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Universidad de Salamanca
La felicidad en la Historia (FELHIS)
Blog de divulgación del proyecto «La felicidad en la Historia: de Roma a nuestros días. Análisis de los discursos»
 
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Número de Litoral dedicado a la felicidad

En diciembre de 2021 ha aparecido el número 272 de Litoral: Revista de poesía, arte y pensamiento dedicado a la felicidad, que cuenta con la participación de Juan Antonio González Iglesias, Guillermo Aprile y Antonio Portela Lopa, investigadores de FELHIS. La revista Litoral, fundada en Málaga en 1926, contribuye desde hace más de 90 años a la difusión del arte de vanguardia y a la reflexión crítica y estética. Por sus páginas han pasado muchas grandes figuras de la cultura hispanoamericana como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Juan Gris, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Max Aub, Juan Ramón Jiménez, entre otros.

El presente número es presentado por su director, Lorenzo Sigal, con las siguientes palabras: «La felicidad en estos tiempos en que vivimos puede parecer una uto­pía. Pero este ánimo de gozo encumbrado por Aristóteles como un volantín para la historia, al decirnos, que es la finalidad última de la existencia humana, nos proporciona un destino, al que toda criatura anhela llegar alguna vez en su vida. Allí los deseos se cumplen, hay placer, encuentros, paz, buen tiempo, no existe el dolor y la memoria es olvidadiza».

El sumario de contenidos del presente número puede consultarse aquí y aquí. Quienes deseen comprar la edición digital o en papel de Litoral pueden hacerlo en el sitio web de la revista.

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Edward Gibbon y la (in)felicidad de la historia

Edward Gibbon y la (in)felicidad de la historia

GUILLERMO APRILE

La mentalidad contemporánea suele, casi como en un acto reflejo, disociar las nociones de «felicidad» e «historia». En la historiografía actual, incluso en ámbitos más especializados como la microhistoria o la historia cultural, no hay prácticamente espacio para reflexiones sobre la naturaleza de la felicidad, ya sea en un sentido individual o colectivo. Esta tarea queda desplazada a otras ramas del conocimiento que operan fuera del área de los estudios históricos: la filosofía, la psicología, o, más recientemente, los multidisciplinarios happiness studies.

Edward Gibbon

No es fácil establecer un momento determinado como el comienzo de esta tendencia a ver felicidad e historia como nociones antitéticas. Sin embargo, puede detectarse casi en los inicios de la historiografía moderna un momento que atestigua que esta idea se encontraba ya para ese entonces muy establecida. Es bien sabido que la monumental History of the Decline and Fall of the Roman Empire de Edward Gibbon, cuyo primer volumen se publicó en 1776, constituye uno de los hitos de la historiografía moderna: quizás se trate de la primera historia del imperio romano escrita en un sentido verdaderamente crítico, bajo la influencia de los ideales de la Ilustración, con una maestría indudable tanto en el terreno de la erudición como del estilo. Si bien muchos de sus postulados han quedado anticuados, especialmente con la aparición a mediados del siglo XX del paradigma de la «Antigüedad tardía» en oposición al de la «decadencia de Roma», todavía constituye una obra ineludible para cualquier persona que quiera comprender el desarrollo de la historiografía en época moderna.

La historia de Roma de Gibbon comienza con el período de los emperadores Antoninos, entre la ascensión de Nerva y la muerte de Marco Aurelio, que abarca aproximadamente todo el siglo II d.C. En un famoso pasaje, el historiador considera que este período fue el momento en que la humanidad experimentó la mayor felicidad y prosperidad que haya conocido hasta entonces:

Portada de una de las primeras ediciones de la History of the Decline and Fall of the Roman Empire

If a man were called to fix the period in the history of the world, during which the condition of the human race was most happy and prosperous, he would, without hesitation, name that which elapsed from the death of Domitian to the accession of Commodus (Gibbon 1994, 103).

Sin embargo, esta misma felicidad parece ser un problema para el método histórico, al menos según la concepción de la historia que sigue Gibbon. Porque, tratando unas pocas líneas antes el reinado de Antonino Pío, afirma que el gobierno de este emperador proporcionó muy pocos materiales para la historia, porque esta no es sino un registro de los crímenes, locuras y desgracias de la humanidad:

His reign is marked by the rare advantage of furnishing very few materials for history; which is, indeed, little more than the register of the crimes, follies and misfortunes of mankind (Gibbon 1994, 102).

