MARTA MARTÍN DÍAZ
Bernat Castany Prado, Una filosofía del miedo. Barcelona, Anagrama (Argumentos), Finalista del Premio Anagrama de Ensayo, 2022, 368 páginas, ISBN 978-84-339-6482-3.
A Jeremy Pacheco Ascuy
que vio Lucrecio y dijo “para mi amiga Marta”
(demostrando así que, sin habérselo leído,
él ya pone en práctica la teoría de este libro).
En los últimos tiempos, nuestro mercado editorial se encuentra viviendo un momento feliz en lo que a la publicación de libros sobre escuelas filosóficas grecorromanas y la aplicación de sus ideales a la vida contemporánea se refiere. Además, estos libros se encuentran dirigidos al gran público, pero no por ello son obras laxas en su rigor científico; cumpliendo rigurosamente, a través de esta accesibilidad, su cometido. Asimismo, en la mayoría de las ocasiones estos libros provienen del ámbito anglosajón. Ejemplos de ello, por mencionar solo algunos, son el Cómo ser un epicúreo. Una filosofía para la vida moderna de Catherine Wilson (2020, Ariel) (cuyo subtítulo traducido al español pierde, en mi opinión, el espíritu originario, más pegado a la propia manera helenística de entender el epicureísmo de la propuesta de Wilson: The Ancient Art of Living Well) o el tándem de John Sellars Lecciones de estoicismo. Filosofía antigua para la vida moderna (2021, Taurus) y Lecciones de epicureísmo. El arte de la felicidad (2021, Taurus). Este ultimo reseñado hace unos meses en este mismo blog. Así como las celebradas reediciones del trabajo de Martha C. Nussbaum, entre las que aquí se debe destacar La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística (2021, Paidós), donde Nussbaum formula la dimensión terapéutica y práctica de las escuelas filosóficas helenísticas de Grecia y Roma.
Por tanto, en este contexto de obras traducidas, es de celebrar un libro como el de Bernat Castany Prado, que fue finalista del premio Anagrama de Ensayo 2021. Aunque su directo título, Una filosofía del miedo (sin ningún otro tipo de subtítulo o añadido), pudiera hacer pensar que poco tiene que ver con la felicidad, su búsqueda o su obtención, lo que en él hace Castany Prado es, precisamente, acercarse a la definición de esta y su consecución por la vía del análisis de todo aquello que nos impide llegar a ella en nuestros tiempos. De este modo, presenta un modelo cercano al de la escuela filosófica a la que más recurre a lo largo del ensayo: la epicúrea, cuyos dos pilares estructurantes para el buen vivir (o sea, el vivir feliz) son, precisamente, la aponía (ἀπονία) y la ataraxia (ἀταραξία). Esto es, la ausencia de dolor corporal y la carencia de preocupaciones y temores mentales, respectivamente.
A su vez, el tetraphármakon (τετραφάρμακος, «remedio en cuatro partes», del que se habló a propósito del título original del libro sobre el epicureísmo de John Sellars) del discípulo de Epicuro Filodemo de Gádara ofrece, precisamente, cuatro estrategias contra el miedo, como Castany Prado señala a lo largo del ensayo (especialmente en la p. 94): no temer a Dios ni a la muerte, saber que lo bueno es fácil de conseguir y lo terrible fácil de soportar (Papiro de Herculano 1005, 4.9–14). Asimismo, como hace el también epicúreo Lucrecio en su poema De rerum natura, el autor enfatiza así la necesidad de reflexión y conocimiento para enfrentar los miedos, propios e impuestos, de la vida contemporánea (cf. el episodio, repetido hasta cuatro veces a lo largo del poema–1. 146-8, 2. 59-61, 3. 91-3, 6. 39-41– de Lucrecio que presenta a unos niños aterrados en la oscuridad, a quienes la luz no salvará del miedo, sino el entendimiento de la naturaleza de las cosas a través de la doctrina de Epicuro, y las sábanas antibalas de los hijos de Castany Prado, a quienes dedica el libro).
El ensayo se encuentra dividido en cuatro partes, precedidas de un breve prólogo (pp.13-17) en el que se expone la génesis del libro: una alumna interesada en la cuestión del miedo y la ascesis del valor pidió a su profesor, el propio Castany Prado, más información sobre el tema; tras recibir un correo lleno de recursos bibliográficos al respecto, dejó de acudir a aquella clase. El autor busca así resarcirse y dar una mejor respuesta, por lo menos algo más satisfactoria, que la que en aquella ocasión ofreció. Estas cuatro partes se subdividen, a su vez, en distintos epígrafes de sugerentes títulos, que presentan varios aspectos del tema general a tratar en su respectiva sección.
