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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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¿Qué Educación?

Es curioso que una ley tan importante como la que pretende regular la Educación en nuestro país concite tan pocos apoyos. Parece ser, por lo que se ve, que sólo cuenta con el apoyo del ministro del ramo, Sr. Wert  y de la jerarquía eclesiástica, muy contenta por cómo queda la religión en el futuro plan educativo. De estos escasos apoyos, y de que se trata de la enésima reforma de la educación en España ya podemos intuir su vigencia; probablemente fugaz. Lo que seguirá redundando negativamente en la sociedad en su conjunto. Hay cosas con las que los partidos políticos no deberían “traficar”. Y sin duda la educación es una de ellas. No acabo de ver la necesidad (si no es necesidad espuria) de que deba cambiarse la ley reguladora de la educación cada vez que hay un cambio de signo político en el Gobierno. ¿Acaso no es una materia lo suficientemente importante como para intentar lograr consensos y pactos? ¿Qué hay detrás de esa necesidad de controlar la educación? ¿Por qué hay tanto temor a idear una educación que enseñe a los alumnos a pensar y no que en un sentido o en otro adoctrine? Quizás por aquello que decía Huxley, “cuando un individuo piensa, la sociedad se tambalea”.

Todos deberíamos pensar en qué educación queremos dar a nuestros hijos. Y me interesa tanto o más el sistema como quiénes conforman el sistema. La necesidad de establecer exámenes o reválidas a cada poco choca con lo que se ha potenciado desde Bolonia a nivel universitario, en el que se nos ha intentado convencer que los exámenes no eran lo mejor, que había que apostar por una evaluación continua. Ahora que eso se está haciendo, quieren cambiar el sistema de evaluación de los niveles inferiores. ¿A qué estamos jugando? Lo importante son los conocimientos que se transmitan y cómo se transmitan; si no damos más margen de maniobra a los profesores, si no que por el contrario intentamos encorsetarlos en un sistema que apenas deja respirar, poco estaremos contribuyendo a crear un sistema educativo sólido. Y si los conocimientos van a venir diseñados por un Ministerio que no cree en la educación universal, sino sólo en las élites, involucionaremos cincuenta años.

La LOMCE apuesta por reconocer los talentos y potenciarlos, promoviendo una diversificación desde muy temprano que no es más que un clasismo indisimulado y segregador que puede volverse pernicioso si no se enfoca de forma adecuada. Es una ley que apuesta por la competitividad y busca una empleabilidad que el sistema educativo, a mi juicio, no tiene que proporcionar principalmente. Los fines de la educación deben ser otros, más cercanos a los que apunta ahora la LOE. La educación debe buscar la equidad, la inclusión, la cohesión social y la potenciación en el ejercicio de los valores democráticos. No introduzcamos el mercado ya desde los inicios de la formación. Apostemos por crear individuos con sólidos conocimientos y con herramientas suficientes para que sepan discernir, para que aprendan a elegir, para que decidan cómo y hacia dónde quieren caminar. Potenciemos una educación de valores y no caigamos en el error de utilizar a la educación para adoctrinar. Su fin nunca ha sido ese. Que se lo pregunten a los clásicos.

 

 

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Veinte años después

Probablemente si nos propusíeramos definir el concepto “amistad”, cada uno resaltaría un aspecto diferente, haciendo hincapié en lo que más se valora de un amigo, pero quizás todos confliuríamos en la sensación de calorcito que te proporciona saberte parte del otro; saber que ese otro estará ahí pase lo que pase…, aunque pasen veinte años. Este fin de semana he tenido la suerte de comprobar ese calor; esa sensación de bienestar que proporciona saber que aunque hayan pasado veinte años desde que nos conocimos, al comienzo de nuestra carrera universitaria, y aunque nuestros encuentros hayan sido esporádicos, no todo los frecuentes que nos hubiera gustado, nos reunimos y comenzamos a hablar como si el tiempo no hubiera pasado; con los sentimientos y el cariño profundo incólumes, y con la alegría de comprobar que nuestras familias van creciendo, haciendo la arboleda cada vez más grande.

No pretendo ponerme trascendente, pero si echo la vista atrás y pienso qué hubiera sido mi vida sin estas personas a las que tanto quiero, seguro, seguro que no hubiera sido igual. Espero que nos sigan quedando muchos encuentros, y muchas sobremesas compartidas, intentando poner en orden un mundo que con vosotros se hace un poco más comprensible y mucho más llevadero.