Esta visión «pesimista» de la escritura de la historia, concebida como un catálogo de monstruosidades e infortunios, a pesar del atractivo que tiene, comprensiblemente, para la mentalidad contemporánea, no era en absoluto la que profesaban los historiadores de la Roma cuya «decadencia» quería narrar Gibbon. El proyecto FELHIS, en su misma concepción, se propone demostrar que en la historiografía de Roma y de Grecia felicidad e historia no eran incompatibles, y que en la escritura de esta última había un espacio válido para la reflexión acerca de lo que significa ser feliz.

Bibliografía consultada
Gibbon, Edward. 1994. The History of The Decline and Fall of The Roman Empire. Volume I. Editado por David Womersley. Penguin Classics. London: Penguin Books.

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Epicuro en Málaga

Epicuro en Málaga

JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS

Cabeza de Epicuro. Museo de Málaga. Foto J.A.G.I.20210729_193543

El Museo de Málaga, en su magnífica sede de la Aduana, reúne las anteriores colecciones del Museo de Bellas Artes y del Arqueológico. El de Bellas Artes fue formado por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, lo que explica que la sede de la Academia se encuentre en el mismo palacio que el Museo, vivamente conectada con él. A veces no nos hacemos idea de que nuestra existencia (especialmente la cultural) se desenvuelve bajo los nombres de la Grecia antigua: academia, museo, biblioteca… Como en Alejandría o como en Atenas.

Museo de Málaga. Patio interior con palmera

Museo de Málaga. Patio interior con palmera

La visita al Museo ofrece algunos momentos de inmersión directa en la felicidad antigua. Entre las piezas del Museo se encuentra el mosaico de Venus, con el formato grande que merece la diosa del amor y una cabeza Epicuro, que resume la aspiración de los romanos a una vida dichosa, expresada simbólicamente en los rasgos ideales del filósofo griego. Más que ningún texto, la presencia física del pensador suponía, para quienes lo tuviesen cerca, el recordatorio de los ideales serenos de vida que propugnó en el mundo helenístico y que tan buena acogida tuvo en la cultura romana. La cabeza del filósofo sintetizaba toda su doctrina (no hace falta remitirse a una estatua de cuerpo entero).  La belleza de la obra escultórica hacía visible y tangible la belleza de la doctrina filosófica. Su presencia en la Bética y en la Hispana romanas atestigua la difusión de su proyecto de felicidad, cuando en el jardín de alguna villa o en algún lugar público sus rasgos eran reconocidos como los del filósofo que defendió perder los miedos y disfrutar de los buenos momentos. La salvación de la estatua y su exhibición en el Museo, donde puede ser contemplado por todos los visitantes, ponen de actualidad, en el rico juego de la cultura universal, ese mensaje único que nos llega desde el pasado. Junto a la colección de pintura contemporánea, vídeos, instalaciones, esculturas vanguardistas, la presencia en el mismo espacio museístico de la cabeza de Epicuro nos interpela como nos interpelan los clásicos (de pronto, en cualquier lugar, sin fecha de caducidad), como un aviso para la búsqueda de la felicidad en este verano del siglo XXI.

(En nota dejo constancia de  que mi visita al Museo en el verano de 2021 estuvo felizmente guiada por los poetas y académicos Francisco Ruiz Noguera, bibliotecario de la Academia, título tan ateniense como alejandrino, y Aurora Luque, autora de La siesta de Epicuro  y colaboradora de nuestro proyecto).

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Feliz verano / Fácil Verano

Feliz verano / Fácil Verano

ANTONIO PORTELA LOPA

En este verano de 2021 una campaña publicitaria de una empresa de seguros (Mutua Madrileña) concluye cada uno de sus anuncios en la televisión con el deseo “feliz verano” que, en el último momento, se convierte en “fácil verano”. “Feliz verano” está consolidado ya como una locución habitual de despedida antes del tiempo estival, equivalente al “buen fin de semana” con que nos despedimos los viernes. Es una de las fórmulas contemporáneas de felicitación que de alguna manera resulta análoga a las felicitaciones de la cultura clásica. El verano como tiempo de vacaciones conquistado en las últimas décadas se prevé como un tiempo para la felicidad. La originalidad de esta campaña es ofrecer un juego de palabras entre feliz y fácil que de hecho es una sinonimia, si no una traducción o una explicación del primer adjetivo por el segundo.

