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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Ahora que no nos escucha nadie

Les diré que en este lodazal que tanto asco da de en lo que se ha convertido España, aún existen realidades más mezquinas, como la forma en que se está comportando la Unión Europea con las personas que han tenido que salir huyendo de Siria. Es tan duro ver a niños a los que sus padres no dudan en enfrentarlos al mar con raquíticos salvavidas para intentar huir del infierno, y encontrarse, de lograr sobrevivir, con que el gigante defensor de los derechos humanos, les cierra sus puertas… A mí me produce dolor y vergüenza. Dolor porque pienso como madre en el grado de desesperación tan tremendo que deben sentir quienes exponen a sus hijos a la muerte y vergüenza por formar parte de una farsa como es la Unión Europea. Está visto que el ser humano no aprende y que repite a cada cierto tiempo su historia. El hombre es un lobo para el hombre, decía Hobbes…
Ahora que no nos escucha nadie les diré que pese al pesimismo que me invade, estoy convencida de que la sociedad civil algo tiene que decir y hacer en toda esta situación. No es posible que releguemos nuestras obligaciones como seres humanos en unos gobiernos insolidarios, insensibles, inhumanos. No sé bien cómo, pero algo tenemos que hacer.

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Asco

La segunda acepción del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, define asco como “impresión desagradable causada por algo que repugna”. Y eso es exactamente lo que me produce, repugnancia, la ristra de casos de corrupción que nos asola. Es tremendo, pero asomarse cada día a la prensa supone ver desfilar uno detrás de otro casos y más casos de corrupción. Corrupción privada (hoy hemos conocido el caso de Vitaldent) y corrupción pública, de la que si enumeráramos todos los casos tendríamos para llenar varios folios.
Cuando la corrupción pública no es aislada sino que afloran casos en los que existe un mínimo común denominador, donde un partido se financia ilegalmente a través de concesiones de obra pública o de otro tipo de negocios, ya hablamos de cosas más graves, hablamos de corrupción sistémica porque del sistema forma parte y si un partido político tiene ya tantos casos, si está encausado en un procedimiento penal por borrar, supuestamente, los ordenadores en donde se encontraban pruebas incriminatorias de su práctica, díganme qué puede hacerse ante esto. Fernando Flores publicaba recientemente un artículo muy interesante donde analizaba desde una perspectiva jurídica las dificultades de disolver a un partido político en estos casos. Sí, soy consciente de la complejidad jurídica que tiene disolver un partido político; lo que ya no me cabe en la cabeza es que aun consciente como somos todos de esta realidad punitiva haya gente, mucha gente, que los sigan votando. Algo no funciona.
Y si en estas estamos, y es posible pactar un gobierno de distinto signo político que mande al purgatorio durante bastantes años a quien no sabe hacer uso legítimo de sus facultades, y aun así nos perdemos en soberbias, subterfugios de cuestionables consultas y anteponemos los egos a lo que necesita e interesa a la gente, vendiendo de nuevo humo, pues todo encaja. Este país, definitivamente, no funciona.

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En este compás de espera

Parece que después de los resultados de las elecciones del 20 de diciembre nada es lo que era, aunque yo pienso que todo sigue siendo lo mismo, de ahí que nos encontremos como nos encontramos. Y me explico. La entrada de dos nuevos partidos políticos con fuerza en el Congreso, sólo ha provocado que los que tradicionalmente eran los partidos mayoritarios, ahora lo sigan siendo pero con menos apoyo. Siguen por tanto encabezando las posibilidades para formar gobierno. Pero quizá por falta de costumbre o por falta de destreza a la hora de manejar escenarios nuevos, los partidos políticos “veteranos” se encuentran encallados intentando respirar como pueden, aunque algunos (PP) han decidido dejar de respirar antes de tiempo, y otros, los nuevos, se manejan con cierta rigidez imponiendo líneas rojas por doquier, sin que parezcan estar realmente por el diálogo. Igual me equivoco, pero temo que en este escenario lo más probable sea la repetición de elecciones, lo que sería un fracaso para el sistema en toda regla. Y si esto se produjera, ciertamente, el único Partido que parece haber asumido la complejidad de la situación es el PSOE, si bien es verdad que a su líder, este escenario, tal y como está el panorama en su partido, es el único que le beneficia. Pero el PP se ha retratado negándose a aceptar la investidura lo que demuestra su talla democrática. Eran ellos o la repetición de elecciones, sin entender que los escenarios posibles inexplorados por ellos eran más amplios.
Y en este compás de espera, donde todo está enturbiado, resulta que están en prisión dos titiriteros acusados de apología del terrorismo… Y yo me pregunto que en qué país vivimos.

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Que no

Que no hay derecho que en pleno siglo XXI, ante nuestras narices, hayan desaparecido más de 10.000 niños desplazados por el conflicto que asola Siria (https://www.unicef.es/actualidad-documentacion/blog/ayuda-refugiados-10000-ninos-desaparecen-en-europa). Que clama al cielo que hayan desaparecido en Europa, a donde huían del horror esperando encontrar en nuestras fronteras una vida mejor, o al menos, una vida sin hambre y sin temor a sufrir las atrocidades de las que todos los días nos llegan noticias. Que no es posible que esta Unión Europea asista impasible, con los brazos caídos y como si con sus gobiernos no fuera a esta tremenda tragedia. Se está demostrando que la Europa de las libertades, de la sensibilidad compartida por el respeto a los derechos humanos no era más que una falacia; un envoltorio con lo que recubrir lo que realmente hay de fondo, entente cordial basada en el egoísmo de los Estados que sólo miran lo económico, lo rentable despojados de toda humanidad y solidaridad.
Sinceramente pienso que los ciudadanos tenemos que empezar a enarbolar la bandera de la apostasía europea. Porque muchos no queremos que esta inhumanidad, este mirar para otro lado frente al sufrimiento humano, sea una seña de identidad que nos define como ciudadanos de una Unión en proceso de descomposición. Algo tendremos que hacer, porque humanamente no podemos admitir que con nuestros nombres, con nuestros impuestos, con nosotros se mantenga una Unión que no sólo permanece impasible ante el dolor, sino que no es siquiera capaz de poner medios para proteger a los niños e impedir que caigan en las mafias que trafican con personas.
Que en pleno siglo XXI tengamos que vivir tremenda incompetencia…

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