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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Balance

El final de año es un momento propicio para hacer balance. También para proponerse nuevos retos para el año que está a punto de comenzar.

Lo cierto es que el año que ahora termina ha sido duro; demasiada tensión durante demasiado tiempo con noticias a todas horas que parecían querer recordarnos que el fin del mundo está próximo. No sé si las convulsiones que está viviendo el mundo presagian algo más allá de la coyuntura. No sería malo que así fuera. Los momentos de crisis traen normalmente aparejados cambios. El problema es que no sabemos a ciencia cierta si esos cambios serán para mejor o para peor.

Los movimientos que se han producido en varios Estados árabes, en los que la población reclamaba libertad (recuérdese Túnez, Egipto, Libia o Siria, entre muchos otros), englobados genéricamente bajo el término de primavera árabe, contrastan con la indolencia de las sociedades civiles de los Estados europeos, que hemos asistido sin inmutarnos a cómo los movimientos económicos han quitado y puesto gobiernos, sin que Europa tiemble.

Pareciera como si una vez conquistada la democracia, con lo que cuesta conquistarla, no tuviéramos problema en abdicar de ella. Llegará el día en que tengamos que volver a las calles a reivindicarla. Pero para entonces habremos perdido muchas cosas por el camino.

Para 2012, que tan negro nos lo pintan, lo necesario es sentido común y responsabilidad. No ya a los políticos, sino a todos y cada uno de nosotros. A ver si es posible que con cabeza esto pueda ordenarse un poco.

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Y España votó

En esta marabunta de idas y venidas, de políticos de quitan y pon, organizada por esa entelequia a la que llaman mercados, parece hasta reconfortante que en España al menos nos hayan dejado elegir a nuestros representantes, aunque la elección haya estado tamizada siempre por lo económico que ya no deja nada sin influir.

Ahora me preocupa si será cierta esa fortaleza que al Gobierno han otorgado estas urnas y tantos escaños servirán realmente para hacer frente a los mercados y también a Europa, para imponer un poco de racionalidad en todo esto, o esta mayoría absoluta que ha obtenido el PP no servirá más que para lanzarse en brazos del neoliberalismo más absoluto.

Y cuando la batalla económica escampe, si es que escampa que confíemos que así sea, lo siguiente será comprobar si todos los derechos que se han conquistado en estos últimos años no quedan más que en aguas de borrajas. Sería tan doloroso que así fuera…

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¿Desde cuándo votan los mercados?

No sé si habrá alguien que lea este blog. A juzgar por los pocos o nulos comentarios, lo dudo. Y aunque aspiro a que sea un lugar de pensamientos compartidos y si es posible generar el debate, entretanto no me resisto a utilizar este espacio para decir que NO SALGO DE MI ASOMBRO. No entiendo cómo asumimos como si nada, que en Grecia o en Italia se estén quitando gobiernos legítimamente elegidos para sustituirlos por otros, a merced de lo que parecen querer los mercados. ¿Pero es que nos hemos vuelto todos locos? ¿No hay nadie en la Unión Europea capaz de frenar esta oleada de despropósitos? ¿Tan poco contamos ya los ciudadanos? Tengo la sensación de estar asistiendo al declive absoluto de la Unión Europea. Todo se derrumbando ante nuestros ojos. Y todo debido a la conspiración orquestada de eso que se llaman los mercados que están empeñados en que caiga el euro. Y al final lo conseguirán, claro. La política se pliega una vez más ante el neoliberalismo más voraz. ¿Cuántas más capitulaciones se harán? ¿Tan grande es el monstruo que hemos construido llamado Europa, que engulle libertades y democracias como si nada?

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Elecciones generales 2011: lo que se juega la Universidad

No sé si la sensación que tengo respecto de estas elecciones estará o no muy extendida. Particularmente, pienso que son unas elecciones descafeinadas. Hay ausencia de debate político y parece que todo está ya decidido desde hace muchos meses. Quizás desde aquel mayo de 2010 en que el Presidente del Gobierno dio un giro inesperado a sus políticas y de la noche a la mañana abandonó lo que había sido su línea de gobierno en los últimos años para ceñirse o  plegarse a las exigencias que venían de Europa (o de los mercados de Europa).