Feliz y fácil forman una paronomasia (puede verse un comentario lingüístico en español aquí). También la formaban sus étimos latinos felix  y facilis. Mejor que en nominativo se aprecia en acusativo, de la que derivan los dos adjetivos españoles (felicem /facilem). Y aún mejor en los abstractos felicitas/ facilitas. La publicidad actual, que resume tan bien el ideal de felicidad de la época, relaciona también los abstractos ‘felicidad’/‘facilidad’.

 Ya se han ofrecido definiciones de felicitas en este blog (aquí lo ha hecho Guillermo Aprile y aquí David Konstan). En cuanto a facilitas, los autores latinos no parece haber jugado con esas paranomasias (ni felix / facilis, ni felicitas/ facilitas). Sin embargo, la definición de facilitas incluye, en la segunda acepción de Gaffiot, “aptitude hereuse à”, es decir, una aptitud feliz, afortunada para algo (placentera, fecunda y productiva). El ejemplo que pone es la facilidad del orador en el lenguaje. La cita que da es de Quintiliano, Institituciones Oratorias, 12, 6, 7, Sic et tirocinii metum dum facilius est audere transierit, nec audendi facilitatem usque ad contemptum operis adduxerit  “De esta manera pasará sin temor su primera carrera, en que es más fácil atreverse, y esta facilidad en atreverse no pasará a desprecio de la dificultad y ejercicio de perorar”.  Más conocida nos resulta la facilidad de palabra, de la que habla también Quintiliano, 10, 7, 26 oris facilitatem, que tiene equivalente en nuestra “facilidad de lenguaje”. Puesto que ’fácil’, facilis guarda relación con facio, “hacer” (es algo  “que se deja hacer bien”), no cuesta entender la relación que establece el Diccionario Gaffiot entre facilidad y felicidad. Por ejemplo, la facilidad de lenguaje es en cierto modo una felicidad de lenguaje. Muy a menudo el propio Quintiliano califica de felices los textos de gran belleza.

En cuanto a la ética, que es el asunto de fondo, las cosas son muy distintas. El concepto clásico de felicidad depende de los filósofos, sobre todo estoicos y epicúreos, y es consecuencia de una ejercitación, porque acaba siendo una virtud o una suma de virtudes. En cambio la equiparación contemporánea entre facilidad y felicidad muestra el descuido o desconocimiento de la ética para alcanzar la felicidad. El desarrollo del concepto actual de felicidad (basado en una facilidad en la que otros resuelven los problemas concretos) en el anuncio citado lo trato aquí.

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Marta Martín Díaz en el podcast Ancient World: New Voices

Marta Martín Díaz, investigadora de FELHIS, ha participado en el podcast Ancient World: New Voices de UCL, en el que jóvenes estudiantes de posgrado de diferentes áreas de los estudios clásicos conversan sobre sus temas de investigación, aportando nuevas perspectivas a cuestiones del mundo antiguo. En esta edición del podcast en inglés (cuya página web puede leerse aquí), Marta Martín —entrevistada por la investigadora de UCL Giovanna di Martino—habla de varios aspectos del De rerum natura de Lucrecio: las dimensiones políticas del poema, la influencia de Epicuro, las imágenes de la plaga ateniense con las que se cierra la obra y la influencia lucreciana en artistas tan variados como Sandro Botticelli o Derek Jarman.

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Lenguaje (lo dicho) y felicidad: (la dicha). Breve apunte lexicográfico

Lenguaje (lo dicho) y felicidad: (la dicha). Breve apunte lexicográfico

ANTONIO PORTELA LOPA

Si hay un concepto difícil de expresar con una palabra, ese es la felicidad. No porque sea extraño o infrecuente (sobre esto no hay acuerdo, Borges sostuvo que sí era frecuente) sino porque tiende a presentarse con la forma de sustantivos abstractos lo que en realidad es la suma de unas cuantas circunstancias muy concretas. Hablar de felicidad es emplear palabras mayores, cuando normalmente se basa en cuestiones menores, incluso mínimas.

El análisis del término español ‘felicidad’ (que dejamos para otra ocasión) debe ir acompañado  e incluso precedido del estudio de sus sinónimos. Uno de ellos nos servirá para centrar  lexicológicamente el concepto, a partir de algunos datos lexicográficos.

