En esta volátil realidad que vivimos, donde los acontecimientos se superponen unos a otros, donde todo parece tener lugar al mismo tiempo, donde la información cuando no la opinión todo lo invade, los datos, los números nos ayudan a dibujar con mayor nitidez las realidades. Se lleva una contabilidad anual de los fallecimientos por accidentes de tráfico, y se sacan los datos históricos en cada campaña para comprobar cuál es la tendencia; se hacen cálculos también para ver lo que nos va a costar a cada español el rescate de las autopistas y se nos dan datos, veraces o no, para minimizar lo que es una inmoralidad a todas luces, puesto que con nuestro dinero se rescatan empresas y no personas, de carne y hueso. ¿Acaso no se nos debería preguntar a todos los que vamos a pagar este desastre si queremos hacerlo o si preferimos que nuestro dinero vaya a otros fines, más en la línea con lo que cada uno cree y piensa? Hay datos también de las mujeres asesinadas por violencia de género. Se cuentan por números. Y estos números sí que me provocan una tristeza extrema. Cuando este fin de semana se decía “tres víctimas de la violencia machista en tan sólo 48 horas” algo no me sonaba bien. Como tampoco los titulares de ayer y de hoy que hablan de un periodista al que identifican con nombre y apellidos y ponen delante de su mujer “el periodista… hallado muerto junto a su mujer”, a la que todo indica que ha asesinado y luego se ha suicidado. Imagino que los medios serán conscientes de la importancia que tiene contar bien las noticias y no introducir ciertos sesgos en las mismas, y sin embargo, es rara la noticia de estos casos que no esté repleta de una visión machista de la realidad. Está claro que combatir la violencia de género es difícil, y que se ha repetido hasta la saciedad que la clave está en la educación, en los colegios y en las familias, sin que luego eso tenga un verdadero recorrido y seguimiento. Pero hay otras cuestiones, estas jurídicas, que a mi juicio aún no se han encarado debidamente. Por ejemplo, no es comprensible que un hombre que tenga orden de alejamiento sobre su mujer (y mucho menos si ya ha sido condenado) pueda seguir ejerciendo el derecho de visita sobre sus hijos. Los hijos, particularmente si son menores, son las víctimas más indefensas en toda esta lacra, y en muchas ocasiones no se les da el tratamiento idóneo. Un hombre que ha maltratado a una mujer no merece, a mi juicio, seguir teniendo la patria potestad sobre sus hijos. Sí, sé que muchos civilistas no estarán de acuerdo con lo que digo, pero si la violencia se ejerce en el hogar, los niños también son víctimas y como tales deben ser protegidos. También creo que es importante que el entorno ponga cara y nombre a los maltratadores, por lo que las órdenes de alejamiento deberían comunicarse a los centros de trabajos de estos. Ahora, todos los que maltratan, los que asesinan se amparan en el anonimato, pero si su nombre circulara por donde se pueden sentir más vulnerables, quizás estaríamos en otro escenario. Los datos están ahí y hablan por sí solos.
Archivo | 22 junio 2016
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