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La inteligencia humana

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Quizás nunca te hayas parado a pensar por qué el ser humano tiene el cerebro más desarrollado de todo el reino animal o cual es el motivo por el que somos inteligentes. Convivimos con ello, estamos acostumbrados a trabajar a diario con nuestro cerebro casi sin darnos cuenta y sin darle la importancia que tiene, pero lo cierto es que si no fuese así, tendríamos muchas dificultades para sobrevivir en la naturaleza.

El reino animal es duro. Las especias han luchado, desde que aparecieron sobre la superficie de La Tierra, por la supervivencia. Cada una de ellas ha elaborado sus propias vías para subsistir, adaptando sus características físicas de la forma más adecuada. Hay animales rápidos para cazar, otros fuertes y poderosos que son temibles a la hora de atacar o defenderse. También quienes optaron por desarrollar técnicas de camuflaje u otro tipo de defensa efectiva. Pero la evolución humana fue dotándonos de un don especial: un cerebro poderoso que nos ofrece una inteligencia fuera del alcance de otros seres y que nos permite adaptarnos prácticamente a cualquier situación.

 

¿Cómo se desarrolló el cerebro humano para hacernos inteligentes?

Este es un asunto que aún no está resuelto. La forma en la que el cerebro humano fue desarrollándose a lo largo de la historia es tema de conversación entre los científicos. Existen varias teorías al respecto, pero ninguna de ellas ha podido demostrar a ciencia cierta que es la verdadera.

Por un lado se habla de la hipótesis social. Esta gira en torno a que los primates primitivos fueron evolucionando su inteligencia gracias a su vida social. El hecho de vivir en grandes comunidades, la división en rangos sociales, el aprendizaje social, etc. fueron impulsando un desarrollo progresivo de la inteligencia que, junto a la evolución física de estos primates, dio lugar a la aparición de los primeros seres humanos como tales. Esta hipótesis es la que, hasta hace poco, era la mayormente aceptada.

Pero no hace demasiado surgió una nueva teoría, denominada la hipótesis ecológica. Esta pretende dar respuesta a aquellas cuestiones que la hipótesis social no responde. Se basa en que el desarrollo de nuestra inteligencia viene determinada principalmente por la forma de alimentarnos. El hecho de que desde antes de la prehistoria, los primates que evolucionaron hasta humanos fuesen capaces de seleccionar una alimentación que les proporcionase los nutrientes y energía necesaria, permitió un desarrollo cerebral más elevado que el de otras especies. A diferencia del pasto o las hojas de los árboles, conseguir frutos o ciertas plantas más nutritivas requería la capacidad de reconocerlas, diferenciarlas y recordar dónde encontrarlas. Y para ello cada vez se necesitó un cerebro mas poderoso, que a su vez permitiría desarrollar nuevas formas de alimentarse y de subsistir, aumentando poco a poco su capacidad intelectual.

Sea como fuere, lo cierto es que por mucho que nos parezcamos a los actuales primates o monos, la diferencia que separa a ambas especies es abismal. El ser humano, probablemente, nunca enconrará un ser que pueda igualarse a él en intelecto. Ahora solo falta que le saquemos partido para bien, aunque esto, últimamente parece que no lo tenemos tan claro.

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