La R.A.E. define así el término ‘Dicha’:

dicha1

“Del lat. dicta ‘cosas dichas’, pl. n. de dictum, con el sentido de fatum ‘suerte’, ‘destino’, en lenguaje vulgar, según la creencia pagana de que la suerte individual se debía a las palabras pronunciadas por los dioses al nacer el niño”.

Ofrece cuatro acepciones, de las que nos interesa la primera (expresa plenamente la sinonimia absoluta entre dicha y  felicidad) y la segunda, porque en realidad desarrolla lo que es la felicidad, que en gran medida depende de la suerte:

1. f. felicidad.

2. f. Suerte feliz. Felipe es hombre de dicha.

3. f. Cineg. Ladrido de un perro en persecución de una res.

a, o por, dicha

1. locs. advs. Por suerte, por ventura, por casualidad.

Nada tiene que ver dicha2, que viene del mapuche dichon ‘dar estocada’. Y significa

1. f. Nombre vulgar de varias hierbas con hojas o frutos punzantes, que se crían en Chile.

En cambio, las otras entradas que contienen la forma «dicha»: (decir1 dicho, cha) sí tienen que  ver, porque dan cabida a la forma masculina y femenina del participio del verbo decir: ‘dicho’ y ‘dicha’. La propia entrada de la Academia nos informa de que en realidad el sustantivo femenino ‘dicha’ viene del latín dicta, plural de dictum (cuya evolución, sea como masculino o como neutro, es ‘dicho’). Dicta, “las cosas dichas” se ha sustantivado en “dicha”.

Morfológicamente (y fónicamente) este femenino que conserva la memoria de un antiguo plural neutro en –a, y antes de un colectivo (“el conjunto de cosas dichas”)”, no es raro. Como modelo comparativo fónico y léxico tenemos, por ejemplo, ‘leña’ (de ligna, plural de lignum). La oposición ‘leña’/ ‘leño’ guarda bastante similitud con la de sus respectivos términos originarios, ligna/ lignum (“conjunto de leños”/”leño”).

¿Cómo “las cosas dichas” han llegado a significar “la felicidad”? Aunque la Academia da una causa específica (“la creencia pagana de que la suerte individual se debía a las palabras pronunciadas por los dioses al nacer el niño”), es posible que haya una vinculación universal entre el lenguaje y la felicidad. Las palabras definitivas (por ejemplo, las pronunciadas por los dioses en el paganismo) o simplemente los buenos deseos formulados pueden convertirse en un sinónimo de la felicidad que anuncian, basta con que estén marcados por el bien.

El término italiano ‘auguri’  es un buen modelo para proponer un modelo comparativo semántico: es a la vez “buen deseo, palabra favorable” y “felicitación o constatación de la felicidad”. El italiano ‘augurio’ viene del latín augurium, pero este solo significaba “interpretación de los signos, presagio, predicción, profecía”. Ha necesitado cargarse semánticamente con adjetivos o adverbios que aporten la idea del bien, para acabar siendo un sinonimo de felicitación. Por ejemplo , en la tercera acepción del diccionario Treccani:

“Desiderio che accada qualcosa di bene, e l’espressione stessa di questo desiderio: formulare un a.; a. di felicità, di buona fortuna; ti faccio l’a. di guarir presto; gradisci i miei più sinceri augurî; cerca di riuscire: questo è il mio a. più cordiale. Inoltre: fare, porgere, mandare, inviare gli augurî; lettera, cartolina, biglietto di augurî, per le maggiori solennità o per qualche avvenimento particolare, come compleanno, onomastico, matrimonio, ecc. (e in questi casi si adopera sempre al plurale).”

Como se ve, en las felicitaciones (por cumpleaños, santos, matrimonio, etc.) casi siempre se usa en plural. Lo mismo que le sucedió a dicta  (“cosas dichas”), un plural originario, aunque ahora ‘dicha’ sea un sustantivo femenino singular. Este recorrido nos puede haber aclarado el concepto de felicidad en uno de sus sinónimos y la relación con el lenguaje pronunciado, con el bien y con el plural que tiene la noción de felicidad.

