La exclusión está en el aire

Un año más me uno al Club Ciclista Eltubular, en su subida otoñal a la Peña de Francia. Esta ha sido una subida especial, por el recuerdo de una persona a la que traté poco, pero que fue clave en mi primera subida, y al que siempre estaré agradecido. En su recuerdo y homenaje, he decidido rescatar hoy la crónica de aquella primera vez, que fue inolvidable. Va por ti amigo, donde quiera que estés…

LA INCREIBLE HISTORIA DE UN GLOBERO CON CASCO ROSA
(Que trata de cómo y en qué condiciones participé en la VI SUBIDA A LA PEÑA DE FRANCIA, por una causa justa).

Amanece en Salamanca, un domingo de octubre cualquiera. Hoy me levanto sin despertador, quizá por la emoción de lo que se me viene encima… Nunca he subido la Peña de Francia en bici, alguna vez tendría que ser la primera… Estoy animado, me siento fuerte, ayer hice más de 30Km para soltar piernas, llevo 10 días a dieta, mi bici está en orden. Nada puede ir mal….
Mientras me acerco a La Alberca en coche, pongo musiquita y me abandono a mis pensamientos…:
“Qué mañana más bonita, ¡mira! uno que lleva la bici en la baca, y otro, vaya… cuántos son y qué pinta de Ironman tienen, por lo general… Bueno, yo vengo con motivación suficiente, nada puede ir mal…. Vaya, pues sí: ¡ME HE DEJADO EL CASCO EN CASA! y sin casco no se puede tomar la salida, lo ponía bien clarito en las normas… Para una vez que salgo con tiempo… hay que ver, qué cabeza tengo… “.
Llego al puesto de acreditación buscando caras conocidas que tengan pinta de llevar dos cascos… tarea sencilla -pensaba yo- “esta gente, con estas bicis… lo lleva todo por duplicado”… Después de más de media hora buscando y preguntando… por fin veo a un tipo con cara de buena persona, cerrando el maletero de un mercedes lleno de cosas… “es mi última baza, o me sale bien, o pa casa”:
- Perdona, hombre, una pregunta, mira, ¿no tendrás por ahí un casco?…
- Vaya, resulta que ayer estuve limpiando el coche y saqué de aquí un montón de cosas… Bueno, mira…. tengo este, es el de patinar de mi niña…

Foto con casco rosa, cortesía de Antonio Jiménez Lara

Foto con casco rosa, cortesía de Antonio Jiménez Lara

Mi gesto de desesperación se vuelve… alegría, resignación, espanto… sobre todo pensando en lo que alguno dirá cuando me vea en el Feisbur… en fin, me lo pongo, no sin antes convencer a Nerea, la legítima dueña del casco, que no parece estar muy de acuerdo… Ahí tiro de labor social y le explico que en realidad, subo para llevar hasta arriba la causa de mis amigos de la Asociación Piel de Mariposa , que ayudan a niños con dificultades, y sus familias. Nerea tiene una mirada limpia y el corazón grande, y me deja el casco. Gracias Nerea.
Justo antes de salir, se acerca Rubén Rivero García de RIVERO SPORT, los amigos que me ponen a tono la bici: “Agustín, no hagas la ruta larga, que no has subido nunca. Haz la corta, que te va mejor. Mira que yo voy con el coche escoba y no te quiero dejar atrás empezando el puerto. Hazme caso…” Dignamente, me posiciono: “Ruben tranquilo hombre, son 30 kilómetros, no te preocupes, ya verás, nada puede ir mal…”
Y allá que nos vamos, en pelotón, bien, buen ritmo, cerca de la cabeza… Mala decisión: en la primera cuesta me adelantan 200: “Tranquilo, es que con lo del casco no has podido calentar, no te preocupes, llevas una buena bici, equipación completa y causa. No hagas caso al cachondeo de estos aprendices de Purito Rodríguez, que subiendo la cuesta tienen pulmones para reírse de tu casco rosa y comentarlo con el de al lado, mientras te arrancan las pegatinas…”
Cuando llegamos al principio del puerto, después de pasear 20Km por la Sierra a toda leche, he flirteado 20 veces con la cola del pelotón, pero “ya soy definitivamente el último”, lo digo bajito, pero el de atrás me oye:
-”no, el penúltimo, el último soy yo”.
Y se pone a mi lado un rato. Debe pesar 30 kilos más que yo, rojo como un tomate, suda, va con bici de ruedas gordas… y me deja atrás en menos de 5 minutos.
Entonces mi destino se hace presente: Llega Rubén, con el coche escoba…. baja la ventanilla… “¡Mira que te lo dije!, ¡No confías en mí, ya ahora ¿qué?!… Anda, toma un par de barritas, no te cebes, sube piñones (En ese momento, él no sabe, o no quiere saber, que voy en la marcha 23 de las 24 que tiene mi bici… Me quedan 12Km de puerto y un piñón en la reserva… Nada puede ir mal…).
“Tranquilo Rubén, no te preocupes, que voy bien…”.
Se aleja el coche escoba, la ambulancia, las motos… Pasa el cartel del Km. 3. Me quedan 9.
Hora y media después, han pasado los calambres, el pinzamiento en la espalda, las ganas de bajarme, una crisis de “qué cojones hago aquí” y he llegado arriba, dando lástima eso sí, a los miles de turistas que he encontrado, y los 400 que han ido bajando en bici después de llegar con la misma cara que salieron. Sobraos.
Corono justo a tiempo para pillar una lata de aquarius antes de que los últimos de la organización cierren el chiringuito, recojan la basura, me hagan la foto y dejen la cima.
Mientras vuelvo a casa, escucho en RNE una larga entrevista a Rosendo (no se la pierdan…) y me abandono a mis pensamientos:
“Definitivamente, no estoy dotado para el deporte, no puede ser, que después nadar, correr, montar en bici, jugar al tenis y más… siempre llego el último. Qué rabia, joder.
Pero no voy a abandonar.
Hoy me han adelantado muchas personas (algunas poco respetuosas por cierto) que al fin y al cabo lo que hacen es buscar sus límites, llegar hasta allí donde sienten que están pasando una frontera interior.
Yo tengo suerte, porque tengo la frontera bastante cerca.
Muchas veces le digo a mi monitor de natación que yo no se qué es nadar despacio. Yo nado, o me hundo. No tengo término medio. Me subo en la bici y voy jodido, o no voy. Lo importante es aceptarlo y seguir adelante.
Y he aprendido otra cosa más importante aún: hoy he sentido de verdad lo que es la Exclusión Social; la incomprensión de quien te mira con aires de superioridad, y te culpa de lo lamentable que es tu rendimiento. He sentido, más que nunca, que en ocasiones, las personas que dan más de sí, no son las que llegan más lejos. Muchas veces, ni siquiera llegan, se hunden o se queman en el camino, de puro agotamiento.
En realidad, yo se hacer bien muy pocas cosas en la vida. Casi ninguna. Pero espero no volver a sentir incomprensión, contra aquellos que, aún intentándolo con todas sus fuerzas, no logran sacar el rendimiento que yo sí consigo, con un esfuerzo en realidad, muy bajo.”

(Lo escribí en Salamanca, el 6 de octubre de 2013).

ahueteg

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Sociólogo, dedicado a la docencia e investigación sobre sociología, educación, salud, discapacidad y otros asuntos en relación con la exclusión social. Trabajo en la Universidad de Salamanca. Me puedes encontrar en Twitter, Facebook, Linkedin y otras redes sociales.

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