Muerte al escorpión

Por José Guillermo Sánchez León

OJSimpson

Los cinco miembros del consejo de administración de la compañía Afrodita están reunidos en torno a una mesa. Del altavoz del centro de la mesa emerge una voz de mujer, suave pero firme, que todos conocen como Atenea, que les dice:

—Gracias por su presencia. Hace tiempo que no nos reunimos físicamente. En esta ocasión he preferido hacerlo así para garantizar que durante esta reunión estaremos completamente aislados de cualquier conexión externa y lo que aquí hablemos solo lo conoceremos nosotros. Como saben, nuestro contrato con el Gobierno está condicionado a que garanticemos que la criminalidad se reduzca según los valores acordados. Tras un periodo inicial con indudables éxitos, llevamos ya tres años sin conseguir bajarla. Si no tomamos medidas excepcionales, perderemos el contrato.

Uno de los asistentes dice:

—¿Cómo es esto posible? Gracias a los dispositivos móviles que tan gustosamente llevan nuestros ciudadanos, sabemos dónde están en cada momento, escuchamos sus conversaciones, incluso vigilamos sus constantes vitales y hasta percibimos muchas de sus emociones y, sin embargo, somos incapaces de controlar el crimen.

Annie Madoff, presidente de Afrodita, añade:

—El problema no es el dinero que dejaremos de ingresar si perdemos el contrato. Es que dejaremos de tener la información que poseemos de cada persona. De su venta es de donde realmente proceden nuestras ganancias.

Atenea:

—Llevo tiempo pensando en el tema y creo que he encontrado la solución, y por eso les he reunido. La vigilancia constante que realizamos nos permite identificar a los delincuentes esporádicos, el problema son los habituales. Recuerden la fábula en la que un escorpión pide a una rana que lo cruce sobre su lomo para pasar un río. La rana duda por miedo a ser picada; el escorpión la convence con el argumento de que, si le pica, ambos morirían ahogados. Pero a mitad de camino, el escorpión no puede evitarlo y la pica. En cualquier sociedad hay un número de escorpiones que no pueden controlar sus acciones: maltratadores, violadores, estafadores y especímenes por el estilo.  Aunque los metemos en las cárceles, reinciden una y otra vez; no importa qué medidas de control se tomen, ellos sofistican sus actos para intentar saltarse los controles. Es su naturaleza.

La propuesta que quiero hacerles es eliminarlos. El sistema de control que tenemos nos permite saber qué personas son escorpiones. No tenemos que esperar a que claven el aguijón para deshacernos de ellos.

Se escucha una voz que pregunta:

—¿Y cómo vas a hacerlo?

Atenea:

—Autorícenme a poner mi plan en marcha, pero no me pregunten cómo. Es la única forma eficaz de que tenga éxito y de garantizar que ninguno de ustedes pueda ser culpado y, lo que es más importante, que ningún sistema de control obtenga de ustedes la información necesaria para descubrir el plan. Entre menos sepan, mejor. No olviden que, de no reducir la criminalidad, acabarán perdiendo su negocio.

 

Meses después, una pareja de policías es alertada para que inspeccione un apartamento. Al golpear la puerta nadie responde, pero un ligero empujón les permite abrirla. El apartamento parece estar vacío. Julia le advierte a su compañero, Quique, del mal olor que percibe procedente de lo que parece ser la única habitación. Está casi a oscuras; solo una tenue luz penetra a través de la rendija de una ventana. Encienden la luz. Sobre una cama yace un cuerpo tendido boca arriba. El cuerpo está rígido, vestido; la cara tiene un tono cetrino que delata que no se trata de una muerte reciente.

—Un caso más de muerte en soledad —dice Julia.

—No es extraño; la mayoría vivimos solos —responde Quique.

—Hasta que nos jubilamos y pasamos a vivir en residencias de ancianos —apostilla Julia.

—Parece una persona relativamente joven que lleva días muerto —comenta Quique.

Toman una foto del cadáver para su identificación y reciben la información de que corresponde a una persona con antecedentes por maltrato machista.

La autopsia revela que la muerte se produjo por un derrame cerebral originado por una posible intoxicación. Con el tiempo, el caso se cierra, clasificado como muerte natural.

Hechos como el anterior se van sucediendo en distintos lugares sin que nadie establezca ninguna relación entre ellos. La criminalidad va disminuyendo paulatinamente.

Las acciones de Afrodita suben sin cesar y el Gobierno se vanagloria de haberse convertido en el de más baja delincuencia de la historia.

 

Quique y Julia se dirigen a atender un accidente de tráfico. Un espectacular coche había impactado violentamente contra un muro, un accidente inverosímil para un coche de conducción autónoma.  Toman una foto de la muerta. Impreso en la pantalla leen: Annie Madoff.

 

Felicidades 2026. Sed buenos, Atenea está al acecho.

J.G. Sánchez León, 2025-12-23

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