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Lectorem delectando: la lectura como felicidad en el mundo clásico

Lectorem delectando: la lectura como felicidad en el mundo clásico

Lectorem delectando el placer de la lectura

El investigador principal de FELHIS, Juan Antonio González Iglesias, ha publicado un artículo en el último número (894, junio 2021) de Insula: revista de letras y ciencias humanas.

La lectura en el mundo clásico era a menudo lo mismo que es hoy: un refugio frente a las mil adversidades de la vida. Ovidio celebra la sencilla felicidad doméstica de leer, aumentada en comparación con las incomodidades peligrosas de los viajes. En sus Amores (2, 11, 31-32) leer aparece como un placer seguro —en los dos sentidos: garantizado y exento de riesgos—. Nos presenta el bienestar del que, tendido en la cama, lee sus libros (legisse libellos, “libritos”, otro diminutivo en el que cabe todo el afecto del mundo) toca la lira. Probablemente la lectura y la música tuvieran lugar en la cama, incluso simultáneamente, en una suma de placeres elementales que han cambiado muy poco. Es probable que ahora todo eso quepa en un teléfono móvil, pero lo esencial, como corresponde a lo clásico, se mantiene en las actitudes humanas genuinas: “Más seguro / es calentar tu lecho, leer tus libros, /pulsar la lira tracia con tus dedos”.

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Curso «Carpe diem: leer y escribir poesía» V edición

Curso «Carpe diem: leer y escribir poesía»

Entre el 3 y el 16 de mayo se desarrollará en la Universidad de Burgos la V edición del Curso «Carpe diem: leer y escribir poesía», dirigido por el Prof. Antonio Portela Lopa, miembro investigador de FELHIS. El curso se propone acercar la poesía de manera atractiva, participativa, y con un planteamiento diferente de las clases regulares. Leer, comentar buenos textos y escribir serán las pautas de una actividad universitaria que se plantea como un tiempo creativo, ameno, capaz de mejorar humanísticamente a sus participantes.  La modalidad del curso será online y su duración total es 30 horas

Para mayor información, puede consultarse la web oficial del curso.

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Carpe diem o la felicidad efímera en progreso

Carpe diem o la felicidad efímera en progreso

RAFAEL PONTES VELASCO

¿Cómo interpretamos el tópico horaciano del carpe diem en tiempos de pandemia? ¿Qué nos quieren decir exactamente los que, después del relato de numerosas desgracias compartidas, se despiden de nosotros con la resignada expresión “día a día”? ¿Se acercan al estoicismo del day by day con el que un desolado Rambo, espartano de los años 80, contestaba al coronel Trautman cuando este le preguntaba, al final de la película, por sus próximos e inciertos pasos? ¿Se refieren al más moderno YOLO, acrónimo de you only live once, con el que los jóvenes de la década pasada apostaban por un estilo de vida audaz y sin renuncias?

Todas estas posibilidades y muchas más caben en el carpe diem, o carmen díez si atendemos al argot humorístico de hace veinte años. El tópico se revisa en cada época y, últimamente, casi en cada instante. Carpe diem no significa lo mismo hoy, 18 de marzo de 2021, que a principios de 2020. El coronavirus ha cambiado nuestra percepción y el miedo ha provocado que la bella máxima de Horacio se pronuncie con más precaución que optimismo: abraza la mañana si puedes, porque esta tarde una infección podría amargarte y contraerte. En la noche es mejor que no pensemos, al menos por ahora.

Carpe diem también equivale a “la vida son dos días”, si bien el abstracto 1 se nos antoja más duradero y contundente que el concreto 2. Su mención implica que ni siquiera planifiquemos el trabajo pendiente que nos agazapará dentro de una hora, que olvidemos por un momento la dureza de la realidad. Somos más conscientes que nunca de la incertidumbre, de la fuerza de lo inesperado en su sentido negativo. Nos mostramos desconfiados, temerosos de anunciar promesas, prudentes hasta en el pronóstico más conservador. “Distancia” es la palabra clave, el signo de nuestro tiempo: clases a distancia, distancia de seguridad, distancia para que la verdad no nos dañe.

