No siempre los adioses son iguales. Algunos son silenciosos, otros son portazos, y algunos, sólo algunos, marcan impronta.
Irse de un sitio en donde has compartido espacio de trabajo durante más de diez años, con el corazón encogido, lleno de agradecimiento y con cierto miedo también a lo desconocido. Con personas que te muestran su cariño, su respeto y su reconocimiento. Con sentimientos encontrados, entre la alegría y la tristeza. Son muchas emociones las que hoy hemos vivido.
Por mi parte, sólo puedo dar las gracias a todas esas personas que han cuidado de la persona a la que quiero durante tanto tiempo. Y que tanto me han ayudado a mí también, muchas veces, para poder conciliar, con todas sus dificultades.
Ahora comienza una nueva etapa y todo está por escribir. Pero vamos con toda la ilusión del mundo. También con el compromiso y la experiencia atesorada durante estos años. Mucha suerte, compañera.