A mí me hubiera gustado asistir a un debate de mayor nivel y más amplio que el que tuvimos la oportunidad de presenciar el pasado 7 de noviembre. Fue la puesta en escena de lo ya anunciado. No hubo nada nuevo bajo el sol.

Y claro, los ciudadanos, si atendemos a que todavía la democracia está en el pueblo, y no en los partidos políticos, que parece que la tienen secuestrada, esperábamos otra cosa. Esperábamos soluciones, posicionamientos. No reglas de perogrullo que entiende cualquiera, pues claro que todos sabemos que en el empleo está la clave del problema. La cuestión es de qué manera se genera empleo, y se hace crecer una economía que durante demasiado tiempo se ha asentado en el “ladrillo”. De eso no se habló ni se habla.

Y no sé si es porque ya todos estamos cansados; porque la desidia ha inoculado nuestras vidas o por qué, pero lo cierto es que ustedes como yo habrán observado que de Universidad prácticamente no se ha hablado en la campaña. Y lo que dicen los partidos políticos en sus programas tampoco tranquiliza. Hablar de Universidades de Excelencia está muy bien, pero sin apoyo económico es hablar de utopías, una vez más.

Hubo un tiempo en que algunos inocentes pensamos que los gobiernos iban a darse cuenta de que una de las principales herramientas para poder salir de la crisis estaba en la Universidad. Apoyar la Universidad supone abrir vías nuevas de desarrollo económico, en muchos casos, que en España apenas se habían empezado a explorar. Reducir los fondos destinados a I+D+i ha sido la prueba evidente de que no se ha querido o no se ha sabido dar un giro adecuado para reconducir la economía por otros caminos, diferentes a los ya transitados, conocidos y fracasados.

En vez de eso, nos encontramos con una terrible diatriba: mantener Universidades públicas sin fondos frente a privatizar Universidades. Evidentemente, frente a privatizar o tener menos fondos, yo elijo seguir manteniendo Universidades públicas. Pero me gustaría que en este debate escaso de ideas que se está produciendo en estos días, los políticos también escucharan a los ciudadanos, y quizás se darían cuenta que el compromiso que muchos, la mayoría, tenemos con el Estado del bienestar que tanto ha costado construir va más allá de unas siglas políticas. Los partidos tienen que adaptarse a lo que son, instrumentos de representación de la soberanía, y dejar de ser lo que aparentan,  liga de colegiales interesados en ganar el mayor número de sillones donde colocar a los amigos.

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En la encrucijada

Pensarán que soy recurrente, si vuelvo de nuevo a hablar de la situación económica y política que vivimos, pero es sabido que normalmente se escribe sobre lo que a uno le ocupa o le preocupa, y ciertamente, desde hace meses la sensación de que vivimos permanentemente al límite me preocupa.

Me preocupa que la idea de Europa se haya visto tan afectada y de forma tan negativa en los últimos meses. Sin duda, haría falta mucho más que un post para analizar con un mínimo de rigurosidad de dónde vienen estos lodos, y no pretendo con estas líneas descubrir nada que no se sepa, pero me parece que más que la idea económica, lo que vuelve a estar en juego es la idea política de Europa. Es cierto que el carácter económico de la Unión Europea ha estado en sus orígenes y que hoy en día es de vital importancia. El euro, que es el principal problema ahora, fue uno de los incuestionables logros de esa política económica que comenzó a fraguarse hace más de 50 años. Pero para que el euro fuera posible, fue necesario la apuesta decidida de algunos Estados de la Unión que lo vieron como una posibilidad para fortalecer sus exportaciones y en consecuencia sus economías. Ahora, cuando los ataques de los mercados han dañado la credibilidad de la idea misma del euro, y por extensión de la Unión Europea, es cuando nos damos cuenta de lo débil que era todo. Y lo es porque no se ha avanzado suficientemente en la idea política de la Unión Europea. Lo económico está muy bien, pero se necesita un refrendo político fuerte para no caer. Esa fuerza política falla y ahí nos vemos con la vergonzosa letanía que todos los días está en las noticias de incapacidades demostradas de hacer frente a la situación en que nos encontramos. Grecia ocupa buena parte de los desvelos, pero no nos engañemos, es un problema endémico que no parece que haya en estos momentos políticos con la suficiente solvencia para hacerle frente.

