Que el 95 % de los españoles perciba que hay una presencia evidente de la corrupción en nuestras instituciones, debería hacer recapacitar a toda la clase política y a toda la sociedad. Lo que está pasando en España o no tiene nombre o si lo tiene mejor es no pronunciarlo. Porque no parece normal que con todos los casos de corrupción que diariamente ocupan los periodicos, informativos, programas de radio…, todavía no se haya arrancado un paquete de medidas serias que se ocupen de este lastre. El no hacer nada, el mirar para otro lado, sólo contribuye a aumentar esta fuerte percepción de que la corrupción es generalizada. Hablamos de percepciones, no de realidades. Estoy segura que la mayoría de los políticos están en política con el objetivo de servir a los intereses generales. El problema es que los casos tan señalados que nos ocupan todos los días y que afectan a las más altas instituciones lo tiñen todo. Sería muy fácil, no obstante, contribuir a que esta percepción desapareciera. Debería el gobierno poner a disposición de los magistrados más medios para que la instrucción de estos vergonsosos casos no se prolongue durante tanto tiempo. Y, de otro, el papel del Ministerio Fiscal debería ser más en favor de la legalidad que en interés del gobierno de turno. No sé si no se dan cuenta del flaco favor que hacen a la justicia con esos bandazos que dan en algunos significativos casos. Los partidos no deberían llevar en sus listas a ningún imputado. También deberían hacer públicas sus cuentas para despejar cualquier sospecha de financiación ilícita. Los cargos públicos, haciendo alarde de lo que piden a los ciudadanos, deberían todos, sin excepción bajarse un 10 % el sueldo, que es la media de lo que se nos ha bajado a todos los trabajadores. Y así un largo etcétera. Seguro que si se sientan un ratito se les ocurrirían muchas medidas que podrían tomarse para combatir esta vergonzosa percepción.
Es verdad que si se hiciera todo esto, algunos todavía seguiríamos teniendo vergüenza de tener al frente de las instituciones a personas tales como el presidente del gobierno que este fin de semana se despachaba con la comentada frase dirigida a Rubalcaba, mandándolo callar si no le rendía pleitesía: “tú, y cuando digo tú, me refiero a él, tú o te callas o reconoces el mérito de la gente”. Sí, se ve que tenía un lío el hombre con los pronombres. Se cree que todos somos igual que él y que no entendemos a la primera a quién iba dirigido el mensaje. Lo que pesa de verdad es que con todo lo que se han llevado por delante, encima presuman de ello y además impongan la mordaza que es una cosa que al parecer les gusta mucho. Si es que vienen elecciones, y otra vez el cuento de la lechera tiene que ser contado, si no, ¿de qué?
Archivo | 22 junio 2016
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