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15 M

Hoy, 15 de mayo, se celebra la festividad de San Isidro Labrador. Evoco mi infancia, cuando iba a la romería que se celebra en mi pueblo con mi familia y la alegría que se respiraba con el desfile de las carrozas y el disfrute de un día de campo compartido por todo el pueblo y vecinos de los alrededores. Desde hace dos años, a esos recuerdos, además, se ha añadido uno que tiene un simbolismo especial y que parece estar llamado a consolidarse con el paso de los años. El movimiento de los indignados que surgió ahora hace dos años en la Plaza del Sol de Madrid sólo es quizás el embrión de la lucha que se ha emprendido para recuperar la soberanía popular; esto es, para que el pueblo sea de verdad soberano, como dice la Constitución española, y pueda en consecuencia decidir cómo quiere abordar su futuro.

Es verdad que resulta complicado canalizar en el sistema democrático angosto que tenemos que pasa siempre por los partidos políticos, las formas de participación ciudadana. El artículo 6 de la Constitución española dice: “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.”. Esa “concurrencia a la formación y manifestación de la voluntad popular” y el que sean considerados “instrumentos fundamentales para la participación política” les compele a estar abiertos a lo que la ciudadanía siente y piensa; a no permanecer al margen de sus reivindicaciones y de sus necesidades. Deben ser conscientes de que la legitimidad no es un concepto estático que se refiera únicamente al momento de las elecciones y que una vez obtenida la mayoría, esa legitimidad se conserva como si fuera un derecho adquirido. La legitimidad es un concepto que debe estar construyéndose siempre. Como ya he dicho en muchas ocasiones, si el contrato programa con el que un partido se presenta a las elecciones, al día siguiente de ganarlas se convierte en papel mojado, podemos decir que ese gobierno y el partido que lo sustente carece de legitimidad, porque la legitimidad la otorga la voluntad popular y no designios divinos u órdenes metafísicas que te conminan a hacer lo que hay que hacer (ya saben, nuestro presidente es muy dado a utilizar este tipo de expresiones). Si uno no es capaz de cumplir lo que ha prometido, convoque nuevas elecciones. Lo contrario es engañar y adulterar la voluntad ciudadana que es la única que puede darle legitimidad en el poder. Por tanto, los partidos políticos son y están llamados a ser vehículos esenciales de nuestra democracia. Y está bien que así sea. Pero dotémonos de normas firmes que promuevan la democracia interna de los partidos; que eviten el sistema de cooptación; que sólo puedan estar en políticas aquellos que demuestren haber tenido un historial incólume; que hayan demostrado que saben hacer otra cosa antes de dedicarse a la política; que sólo se pueda estar en política por un tiempo determinado, y tanto cuando se entra como cuando se sale, la ciudananía tenga algo que decir respecto de estas personas que han  actuado como sus representantes; y sobre todo, que promuevan debates, que abran sus oídos a lo que dice el pueblo y que liberen a la democracia que tienen secuestrada desde hace tiempo. Deben adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas exigencias; deben contribuir a regenerar la democracia porque son parte esencial de la misma. Movimientos como el 15 M, a su manera, lo están reclamando a gritos.

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La importancia de creer en uno mismo

Ayer fue un día interesante. Me reuní con un antiguo alumno que tras haber trabajado mucho y bien para hacerse un hueco en el ejercicio de la abogacía, había abierto un despacho propio en Salamanca y había pensado seguir consolidando su formación afrontando la elaboración de una tesis doctoral. Es una persona muy joven, pero ya con mucha experiencia. Se lo notaba curtido y lo mejor de todo, rezumaba fuerza e ilusión. Hablamos de la situación de los jóvenes hoy en día; de lo difícil que es encontrar trabajo y me comentaba la importancia de no rendirse nunca, de trabajar y de creer en uno mismo. Lo cierto es que fue una conversación muy reveladora. Esperanzadora también. Tenemos tanto, tanto potencial en España que es una inmensa pena que la única solución que vean muchos sea emigrar. Esa movilidad exterior de la que le gusta hablar a la Ministra de Empleo es un éxodo forzado que va a lastrar sin duda la recuperación de nuestro país.

Ayer estuvo en España el primer ministro italiano, el Sr. Letta, y en su comparencia después de la reunión con el Sr. Rajoy, alertó de la importancia que tiene para Europa poner en marcha políticas activas de empleo para los jóvenes del sur de Europa que están sufriendo como nadie, tras una sensación de frustración e impotencia, los efectos de esta crisis. O se afronta el problema con determinación o en las próximas elecciones al Parlamento Europeo llegarán a él partidos antieuropeístas, valga la paradoja. Tiene razón. Es necesario que la Unión Europea se dé cuenta de lo equivocadas que están sus políticas. No se puede dirigir a toda una unión de Estados con una visión monolítica y nacionalista, que al final es lo que se está haciendo, bajo la batuta de la Sra. Merkel. Ella piensa en sus elecciones internas. Los demás no se sabe en qué piensan. Básicamente se limitan a obedecer sin rechistar, y así nos va.