Espero que no se cumplan los presagios de los más agoreros y Europa no termine por hacerse añicos. Pero en estos momentos o se cambia de dirección o estamos abocados al fracaso.

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Por fin. ETA se acaba

Entre tanta mala noticia, no quiero dejar pasar ésta que a todos los que creemos en la democracia nos debería alegrar. Ese comunicado, tan largamente esperado, se produjo ayer tarde y desde entonces parece que la fuerza con la que es posible respirar se ha incrementado. Porque querámoslo o no, y aunque detrás de esta noticia todavía quede por andar un camino largo y difícil, lo cierto es que nos hemos liberado de una lacra que ya pesaba demasiado y que nos asediaba desde hace demasiado tiempo.  A las víctimas, hoy, hay que tenerlas más presentes que nunca, porque ellos han puesto algo más que palabras para que esto pudiera solucionarse. El coraje que han demostrado dista mucho de ser normal. Coraje y temple, y muchas lágrimas que hemos compartido todos, cuando nos asomábamos a un nuevo atentado. Hay que reconocer también la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, jugándose la vida literalmente, para debilitar a esta banda terrorista y, por supuesto, a los mandos políticos, a todos ellos sin excepción, aunque haya algún exministro del Interior que por cierto fue muy bueno, que ahora parece que haya perdido la cabeza y va diciendo a diestro y siniestro barbaridades. Desde luego, hoy la democracia ha ganado.  Y confío en que lo que debe venir ahora, que no será fácil, se pueda resolver con firmeza, coraje y temple, que ha sido lo que ha caracterizado la lucha antiterrorista durante los últimos 43 años.

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Los pesimistas también se equivocan

Ayer noche escuché un programa en la Cadena Ser con el que disfruté especialmente. Se trataba de analizar la situación de crisis económica y para ello, Iñaki Gabilondo, del que me confieso firme admiradora, entrevistaba en la primera parte al ex presidente Felipe González y en un segundo tiempo, varios expertos economistas opinaban sobre lo dicho por González y ofrecían sus análisis sobre la realidad que nos acompaña.

Después de escucharlos, donde se mezclaban desde ojalá que erradas premoniciones de caos total o la hecatombe más absoluta, hasta llamadas a la confianza y al optimismo diletante, pasando por más o menos acertadas aportaciones de soluciones al problema irresoluto que ya nos entretiene demasiado tiempo, Iñaki Gabilondo terminaba con esta frase que da título a mi entrada de hoy: “Los pesimistas también se equivocan”.

Y me quedé pensando en el significado de esta frase. Porque por un lado puede tratarse de un convencimiento interno de que nada sea tan malo como parece y por otro, puede constatar un aforismo lógico: nadie tiene la varita mágica para adivinar el futuro. Así que puede que todos los agogeros se equivoquen y esto no sea más que una mala pesadilla.

Pero están los indicios y esa cifra de parados que nos acompaña que cada vez es más abultada. Y con las políticas que se están poniendo en marcha de contracción del gasto, no parece que la cosa vaya a ir mejor.

Yo no soy economista. Pero estoy en el mundo y observo, leo, escucho y pienso. Y eso me hace temer que estamos poniendo todo de nuestra parte para que los pesimistas no se equivoquen. Los pasos que están dando los gobiernos están ahondando en el mal, haciéndolo mayor. No atender a la economía real y apostar por una economía financiera, parece obvio que iba a llevarnos a esto. Pero lo que me preocupa es que no sólo no se corrige el sentido de la marcha, sino que vamos de nuevo en la misma dirección. En vez de apostar por una economía productiva, que genere empleo, por ejemplo a través del I+D+i, se opta por seguir el camino que ya sabemos a donde nos ha llevado.

Con estos políticos es muy fácil no equivocarse.

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