Los innumerables besos que Catulo generosamente repartió en su “Carmen V” son tal vez los que la mascarilla impide que demos hoy. El caprichoso equilibrio exige que a pocos se les dé lo que a la mayoría se le niega. También su viceversa. La felicidad es efímera y resulta difícil no sentirse culpable en su presencia. Paradójicamente la agarramos con toda la valentía de la que somos capaces, la cosechamos a contracorriente sin saber a ciencia cierta durante cuánto tiempo podremos disfrutarla. ¿Tenemos derecho a ella o acaso es nuestra única obligación? No nos engañemos. Los clásicos nos dicen que la felicidad es un imperativo (“aprovecha, vive el hoy”) y sabemos que somos más felices cuando cumplimos con nuestro deber.

Los actos nobles son valiosos por sí mismos, y por tanto más meritorios, en la medida en que ignoramos si habrá un futuro en el que se nos recompense por ellos. Más bien, sospechamos que no lo habrá. Con todo seguimos, pequeños héroes de la cotidianidad, trabajando como si no hubiera un mañana en el sentido literal de la expresión. Quizá la única certeza sea que un día estuvimos contentos, o al menos Horacio y Catulo se sintieron así durante largas etapas de sus vidas y nada impide – a priori – que algunos de nosotros también lo estén o lo estemos.

En el esplendor del subjuntivo (deseos, dudas, miedos), el imperativo carpe diem sugiere algo más que una invitación. Su necesario reverso, complementario por su tono, es memento mori. Los dos lemas conllevan una advertencia y se justifican recíprocamente. En esta dirección, el poeta Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978) observa que la fugacidad de la vida atañe a la literatura menos que a nuestra existencia real. Más acá de la dicción y de la ficción, en un plano material que el arte y la cultura no alcanzan, existe una muerte que va en serio. Como se deduce de su poema “Memento mori”, no hay manera de maquillar ni mitigar el dolor que produce:

Los sabios nos recuerdan que la muerte

da sentido a la vida,

que si amamos, sentimos o reímos

se debe a que, algún día, todo habrá terminado,

se habrá cerrado el círculo y al fin conoceremos

la última anotación del pergamino.

Lo dicen los filósofos y Borges,

los gurús de culturas muy lejanas.

La muerte de la que hablan no es la nuestra,

sino la medieval de los grabados,

unos huesos con túnica y guadañas.

Ellos piensan en Séneca recostado en su tina

o en Hamlet escuchando los clarines de Fortinbras.

La muerte es el final, pero de un libro,

el último estertor de un personaje.

De la otra, de la ausencia que te hace ser un alga

incolora en el fondo del más puro silencio,

de la muerte que infunde el pánico y te empuja

como un perro furioso contra el mundo,

de esa saben muy pocos.

Casi peor que la muerte es la enfermedad. El carpe diem está ligado a la juventud, pero también a la consciencia de que la plenitud no dura para siempre. El solo hecho de pensar en el tópico latino, más aún si escribimos sobre ello, implica una edad indefinida, una sensación de eternidad casi incompatible con los años sucesivos. Que la literatura se conciba como una de las artes temporales raya el oxímoron, como contradictorio es el concepto que Rodríguez Jiménez señala en su poema “Poesía joven”:

No existe poesía joven,

por más que la defiendan los dueños del mercado

o intenten explotarla los continuos antólogos.

Los jóvenes extienden sus cuerpos sobre el césped,

dormitan en las aulas o sudan abrazados

en terrenos de juego.

Los jóvenes maltratan su salud en la calle,

trepan hasta las altas cornisas del peligro

y absorben la amargura con soberbia de dioses.

Los jóvenes no pierden su tiempo entre los libros,

viven en un ardiente destello de inconsciencia

que no da para más.

No existe poesía joven.

La magia que desprende el pulso del lenguaje

no tiene condición ni cabe dentro

de la estrecha pantalla de un cronómetro.

No conoce la edad: De sobra sabes

que la hierba de Whitman crece desde el futuro

y que el dedo de Horacio seguirá señalando

cada generación que se ha agotado.

Anacreonte sigue teniendo veinte años

y Safo es la mujer más libre que conozco.

La luz de los veranos de Eloy Sánchez Rosillo

suena siempre distinta,

como el color del mar en La Odisea.

Si padeces la misma maldición que Narciso,

tienes envejecida la pulpa del espíritu.

Vieja tu alma, vieja tu manera

de esconderte del mundo.

Viejo el dolor que muestras orgulloso

como los tatuajes de los marinos viejos.

Vieja la enfermedad de verte indemne

aun en el canto último del cisne.

Viejo seguir la senda de los muertos.

Vieja la hermosa farsa de tu vida.