Lo cierto es que no sé cómo, pero de este atolladero tenemos que salir. Y a los jóvenes que en estos momentos se encuentran en una situación complicada, lo que hay que intentar es que no cale en ellos la desesperanza. No rendirse nunca. Trabajar muy duro. Seguir formándose. Pensar, pensar, pensar. En lo que uno puede hacer, que seguro que es mucho. Es importante creer en uno mismo.

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Cuando se sabe lo que se ha de hacer aunque se haga lo que no se debe

Esta mañana escuchaba las declaraciones que ayer hizo el Sr. Rajoy, varios días después (demasiados diría yo) de conocerse la terrible cifra de parados que hay en nuestro país. Pedía confianza en el Gobierno; porque el Gobierno sabe lo que hay que hacer y pedía “un poquito de paciencia”, en palabras literales. Y al tiempo, confirmaba a todo su equipo, alabando su capacidad de esfuerzo y sacrificio, dando a entender que en él no debe moverse nada porque él sabe perfectamente lo que hay que hacer. Habría que recordarle al Sr. Rajoy, que lo mismo que dijo ayer, lo lleva diciendo desde antes de ganar las últimas elecciones y a la vista están los resultados. Podría pensarse que como máximo dirigente de un país cuenta con datos que los demás mortales desconocemos, pero se da la circunstancia de que cuando a las palabras no le acompañan los hechos, cualquier expresión se convierte en papel mojado. Porque ¿recuerdan cuando la Sra. Ministra de Empleo vendió la última reforma laboral como la panacea para combatir el paro? ¿Recuerdan cuando muchos dijimos entonces que era una falacia que pretendiera combatirse el paro con esa reforma laboral, que lo que había que hacer era poner en marcha políticas activas de crecimiento y no las que con contumaz insistencia se han venido poniendo en marcha desde mayo de 2010? Pues aquí tenemos los resultados; los resultados de saber lo que se ha de hacer aunque se haga lo que no debe hacerse.

Lo cierto es que a mí cada vez me asusta más este Gobierno que tenemos, incapaz de explicar por qué hace lo que hace más allá de las palabras retóricas y vanas que son siempre circunloquios destinados a negar la evidencia. En vez de pedir tanta fe ciega en unos ciudadanos tan golpeados ya por tanta mala noticia, quizás debieran poner en práctica eso de lo que tanto alardea el Sr. Rajoy, “un poquito de sentido común”, para corregir el rumbo, porque si seguimos por este camino está claro el resultado.

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Hay muchas maneras de hacer política

Y está claro que no todas son igual de honorables. Miren si no lo bochornoso de saber que nuestros políticos, mejor, algunos de ellos que a la sazón pertenecen a partidos con ideologías muy similares, han cobrado cuantiosos suplementos por su dedicación a la vida pública. Para que luego nos venga Rajoy diciendo que él ha perdido dinero por estar en política. Me parece a mí que no se trata de ganar o de perder dinero; se trata de que todos actuemos conforme a las normas que nos hemos dado, y además, seamos y no sólo parezcamos honorables. Saber en estos momentos, con tanta gente sufriendo, con los derechos en retroceso, con dirigentes que nos acusan a los ciudadanos de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, que muchos de estos políticos han estado cobrando cuantiosos sobresueldos, indigna. Indigna tanto que el muro que están contribuyendo a construir cada vez es más sólido; a un lado de ese muro está la ciudadanía, al otro esos que dicen llamarse representantes de lo público.

A estas alturas está claro que muchos de los que están en política lo están para medrar y atesorar cuantiosos patrimonios. A costa de lo público, no lo olvidemos. Habrá que preguntarse si todos ellos habrían obtenido similares resultados en la actividad privada.

