María Ángeles Durán (Madrid, 1942) es doctora en Ciencias Políticas, catedrática de Sociología en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde ha dirigido el Departamento de Análisis Socioeconómico y permanece actualmente vinculada ad honorem en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales. Durante su brillante carrera se ha especializado en el análisis del trabajo no remunerado y su relación con la estructura social y económica, trayectoria por la que ha obtenido, entre otros, el prestigioso Premio Nacional de Investigación Pascual Madoz, el Premio Nacional de Sociología, la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo, y el Doctorado Honoris Causa por las Universidades de Granada y Valencia.
Es una científica social imprescindible, que ha trabajado en los más prestigiosos centros de investigación a nivel mundial, pero también ha ejercido una incansable labor divulgativa en numerosas entidades culturales y ciudadanas de toda índole. No en vano, la idea de esta reseña surgió mientras presentaba este libro a un pequeño grupo de personas en una humilde librería en Salamanca, invitada por la Asociación Profesional de Sociología de Castilla y León (España). Hasta aquí llegó, en medio de una agenda cargada de vuelos transoceánicos, reuniones de alto nivel, y ponencias inaugurales en los más importantes congresos.
Desde que en 1971 obtuvo el doctorado cum laude con la tesis titulada El trabajo de la mujer en España: un estudio sociológico, la doctora Durán ha publicado más de doscientas obras sobre uso del tiempo, salud, personas mayores y urbanismo, con una constante preocupación por la importancia del trabajo no remunerado en la estructura laboral y económica, desde una perspectiva de género.
La riqueza invisible del cuidado es una obra colosal, no sólo por su dimensión, sino también por su riqueza y densidad de contenido. Ya en aquella presentación en Salamanca a la que me he referido antes, la propia María Ángeles nos reconoció, con una sinceridad admirable, la dificultad que supuso afrontar -y sobre todo terminar- una tarea de estas dimensiones. El libro afronta, a la vez, un importante trabajo de análisis estadístico, junto con un preciso compromiso conceptual necesario para su lectura, alrededor del que le da nombre: el cuidado.
La autora nos presenta el cuidado como una monumental fuente de recursos invisibles no incorporados a las narrativas económicas (sic) de las cuentas económicas actuales, pero que resulta un coste para los hogares y para las personas sobre quienes recae, mayoritariamente mujeres. Aparece así, una nueva clase social: el cuidatoriado, que comparte con el antiguo proletariado características fundamentales: subordinación, ausencia de protección social, altísimo riesgo de pobreza, invisibilidad y marginación.
El cuidatoriado tiene rasgos propios que le dan carácter sustantivo, mediados por la perspectiva de género: madres y no padres, esposas y no esposos, hijas y nietas que no hijos y nietos, componen mayoritariamente esta clase social que no es nueva porque antes no existiera, sino que lo es porque, a partir del trabajo de la autora, puede ser reconocida en términos objetivos.
A lo largo de la obra, la doctora Durán cuantifica la magnitud de los cuidados que, de manera privada y con base en el hogar, muchas mujeres prestan a niños, personas mayores, con dependencia y/o discapacidad. Este consumo de cuidados es atendido por los hogares con cargo a su presupuesto, a lo largo de todo el ciclo vital de cualquier persona, pero con más frecuencia e intensidad en los primeros y los últimos años de la vida. En ocasiones, los recursos del hogar resultan insuficientes para atender las necesidades del cuidado, y es entonces, y sólo entonces, cuando dichas necesidades emergen a la economía real, es decir se contabilizan, en forma de servicios públicos y/o privados que no resultan accesibles para la mayoría de los hogares.
El libro desgrana con detalle en sus títulos centrales los múltiples escenarios en los que el cuidado se invisibliza como forma de riqueza. El primero de ellos, el valor del cuidado de los niños y niñas, que consume recursos de los hogares de manera muy variable, pero medible. La misma tarea afronta Durán para los cuidados de salud, dependencia y personas mayores, con una impresionante profusión de fuentes estadísticas, para cuya explotación se consideran, siempre que es posible, diferencias por territorios.
En su capítulo final, La riqueza invisible del cuidado dibuja las líneas maestras de lo que será el futuro del cuidado en una España en la que, si se mantiene el ritmo de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y ante el seguro escenario de envejecimiento demográfico, es posible que ni siquiera el mercado informal (precario, invisible, inseguro) pueda absorber la demanda potencial de cuidados. Quizá entonces, el mercado, el Estado, o ambos si es que son distintos, deberán asumir la tarea de cuidados que hasta ahora han dejado en manos de los hogares, es decir, de los millones de mujeres que conforman el cuidatoriado.