Tiempos tan duros como los que padecemos en la actualidad, tan inéditos para todos nosotros, requieren nuevas herramientas de interpretación. La tradición nos ayuda y nos prepara hasta un punto muy alto, pero quizá ya no resulte suficiente y debamos dar un paso más. No es lo mismo el entrenamiento que el partido. José Luis García Martín, en “A un dios desconocido”, nos da una pista de los dones que podemos pedir de manera realista: “Dame pobres placeres repetidos / no un único diamante en la memoria”. Enrique Lihn ofrece un consuelo a los que escribimos, extrapolable a los que se dedican a cualquier otra actividad, en su poema “Porque escribí”: “Escribí / y hacerlo significa trabajar con la muerte / codo a codo, robarle unos cuantos secretos (…) / Pero escribí y me muero por mi cuenta, / porque escribí porque escribí estoy vivo”.

Esto es lo que proponemos para que el carpe diem contribuya a la felicidad en tiempos de pandemia: un hoy efímero, sí, pero progresivo. Se trata de un work in progress que demanda una labor constante de renovación y mayor humildad que nunca. La felicidad se siembra y los frutos pueden llegar o no, aunque suelen hacerlo de un modo u otro. Los tres pilares en los que se sostiene esta ética fugaz, adaptada a lo inmediato, son la valoración de lo que tenemos, el intento de recordar con agradecimiento e incluso recobrar lo que tuvimos y, posiblemente, la reducción de las aspiraciones. Como escribe Rodríguez Jiménez en el poema final de su libro Nuestro sitio en el mundo, a la postre es el amor – paterno, en su caso – el que propicia el balance deseable entre la eternidad y el carpe diem:

 

CUANDO FUIMOS ETERNOS

Para Vega

Leí en alguna parte que la muerte no tendrá señorío

y hoy comprendo por qué:

Duermes sobre mi pecho con tu piel confiada

y tu sonrisa inmensa reposando en su cofre.

Dice un viejo poema que la muerte no encontrará dominio

y es más fácil creerlo con tu aliento en la cara,

con esta sangre nuestra que alimenta tu cuerpo

y este sueño arropando la intemperie del mío.

Es fácil entender que no habrá señorío

de la muerte en la casa donde fuimos eternos,

completos y felices como antorchas prendidas

que espantan a la muerte con su fuego tan vivo.

 

Referencias:

Catulo (2006): Poesías, Madrid, Cátedra.

Cosmatos, George Pan (1985): First Blood Part II, USA, TriStar Pictures.

García Martín, José Luis (1992): El pasajero, Granada, La Veleta.

Horacio (2004): Odas y Epodos, Madrid, Cátedra.

Lihn, Enrique (1995): Porque escribí. Antología poética, Chile, Fondo de Cultura Económica.

Rodríguez Jiménez, Antonio (2020): Nuestro sitio en el mundo, León, Eolas Ediciones.

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Rupit amor leges: un instante de felicidad en la épica de Lucano

Rupit amor leges: un instante de felicidad en la épica de Lucano

JAVIER ANTONIO SÁNCHEZ MARTÍNEZ

Acaso el lugar menos propicio del mundo para la felicidad sea la guerra. Una palabra que guarda la raíz de la fecundidad no puede caber en el nombre de la destrucción. En trincheras, frentes y acies algunos soldados han encontrado ambas: luchando, la muerte; la felicidad, rehusando la lucha. El rechazo individual o colectivo a la batalla—deserción y tregua improvisada— es una constante en la historia y, por tanto, un tópico literario. Para el primer caso, podríamos citar los famosos versos de Arquíloco (fr. 5 W) y Horacio (Carm. 2.7.). Para el segundo, Lucano (4.168-205):

Allí, no muy distantes, y con livianas vallas

los reales se asientan. Y al mediar poco espacio,

y conseguir los ojos reconocer los rostros,

(allí se pueden ver padres, hijos y hermanos)

advierten la vileza de las guerras civiles.

Un instante el temor paralizó las lenguas:

saludan con el gesto y agitando las armas.

Pero, luego, inflamados por impulsos de afecto,

la disciplina quiebran, y el soldado se atreve

a traspasar las vallas, con los brazos abiertos

para el abrazo. Uno, por el nombre al vecino

requiere; a su allegado, éste invoca; suscita,

otro, tiempos comunes de la escolar infancia;

ningún romano logra no amar a un adversario.

