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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Adiós, 2014.

Da vértigo comprobar cómo se suceden los años. Parece que fue ayer cuando hacía balance de lo que había sido el 2013 y las esperanzas que depositaba en 2014. Creo que la velocidad a la que pasan los años es directamente proporcional a los años que cumplimos…
A horas de que finalice este año, me van a permitir que únicamente les desee lo mejor para el 2015. Que sigan persiguiendo la utopia, porque, como dice Galeano, es la única forma de caminar.
Navidad 2014

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A vueltas con la Universidad

No alcanzo a ver qué finalidad tienen los artículos que se están publicando últimamente en el Diario El País sobre el estado de la Universidad española, a cual más alentador (entiéndaseme la ironía). Ayer, otro autor, catedrático para más señas de Derecho Constitucional, se descolgaba con un artículo que no tiene desperdicio. De los tres problemas que él considera que tiene la Universidad española, me detendré sólo en uno de ellos: en los criterios de acceso al profesorado. Para él el actual sistema de acreditaciones favorece la endogamia (otra vez, la palabra maldita), frente a los tradicionales sistemas de oposición en los que el aspirante tenía que medirse ante cinco profesores de su misma especialidad y en esa lid, a su juicio, sí podía elegirse a los mejores. El Pfr. Carreras ignora que tras haber obtenido una acreditación hay que pasar todavía ahora una oposición. Es más, seguro que se le ha olvidado que antes, cuando no existían las acreditaciones ni las habilitaciones, uno podía llegar a catedrático a muy temprana edad, probablemente sin sexenios, cuando ahora se puede pasar perfectamente de los 40 sin haber llegado a profesor titular. Los que somos más jóvenes hemos pasado ya por tres acreditaciones, las de ayudante doctor, las de contratado doctor y las de titular de universidad. Para llegar a lo más alto del escalafón hay que pasar además la acreditación de catedrático de Universidad. Que este sistema pueda no ser el idóneo, no justifica que el otro lo fuera. En el anterior sistema de oposiciones desempeñaban un papel vital las escuelas, como también lo juegan ahora en el sistema de acreditaciones. Pero puestos a medir los filtros que permiten seleccionar a los mejores, no podrá negar que existen ahora más que antes. Está visto que nadie mejor que el “homo universitarius” para contribuir a un debate vano. En la Universidad habrá profesores mejores y peores, los habrá más o menos cualificados, y el sistema para seleccionarlos será más o menos objetivo, pero de lo que no cabe duda es de que los que nos dedicamos por vocación a la enseñanza universitaria estamos ya muy cansados de quienes erigiéndose en defensores de no sé muy bien qué valores y desde su cómoda cátedra universitaria se dedican a enfangar más a una institución que debería mimarse y no vapulearla.

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Música y letra de Podemos

En la situación en la que España se encuentra no es de extrañar que a muchos les guste la música de Podemos. Suena a cambio, a gente joven y con ganas de trabajar por el interés general; suena a regeneración democrática, a devolver, dicen, el poder a los ciudadanos. Música celestial para los oídos de muchos que opera casi como tabla de salvación ante tanta frustración. Pero a la música hay que acompañarla de letra, si queremos que sea una canción que de verdad diga cosas tangibles, y no sólo que nos evoque sensaciones placenteras. Y ahí es donde creo que todavía a Podemos le queda mucho por hacer. Leí la semana pasada el programa económico que Podemos presentó como punto de partida para un debate más amplio. Y lo cierto es que me quedó un sabor agridulce. Demasiados brindis al sol. Demasiadas vaguedades. Es verdad que tanto Juan Torres como Vicenç Navarro, profesores que lo han elaborado, tienen detrás una larga trayectoria académica y profesional que los avala de forma indiscutible. Pero a mí la lectura del programa me hizo dudar de que música y letra casen. Habrá que esperar a que vayan madurando. Sobre todo para intentar convencer a muchos escépticos de que realmente lo que venden no es humo.

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Universidad, endogamia y otras creencias

De vez en cuando algún medio saca en portada a la Universidad. Y curiosamente siempre o la mayoría de las veces no es para ensalzar su labor, sino para destacar algún que otro de sus males. Hoy en el Diario El País, se publica una noticia en la que se pone el acento en la endogamia. Al parecer el Ministerio de Educación se ha puesto a gastar el tiempo y el dinero de todos en cuantificar cuántos profesores pertenecen a la Universidad en la que se han formado, y a eso lo califican, sin pudor, como endogamia. No seré yo la que diga que el sistema universitario es un sistema inmaculado en el que el mérito y la capacidad alcancen el sitio constitucional que le corresponde. Todos somos perfectamente conscientes de que hay muchos casos, muchos de ellos judicializados, en los que la pugna por una plaza se ha convertido en guerra cruenta que ha desgastado tanto a las personas (muchos más a ellas) como a la propia Universidad. Pero no me parece justo extender la idea de que porque un profesor se haya formado en esa Universidad ya a priori estemos ante un caso de endogamia.
A la Universidad le asolan muchos males, entre otros y el principal, si hablamos de la Universidad pública, la falta de financiación. Desde que trabajo en la Universidad no he apreciado en ninguno de los partidos que han gobernado verdadera creencia en lo que supone un buen sistema universitario. Siempre se va a lo anecdótico, sin reparar en que el germen y desarrollo de uno de los principales principios constitucionales, la igualdad, está en ella. A los que provenimos de orígenes humildes nuestros padres nos inculcaron desde bien pequeños el valor del esfuerzo. Para ellos poder enviar a estudiar a la Universidad a sus hijos era una especie de premio, que alcanzaban con mucho sacrificio. Todos los que tienen la suerte de llegar a la Universidad deberían reparar que llegan a ella no sólo por méritos propios, que también, sino porque sus padres o sus familiares han creído que esa era una buena opción para labrarse el futuro. Ojalá esto siga siendo así y no cambie nunca. La Universidad, con mayúscula, encierra todo lo que uno quiera y más.
Eso que llaman endogamia, es sólo una piedra en el zapato, pero no es el zapato.

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