El ensayo se desenvuelve con un tono narrativo, en el que destaca el uso de la primera persona del plural, en el que las anécdotas y episodios personales del autor se entremezclan con lecturas filosóficas (de Aristóteles, Epicuro, Lucrecio, Séneca, Spinoza, Nietzsche, entre muchos otros) y literarias (empezando, prácticamente, con Homero–p. 23–, y pasando, por mencionar algunos, por Petrarca, Louisa May Alcott, Vicente Huidobro, Roberto Bolaño…), así como diversas referencias mitológicas (por ejemplo, la espada de Damocles que encontramos en el prólogo), para desarrollar ideas propias ajustadas a sus tiempos y, a partir de ellas, presentar sus propuestas.
En la primera parte, ‘Luz de gas’ (pp. 21-76), Castany Prado define el concepto de miedo a ser explorado a lo largo del ensayo, y enarbola para combatir contra sus muchas caras una defensa de la imaginación (en una línea bastante deleuziana). Respecto a esta imaginación, no obstante, el autor adopta un enfoque asimismo similar al de Lucrecio, puesto que advierte que también puede convertirse en una herramienta para hacer cre(c)er esos (falsos) miedos. Sobre todo, en lo que respecta a la muerte: «la muerte es siempre la misma. Lo que nos aterra son los añadidos de nuestra imaginación», sentencia Castany Prado en las pp. 59 y 60.
El ensayo procede con una segunda parte, ‘Vivir me mata’ (pp. 79-140), donde se explora el miedo como elemento metafísico, y la manera en la que este ha sido utilizado por las religiones regladas en diversos momentos de la Historia para controlar a la población a través de pulsiones negadoras. Este tipo de miedo ha pasado en la actualidad a ser un elemento fundamental de la última versión globalizada del capitalismo en la que vivimos: «Si Dios ha muerto, todo vale… dinero», como reza el epígrafe de la página 133. Castany Prado propone en esta sección una transvaloración de conceptos tan naturales como la muerte (a través del acercamiento a escuelas filosóficas como la epicúrea) para creer y aceptar el mundo en el que vivimos, sin temerlo, en las circunstancias socioeconómicas en las que nos encontramos.
La tercera parte, ‘Odiseo antitheos’ (pp. 143-273), es la más extensa del ensayo. En ella el autor muestra cómo el miedo impide acceder a una existencia plena, esto es, a una vida buena. Por tanto, en esta parte central del ensayo, la felicidad es planteada, ahora ya de manera explícita (no como negación o ausencia de, como había ocurrido hasta esta parte del libro). Sus distintas identificaciones (la felicidad como placer, potencia o serenidad) son exploradas a través de diferentes éticas (pp. 225-226, p. 234). Entre estas éticas sobresale, de nuevo, la de la escuela epicúrea, y su concepción del miedo como enemigo del placer (entendido este placer como ausencia de dolor y preocupación, como se ha señalado arriba): «Epikouros, en griego, significa “el que socorre”. Así que el epicureísmo es un “socorrismo”, moral y político» (p. 264). Aunque los fragmentos de Epicuro, maestro fundador de la escuela, son fundamentales para presentar y (re)construir esta ética, destaca la importancia dada a los testimonios de sus discípulos romanos, principalmente a Lucrecio y su De rerum natura, pero también en menor medida, puesto que su obra no se centra en dar a conocer la doctrina epicúrea, sino que simplemente esta permea su poesía, a Horacio.
Finalmente, tras haber definido el miedo, la manera en la que este ha actuado y actúa como medio de sumisión para la población, y cómo esta situación impide alcanzar una felicidad de dilatada concepción en nuestro presente, la cuarta y última parte (pp. 277-354), ‘Ampliación del campo de batalla’, funciona como recapitulación del ensayo; ofreciendo así, sin denominarse como tal, las conclusiones de este. El autor enfatiza aquí la necesidad de combatir el miedo como un problema colectivo, no individual, y tener en cuenta su dimensión política (p. 351). Para ello propone una vuelta a las virtudes humanísticas presentadas a lo largo del ensayo (la delimitación propia, la aceptación de la delimitación de la naturaleza, la contención, la amistad, etc.), opuesta a la mercantilización de la realidad al capital. Asimismo, enarbola una defensa de la libertad, entendiendo esta como una condición de posibilidad que cuando es mantenida al nivel individual ayuda a que los demás también puedan disfrutar de ella.
En Una filosofía del miedo, Bernat Castany Prado ofrece un interesante análisis de la situación contemporánea del vivir con miedo para poder comenzar a imaginar y elaborar un presente y un futuro en el que la felicidad (colectiva, ampliamente definida y no aquella que nos intenta vender el modelo capitalista actual) sea la norma y no la excepción. Para ello, recurre a una vasta tradición filosófica y literaria, que hilada con su propia experiencia vital y múltiples anécdotas, hace que la lectura sea instructiva a la par que amena. No obstante, el hecho de recurrir a las mismas escuelas filosóficas en diferentes capítulos y epígrafes del ensayo (principalmente a la epicúrea y a la estoica) hace que, en algunos momentos, el libro resulte algo repetitivo. Sin embargo, como el propio Epicuro pregonaba, la repetición es un elemento fundamental para el aprendizaje y la memorización. Por lo que tomaremos este hecho como una licencia más del propio Castany Prado para seguir al filósofo fundador del Jardín.