En el mundo actual conviven múltiples culturas, muchas de las cuales comparten creencias, costumbres y valores a partir de los que construyen su pensamiento sobre otras personas, familias y comunidades. En su mayoría, estas culturas orientan sus actitudes hacia las personas con discapacidad según patrones tradicionales que se fundamentan en ideas erróneas bajo las que se construye no sólo la imagen social de la discapacidad, sino la identidad de las propias personas con discapacidad.
La construcción social “capacitisita” se basa en la idea general de que el funcionamiento y las habilidades consideradas “normales” son definitorias del ser humano y, por lo tanto, no se puede esperar para las personas con discapacidad un futuro equiparable al del resto de la humanidad, porque no son personas humanas “completas”. La discapacidad es así, con frecuencia, invisibilizada en base a valores, costumbres y creencias negativas que se traducen en barreras a la movilidad, la comprensión o la comunicación.
Desde una perspectiva social, la discapacidad se puede explicar en cambio como una forma de discriminación equiparable a otras ya reconocidas como la de género, etnia, edad, u orientación sexual. De esta forma, se entienden los bajos resultados en calidad de vida de la población con discapacidad no como resultado de su configuración corporal (capacidad), sino de un diseño social capacitista, es decir, concebido tradicionalmente por y para personas sin discapacidad.
El capacitismo se construye socialmente mediante mecanismos insertos en el estilo de vida, y afecta también a la identidad de las propias personas con discapacidad. La presencia de actitudes capacitistas en la sociedad se da independientemente de si las personas que las reproducen tienen o no relación más o menos cercana con personas con discapacidad, al igual que hoy sabemos que el machismo, o el racismo o la homofobia, se presentan mediante actitudes generalizadas en la población, incluso en las mujeres, las minorías étnicas o las personas LGTBI.
No es extraño, por tanto, que personas con o sin discapacidad entiendan que la discapacidad es una justificación suficiente para esperar menos de ellas, excluirlas, segregarlas, o infravalorarlas. Es el resultado lógico de una construcción cultural heredada, cuya transformación genera resistencias. A estas construcciones sociales basadas en que las personas sin discapacidad son más valiosas, o en la menor valoración de las personas con discapacidad, la llamamos capacitismo.