Rupit amor leges: un instante de felicidad en la épica de Lucano
JAVIER ANTONIO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Acaso el lugar menos propicio del mundo para la felicidad sea la guerra. Una palabra que guarda la raíz de la fecundidad no puede caber en el nombre de la destrucción. En trincheras, frentes y acies algunos soldados han encontrado ambas: luchando, la muerte; la felicidad, rehusando la lucha. El rechazo individual o colectivo a la batalla—deserción y tregua improvisada— es una constante en la historia y, por tanto, un tópico literario. Para el primer caso, podríamos citar los famosos versos de Arquíloco (fr. 5 W) y Horacio (Carm. 2.7.). Para el segundo, Lucano (4.168-205):
Allí, no muy distantes, y con livianas vallas
los reales se asientan. Y al mediar poco espacio,
y conseguir los ojos reconocer los rostros,
(allí se pueden ver padres, hijos y hermanos)
advierten la vileza de las guerras civiles.
Un instante el temor paralizó las lenguas:
saludan con el gesto y agitando las armas.
Pero, luego, inflamados por impulsos de afecto,
la disciplina quiebran, y el soldado se atreve
a traspasar las vallas, con los brazos abiertos
para el abrazo. Uno, por el nombre al vecino
requiere; a su allegado, éste invoca; suscita,
otro, tiempos comunes de la escolar infancia;
ningún romano logra no amar a un adversario.
Bañan lágrimas armas, sollozos besos cortan,
y, aún no maculado por la sangre, el soldado
por lo que pudo hacer se estremece. […]
[…]
Paz había; y los milites, de un castro a otro, juntos
erraban; concordados, dura grama sirviéndoles
de mesa, convivían con solidario Baco;
brillan fuegos campestres y, común la yacija,
insomnes noches pasan narrando sus hazañas:
en qué lugar lucharon primero; de qué diestra
partió la lanza. Mientras exageran sus glorias
y sus errores niegan, van cediendo al destino:
renuevan, desdichados, la lealtad, y agravan
con el afecto crímenes que ellos mismos perpetren.
(traducción de M. Roldán [versión original])
El poeta no desaprovecha la oportunidad de incluir en su Farsalia el episodio histórico de la tregua improvisada durante la campaña de Lérida (verano del 49 a. C.) en la guerra civil de César y Pompeyo. En un poema tan fúnebre, pesimista y subversivo, en cuyos versos se encuentran serpientes, tempestades y crímenes, en el que los hombres son crueles y la naturaleza anuncia el fin del mundo, este breve momento de felicidad resulta aparentemente extraño. En realidad, se trata de una inversión más de lo establecido: entre conciudadanos, donde debería haber paz, hay guerra; entre soldados, donde debería haber guerra, hay paz. Esta ironía trágica sintetiza a la perfección la idea de las guerras civiles: los mismos que ahora son hermanos, después estarán matándose. Y en el relato, la propia confraternización, antes que aliviar la tensión narrativa, la acentúa (omne futurum creuit amore nefas, 4.204-5). Con todo, reconforta observar la inclinación natural del hombre a la concordia: es poderosa la imagen del soldado que desobedece el mando para abrazarse a su adversario. Sustituyen así el combate por un sencillo banquete a la luz de la hoguera y dejan de intercambiar proyectiles para intercambiar historias. Por eso, Lucano invoca (4.189-191):
nunc ades, aeterno conplectens omnia nexu.
o rerum mixtique salus Concordia mundi
et sacer orbis amor.
(¡Ahora vengas, Concordia! Y con eterno vínculo
anudes todo; tú, renovación del mundo
y de sus elementos armonía; sagrado amor universal.)
De la misma manera, 1988 años después, en otra guerra civil, soldados de ambos bandos salían de sus trincheras a encontrarse en un campo de fútbol de la Casa de Campo. Pedro Corral cuenta este episodio en Desertores (pp. 372-375). Curiosamente, aparecen los mismos elementos del abrazo, la conversación y el alcohol que en la tregua de Lérida:
El comisario político de la 6.ª División, Isidro Hernández Tortosa, llegó también al lugar de los hechos. Su declaración es muy explícita acerca de su reacción ante lo que vio: «Rápidamente llegamos allá y pudimos comprobar el caso bochornoso de que ambos bandos se abrazaban y se besaban». Lo sorprendente es que las mismas fuerzas se habían tiroteado con saña el día anterior. (…) Entre los papeles de la causa abierta por la justicia militar republicana por este episodio, se conserva una nota que uno de los soldados franquistas entregó a otro del Ejército Popular para que se la hiciera llegar a su novia, que residía en el pueblo barcelonés de Cardona, en la retaguardia republicana. La nota, evidentemente, no llegó nunca a su destinataria: «Querida Rosa: Hoy en este frente somos todos hermanos, bebiendo una botella de cognac con los camaradas que tan buenos son. Espero vernos pronto. Abrazos. José Gómez».
Ambos episodios son tan solo dos ejemplos de las numerosas treguas improvisadas que sucedieron en la historia, no solamente en guerras civiles (recuérdese la famosa tregua de la Navidad de 1914 en la Primera Guerra Mundial). Lucano, como poeta, capta la esencia del fenómeno y la expresa en dos dáctilos y medio: rupit amor leges (4.175).
REFERENCIAS
Housman, A. E. (1927). M. Annaei Lucani Belli Ciuilis libri decem. Oxford: Blackwell.
Roldán, M. (1995). Lucano: Farsalia. Córdoba: Universidad de Córdoba.
Corral, P. (2006). Desertores: la Guerra Civil que nadie quiere contar. Barcelona: Debate.
Aún no hay comentarios.