Bañan lágrimas armas, sollozos besos cortan,

y, aún no maculado por la sangre, el soldado

por lo que pudo hacer se estremece. […]

[…]

Paz había; y los milites, de un castro a otro, juntos

erraban; concordados, dura grama sirviéndoles

de mesa, convivían con solidario Baco;

brillan fuegos campestres y, común la yacija,

insomnes noches pasan narrando sus hazañas:

en qué lugar lucharon primero; de qué diestra

partió la lanza. Mientras exageran sus glorias

y sus errores niegan, van cediendo al destino:

renuevan, desdichados, la lealtad, y agravan

con el afecto crímenes que ellos mismos perpetren.

(traducción de M. Roldán [versión original])

Lucano

Lucano

El poeta no desaprovecha la oportunidad de incluir en su Farsalia el episodio histórico de la tregua improvisada durante la campaña de Lérida (verano del 49 a. C.) en la guerra civil de César y Pompeyo. En un poema tan fúnebre, pesimista y subversivo, en cuyos versos se encuentran serpientes, tempestades y crímenes, en el que los hombres son crueles y la naturaleza anuncia el fin del mundo, este breve momento de felicidad resulta aparentemente extraño. En realidad, se trata de una inversión más de lo establecido: entre conciudadanos, donde debería haber paz, hay guerra; entre soldados, donde debería haber guerra, hay paz. Esta ironía trágica sintetiza a la perfección la idea de las guerras civiles: los mismos que ahora son hermanos, después estarán matándose. Y en el relato, la propia confraternización, antes que aliviar la tensión narrativa, la acentúa (omne futurum creuit amore nefas, 4.204-5). Con todo, reconforta observar la inclinación natural del hombre a la concordia: es poderosa la imagen del soldado que desobedece el mando para abrazarse a su adversario. Sustituyen así el combate por un sencillo banquete a la luz de la hoguera y dejan de intercambiar proyectiles para intercambiar historias. Por eso, Lucano invoca (4.189-191):

nunc ades, aeterno conplectens omnia nexu.

o rerum mixtique salus Concordia mundi

et sacer orbis amor.

(¡Ahora vengas, Concordia! Y con eterno vínculo

anudes todo; tú, renovación del mundo

y de sus elementos armonía; sagrado amor universal.)

De la misma manera, 1988 años después, en otra guerra civil, soldados de ambos bandos salían de sus trincheras a encontrarse en un campo de fútbol de la Casa de Campo. Pedro Corral cuenta este episodio en Desertores (pp. 372-375). Curiosamente, aparecen los mismos elementos del abrazo, la conversación y el alcohol que en la tregua de Lérida:

El comisario político de la 6.ª División, Isidro Hernández Tortosa, llegó también al lugar de los hechos. Su declaración es muy explícita acerca de su reacción ante lo que vio: «Rápidamente llegamos allá y pudimos comprobar el caso bochornoso de que ambos bandos se abrazaban y se besaban». Lo sorprendente es que las mismas fuerzas se habían tiroteado con saña el día anterior. (…) Entre los papeles de la causa abierta por la justicia militar republicana por este episodio, se conserva una nota que uno de los soldados franquistas entregó a otro del Ejército Popular para que se la hiciera llegar a su novia, que residía en el pueblo barcelonés de Cardona, en la retaguardia republicana. La nota, evidentemente, no llegó nunca a su destinataria: «Querida Rosa: Hoy en este frente somos todos hermanos, bebiendo una botella de cognac con los camaradas que tan buenos son. Espero vernos pronto. Abrazos. José Gómez».

Ambos episodios son tan solo dos ejemplos de las numerosas treguas improvisadas que sucedieron en la historia, no solamente en guerras civiles (recuérdese la famosa tregua de la Navidad de 1914 en la Primera Guerra Mundial). Lucano, como poeta, capta la esencia del fenómeno y la expresa en dos dáctilos y medio: rupit amor leges (4.175).

 

REFERENCIAS

Housman, A. E. (1927). M. Annaei Lucani Belli Ciuilis libri decem. Oxford: Blackwell.

Roldán, M. (1995). Lucano: Farsalia. Córdoba: Universidad de Córdoba.

Corral, P. (2006). Desertores: la Guerra Civil que nadie quiere contar. Barcelona: Debate.

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