el segundo, le gusta ser el rey”). Además, antes del nacimiento de un nuevo hermano planificar y realizar los cambios de forma paulatina: no coincidir con la escolarización, pasar de la habitación de los padres y la cuna a otra habitación y a la cama, a dormir en cama… Habrá que evitar recordarle al niño o niña “que va a venir un hermanito, que jugarán, que le dejará sus juguetes, que….” De forma machacona y repetida durante los nueve meses. Responder cuando pregunte pero no saturar al niño con los cambios que va a ver ni con lo que va a pasar. Esta insistencia no garantiza que lo pasará mejor.
Permitirle vivir activamente en el proceso del nacimiento también le ayudará a superar este periodo de celos, igual que el evitar el “destierro” fuera de casa, si es posible. Sería estupendo que pudiera conocer al nuevo hermano en el hospital y estar en casa para recibirlo. A partir de ahí tendremos cuidado con evitar las comparaciones entre los hermanos y evitar la cuantificación del amor: el amor es inmenso y hay para todos. Ya se encargan los propios niños de preguntar “a quién quieres más, a…o a ….”, no cometamos los adultos el mismo error.
Otros tips importantes son:
- No atender a las conductas de negativismo u oposición. Evitar que estas conductas se conviertan en la única forma de reclamar atención de los adultos por parte del niño.
- Ser muy cuidadosos en la atención dedicada al mayor, tanto en tiempo como en la calidad. Que haya momentos de atención exclusiva.
- Que no haya una distribución de niños y adultos. Que no haya asignaciones determinadas. El mayor debe compartir el tiempo con ambos progenitores para que no haya sentimiento de pérdida de ninguno de ellos.
- Atender y verbalizar las conductas positivas: cualquier intento de ayudar o colaborar en el cuidado o en la casa. Evitar la repetición continua de que “tú eres el mayor y ella es la pequeña”. Los niños luego se dan cuenta de que la pequeña es el elemento novedoso, objeto de comparación y admiración.
- Normalizar la vida en la medida de lo posible, hacer cosas en familia y evitar las díadas (mamá y el bebé; papá y el mayor).
- Mantener la serenidad y ser tolerante ante las conductas disruptivas. Dar tiempo al niño a tranquilizarse y no interpretar de forma negativa sus emociones. Hay que recordar que está permitido sentir y es bueno hablar de ello, lo que no está permitido es romper, tirar, pegar..etc.
- Dar al mayor cierto protagonismo por ser el mayor, pero que no sea siempre para aumentar la exigencia porque entonces preferirá ser pequeño.
- Permitirle disfrutar de ciertos privilegios que conlleva el ser mayor: tomar algunas decisiones dentro de su nivel de competencia, aumentar su grado de autonomía, promocionar la colaboración y agradecérsela….
- No olvidar que los celos son un sentimiento natural propio del ser humano y que, cuando se trata de niños pequeños es una emoción que no pueden explicar. No debemos hablar continuamente del tema y mucho menos estando los niños delante ya que puede enquistar el problema y no ayudará al niño a superarlo.
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