La discriminación social aparece cuando una persona se ve sometida a un trato desfavorable en base a diferencias relacionadas con su etnia, salud, ideología, género o cualquier otra, y tiene como resultado una disminución o eliminación de derechos u oportunidades. La lucha contra la discriminación, por tanto, es una cuestión de derechos humanos. La historia de los derechos humanos puede ser descrita como una historia de lucha contra la discriminación.
El hecho de considerar la discapacidad como una forma de discriminación equiparable a otras que ya conocemos y hemos estudiado, es decir como una cuestión de derechos humanos, tiene una gran ventaja: podemos aprovechar los conocimientos generados sobre estas formas de discriminación (machismo, racismo, homofobia), para aplicarlos al estudio de la discriminación por discapacidad, es decir, el capacitismo.
Uno de los modelos más utilizados para analizar la discriminación es el que propone Berry (1990), para estudiar y explicar la discriminación étnica en el contexto migratorio canadiense. En este modelo, Berry estudia las diferentes formas en que una cultura dominante, se relaciona con otras minoritarias a las que “supuestamente” acoge. Para ello, plantea dos sencillas preguntas:
¿Se relacionan las personas de la cultura dominante, con las de la cultura minoritaria?
y
¿Las personas de la cultura minoritaria pueden mantener sus rasgos culturales?
Contestando Sí o No a esas dos preguntas, obtenemos un esquema con cuatro posibilidades:
Integración: La minoría SÍ se relaciona con la cultura dominante y SÍ mantiene su cultura propia.
Asimilación: La minoría SÍ se relaciona con la cultura dominante y NO mantiene su cultura propia.
Separación: La minoría NO se relaciona con la cultura dominante y SÍ mantiene su cultura propia.
Marginación: La minoría NO se relaciona con la cultura dominante y NO mantiene su cultura propia.
Aplicando este esquema al estudio de la discriminación por discapacidad, por ejemplo en la escuela, una educación inclusiva sería aquella, y solamente aquella, que se acomoda a todos los estudiantes cualesquiera que sean sus habilidades o requisitos, en todos sus niveles, resultando cualquier otra opción discriminatoria:
Inclusión: son los sistemas de enseñanza los que se diseñan y se dotan de recursos suficientes (incluyendo especialistas en educación especial) para escolarizar a todos los niños y niñas en las mismas aulas, independientemente de sus necesidades de apoyo.
Asimilación: consiste en colocar (y uso esta palabra con toda la intención) a los niños y niñas con discapacidad en colegios ordinarios, sin los apoyos ni los recursos necesarios. De esta forma es el niño o la niña quien tiene que hacer un esfuerzo extraordinario para “adaptarse” al sistema de enseñanza. Se suele denominar, falsamente aunque de manera bien intencionada, integración. Pero en mi opinión, la palabra que mejor defiene esta situación es, obviamente asimilación, porque deja clara la posición de dominio.
Separación: o segregación. A los estudiantes con discapacidad se les escolariza en entornos separados, en centros especiales, apartados de los estudiantes sin discapacidad.
Marginación: o exclusión. A los niños y niñas con discapacidad se le niega el acceso a la educación en cualquier forma.
En nuestra sociedad se pueden dar a la vez situaciones de exclusión, segregación, asimilación e inclusión, incluso en un mismo contexto. Igualmente, muchas personas con discapacidad pueden tener experiencias de marginación, separación, asimilación e inclusión a lo largo de su vida. No existen por tanto sociedades totalmente inclusivas, aunque sí algunas que tienden claramente hacia la inclusión, es decir, algunas en las que la resistencia al cambio de la cultura de las capacidades, es menor.
Elaboración propia a partir de: Berry, J. W. (1990):
Psychology of Acculturation. En J. J. Berman, Cross-Cultural perspectives.
Nebraska Symposium on Motivation: (págs. 201-234). Lincoln: Nebraska University Press.