Soy perfectamente consciente de que no se puede generalizar; que la mayoría será gente honrada, que tendrá interiorizado la noción de servicio público y habrá optado por estar en política para eso; para prestar un servicio a sus conciudadanos. Pero las noticias de los últimos tiempos son tan tan bochornosas que como vengo diciendo en este blog, quizás haya llegado la hora de una regeneración democrática y hay que convencerse de que esa regeneración no la pueden llevar a cabo los partidos tradicionales puesto que son los responsables del secuestro de la voluntad de la ciudadanía. El voto actualmente no es más que un formalismo para luego hacer lo que les plazca, y mientras no haya normas que prevean una sanción a esta forma de proceder, estaremos viviendo en una entelequia que llaman democracia pero que en realidad no es más que una partitocracia o cleptocracia, en expresión de una buena compañera. Ahí están los resultados.

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Vamos a ver

Resulta que ahora, la señora de la simulación del contrato con indemnización en diferido, se descuelga comparando los escraches con el nazismo; el señor que ha apoyado y defendido a Bárcenas durante tanto tiempo haciendo gala de su ejemplaridad los llama acosadores; la Fundación FAES los tacha de “incivilidad garrula”; la señora cazatalentos los compara con los actos de una banda terrorista e incluso hay algún concejal del partido ahora en el Gobierno que no duda en amenazar con el uso de la violencia si un grupo de escraches le sale al encuentro.

Vamos a ver, esto ¿qué es? ¿Qué es eso de criminalizar a un movimiento que únicamente lo que hace es suplir la inoperancia de los poderes públicos? ¿Que se manifiestan ante los domicilios particulares de los políticos exigiéndoles que reflexionen sobre el poder que tiene su voto; poder del que ha sido investido porque los ciudadanos se lo hemos dado? ¿Eso es acoso, nazismo, garrulismo? ¿Acaso no será que estaban muy acostumbrados a campar a sus anchas sin que ninguno nos atrevíeramos a dar el paso de denunciar tanta injusticia? Si se trata de buscar el equilibrio, me parece bastatante claro que más acoso es el que una familia tenga que ser desahuciada de su casa porque la coyuntura económica hace que no pueda hacer frente a su hipoteca. No es que no quiera pagar; es que no puede. En ese caso, ¿no tendrían que estar todos los políticos de nuestro país preocupados por hallar soluciones a este drama en vez de cargar contra una plataforma que lo único que pretende es que el objetivo mire hacia donde importa? Es muy común que los verdugos se quieran convertir en víctimas. A eso ya estamos acostumbrados en este país. Pero en este punto, ya nadie engaña a nadie. Las cartas están sobre la mesa y creo yo que lo mejor es que cada uno se encargue de jugarlas con limpieza (y sentido común, Sr. Rajoy), para que luego nadie se confunda.

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El Tribunal Constitucional español y su papel en la crisis

En enero de este año, tuvimos un Seminario en la Facultad en el que se abordaban dos temas de trascendencia: uno relacionado con la futura reforma de la ley de asistencia jurídica gratuita y otro con la última reforma laboral. Se habló de cómo con la excusa de lo económico se estaban echando por tierra derechos que en España había costado mucho alcanzar y al escuchar las ponencias de los compañeros, en concreto la del Pfr. Mario Hernández, profesor de Derecho Constitucional, sobre el excesivo uso del Real Decreto Ley por el actual Gobierno, pensé en qué papel podía desempeñar el Tribunal Constitucional en esta crisis. Le planteé esta cuestión, pues consideraba que de alguna manera este órgano debía de garantizar que los derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución no sufrieran merma y cité el caso del auto del Tribunal Constitucional por el que se levantaba la suspensión del Decreto del País Vasco reconociendo el derecho a la asistencia jurídica gratuita a los inmigrantes sin distinguir entre su situación administrativa en España frente a la normativa limitadora de este derecho del Gobierno Central.  Se entabló un debate muy interesante sobre los derechos que tienen carácter prestacional y sobre la posibilidad del legislador de limitar su alcance.

Lo cierto es que yo seguía pensando que el Tribunal Constitucional podía poner en valor las reglas de juego y aclarar y aportar un poco de luz en toda la situación que estamos viviendo. Por eso, la sentencia del Tribunal Constitucional portugués este fin de semana ha sido una de esas noticias que deberían enmarcarse, porque demuestra que hay esperanza. Frente a los lobbys económicos imperantes en Europa y la connivencia de los políticos que no tienen ningún pudor en hacer que se tambalee el Estado social, el Estado de Derecho aflora con toda su intensidad. Ojalá nuestro Tribunal Constitucional tome nota y actúe como lo ha venido haciendo hasta ahora: con sentido común, salvaguardando los derechos fundamentales de todos/as.

