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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | 22 junio 2016

Transpandemia

Probablemente para analizar de forma correcta la coyuntura del momento que estamos viviendo habrá de pasar tiempo. La distancia a veces contribuye a proporcionar la justa medida de las cosas. Los matices son siempre necesarios para aportar valor a un cuadro que, aunque en sus trazos gruesos ya se intuye, la visión final la darán los múltiples matices.

Pero con esos trazos gruesos, ya podemos intuir que vamos a necesitar mucha mesura para poder gestionar de manera adecuada todo lo que nos está pasando. La transpandemia llegará y necesitamos estar preparados. Para ello es conveniente que nos demos cuenta de que como consecuencia de ella se están manifestando algunas taras que como sociedad ya teníamos y ahora con esta crisis se están evidenciando de forma más brusca. El aumento de los discursos de odio nos tendría que preocupar a todos, pero de forma singular a las instituciones. A todas. La pobreza espiritual, y con ello no me refiero por supuesto a cuestiones religiosas, sino al entramado interior forjado en valores sólidos y en una ética ciudadana, está aflorando con tal virulencia que deberíamos estar todos pensando ya en cómo llenar este vacío para reconducir el barco. Seguir haciendo lo mismo que hemos venido haciendo quizás no sea la solución. Lo mismo hay que empezar a plantearse de forma seria cómo contribuir a tener sociedades más sólidas, más comprometidas con el espacio y el tiempo que nos ha tocado vivir.

Necesitamos un cambio de enfoque profundo basado en el conocimiento y la búsqueda de verdades que nos permitan avanzar. Seguro que por deformación profesional considero que la solución está en la formación. Pero no solo en la formación con el objetivo de tener un título para después quedar integrados en el mercado laboral. Igual ha llegado la hora de replantearse que la Universidad puede y debe aportar mucho más que competencias y capacidades orientadas al mercado. El compromiso ético con las sociedades también se puede adquirir. Pero para ello las Universidades deben estar preparadas y orientadas para ello. La Universidad debería,  por otro lado, ser mucho más permeable a los problemas sociales. Disponer de porosidad. Estar atenta a lo que la sociedad demanda y aportar soluciones.

A estas alturas, deberíamos estar todos ya planteándonos nuevos escenarios. La Universidad puede y debe ser motor de recuperación. Pero no puede seguir haciendo lo mismo. Porque las circunstancias son otras. Muy otras. La Universidad del siglo XXI aún no ha llegado. Y vamos tarde.

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