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Lo de Chipre

A estas alturas ya tendríamos que haber asumido todos que estamos interconectados y que lo que pasa en el país vecino repercute de forma directa o indirecta en el resto. Quizás por aquello de que vivimos en un espacio integrado, como es la Unión Europea, lo que ha sucedido recientemente en Chipre, que se une al resto de despropósitos que desde hace ya algún tiempo imperan en la Unión, nos hace recapacitar sobre algunas cosas.

Digánme si no les parece de locos, hacer recaer los errores de gestión económica de un país (y por extensión también de la UE) en los ahorradores, me da igual si son grandes o pequeños. ¿Qué mensaje se envía con esta decisión? Saque usted sus ahorros de los bancos, porque evidentemente en estas entidades no está seguro. Las consecuencias que puede llegar a tener esta decisión pueden ser muy graves. Más cuando hay en discusión una Directiva que parece querer extrapolar y generalizar esta decisión para todos los Estados que tengan problemas. Frente a ello, algunos dirigientes de la UE, entre ellos el nuestro, se han apresurado a decir que no es extrapolable, a desmentirse unos a otros, y a decir que esta decisión acabaría con la seguridad. ¿Acaso la seguridad no está en entredicho con la decisíón de Chipre y con tantas otras que la han precedido?

Porque tengo la impresión, corrinjanme, sin me equivoco, en que la UE se está convirtiendo en un espacio en el que los ciudadanos tenemos que pagar  las fechorías que han realizado los principales actores del sector financiero, entre ellos los bancos. Hay que rescatarlos, hay que restacarlos para que el sistema no quiebre, repiten por doquier como consigna en Bruselas, y yo me pregunto por qué, por qué hay que rescatar a estas grandes empresas con dinero público, dinero que tenemos que aportar los ciudadanos, mientras que irremisiblemente asistimos a una degradación de nuestros derechos. ¿Quién rescata a las familias con todos sus miembros en paro que tienen que seguir haciendo frente a una deuda con el banco por su hipoteca, cuando el banco no tiene piedad alguna para con ellas? Aprecio que el desequilibrio va aumentando cada vez más, y lo que es peor, es un desequilibrio sustentando por la UE. La Europa de los ciudadanos se está convirtiendo en la Europa de los bancos; quizás siempre lo fue, aunque por lo menos antes se intentaba disimularlo un poco.

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La percepción hipertrófica de la realidad

Este lunes, el ministro Wert se descolgaba con otra de sus afirmaciones. A su juicio, hay una percepción hipertrófica en la sociedad del grado de corrupción que pueda existir en España. Considera que los medios de comunicación y los “creadores de opinión” contribuyen a ello. Él, que durante tanto tiempo se dedicó a eso, a dar su opinión, hoy ya ministro, no se resiste a seguir haciéndolo y realiza afirmaciones como ésta sin pudor, sin reparar en el cargo que ocupa y sin vergüenza.

La realidad es la que es, aunque nos pese y lo cierto es que día tras día tenemos a un rosario de políticos deambulando por los tribunales. El ciudadano medio que anda apurado por todas esas hipertróficas medidas que el gobierno ha adoptado, desde luego percibe con ira y desencanto, que pueden ser compatibles, la extraña realidad que vivimos. Y fíjese, Sr. Ministro, poca hipertrofia puede haber en ello, pues se aprecia con nitidez que mientras quienes ostentan o han ostentado puestos de responsabilidad pública se han lucrado, en algunos casos presuntamente y en otras ya con sentencia dictada, al tiempo que se ve cómo el Gobierno mira para otro lado y permite que se sigan infrigiendo derechos como si nada.

Hace una semana recibimos del TJUE una importante sentencia por la que se obligaba al gobierno a adecuar nuestra normativa a la Directiva europea sobre cláusulas abusivas en lo referente a la ejecución de los préstamos hipotecarios. Ese día hubo tibias declaraciones del presidente y del ministro de justicia diciendo que harían esa modificación. Me pregunto si en esta ocasión no estiman oportuno usar el Real Decreto Ley, del que tanto han abusado en los últimos tiempos para limitar derechos. Quizás la ciudadanía hubiera percibido, en el caso de usarlo, que el gobierno no sólo se preocupa por los intereses de los bancos, sino también por los intereses de los consumidores. Está claro que no es así, si no, no se explica cómo el Sr. Rajoy en sede parlamentaria ha afirmado que la dación en pago no podría admitirse porque eso dañaría la seguridad jurídica. ¿Cómo? Sólo puede sostener eso, visto lo visto, quien ha sido abducido para una causa; la única causa que al parecer tiene este gobierno, salvaguardar los intereses de la patronal y muy especialmente los intereses de la banca. Eso sí que es hipertrofia.

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