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Universidad de Salamanca
Blog dedicado al fenómeno migratorio y étnico
 

Ensayo: Una aproximación teórica a los envíos económicos y a las remesas intangibles. La situación actual y su reducción por la pandemia del COVID-19.

Lidia Pérez González©  

Grado en Sociología

1. INTRODUCCIÓN

Los procesos migratorios se erigen como estrategia para la vida de muchas personas (Acharya and Leon-Gonzalez 2014), siguiendo lógicas actuales de dirección sur-norte y desigual nivel de desarrollo (Alonso 2004). La migración internacional con fines laborales es un elemento clave de la globalización (Gainza 2006), no pudiéndose desligar de las dinámicas globales si se busca comprender su importancia y alcance (Aragonés, Salgado, and Ríos 2008). Como consecuencia, aparece el concepto de “familias transnacionales”, definidas como “las unidades familiares cuyos miembros están separados, pero son capaces de crear vínculos y sentirse todos parte de una misma colectividad” (Consejo Nacional de Población 2012). Esta dimensión transnacional se muestra en el envío de remesas (Rivas and Gonzálvez 2011), englobando éstas al conjunto de transferencias que realizan los emigrantes a sus comunidades de origen, afectando a la economía mundial (Alonso 2004), a las propias condiciones de vida de los migrantes (Rivas and Gonzálvez 2011) y teniendo implicaciones en las comunidades.

Si bien las remesas muestran numerosos criterios de clasificación, como pueden ser la regulación sobre el canal, la determinación de quién es emisor y remitente, la periodicidad o el uso que se las otorga (Vázquez and Abad 2013), en este trabajo se va a diferenciar únicamente entre remesas económicas y remesas no monetarias o intangibles. Ambos efectos migratorios están sufriendo una reducción acelerada al haberse paralizado las movilizaciones a nivel mundial como consecuencia de la pandemia del COVID-19. Con el fin de entender las consecuencias de esta crisis, el ensayo se va a centrar en dar una contextualización teórica a las dos tipologías de remesas, al tiempo que se resalta su actuación conjunta en el desarrollo en las regiones de origen. Para poder alcanzar la consecución de este objetivo, en primer lugar se expone un enmarque teórico de las remesas económicas, unido a la relación entre remesas monetarias y desarrollo; para pasar a contextualizar las remesas intangibles y sus efectos; y finalizar atendiendo a la disminución en el total de remesas como consecuencia de la crisis del COVID-19.

2. REMESAS ECONÓMICAS.

Los recursos monetarios que los trabajadores inmigrantes envían a sus países toman diversas formas, erigiéndose las remesas como la fuente más importante al presentar una cierta estabilidad y una distribución temporal nivelada (Alonso 2004). La significación que tienen las remesas económicas depende de la especificidad de cada país receptor (Alonso 2004), incrementándose el impacto y la cuantía en aquellos que presentan unos índices superiores de desigualdad, pobreza y subdesarrollo (Stefoni 2011). En los lugares de destino, la evidencia empírica muestra que los inmigrantes incrementan la fuerza de trabajo disponible, ocupan sectores de actividad complementarios a los de los nativos y utilizan los servicios públicos en menor medida que los autóctonos, no suponiendo un coste extra a la economía del país (Consejo Nacional de Población 2012). Frente a la obtención de un claro beneficio económico por parte del país receptor, los impactos en el país de origen no poseen una visión unánime y se evalúan desde diferentes perspectivas.

Tradicionalmente, el estudio de los impactos de las remesas en los países de origen se realiza desde dos enfoques diferentes: por un lado, aparece el estructuralismo como visión más negativa y, por otro, se alza el funcionalismo, que aboga por subrayar los efectos positivos. Desde la perspectiva estructuralista, se muestra el efecto negativo de la migración y las remesas en la economía (Gómez 2013) y en la estructura social de las comunidades de origen (Aragonés et al. 2008). Los argumentos que defienden esta postura pueden ser agrupados en tres: (a) el ingreso de estas cuantías genera una dependencia en los lugares de destino, retroalimentándose la necesidad migratoria (Stefoni 2011); (b) no se incentiva la inversión productiva porque se destinan a cubrir las necesidades básicas de las familias (Aragonés et al. 2008); y (c) se perpetúan las desigualdades al no incidir de manera equitativa en toda la comunidad, lo que genera una distribución dispar del capital, a la vez que se acentúan las diferentes experiencias que existen entre migrantes legales e ilegales (Gómez 2013).

Por su parte, la perspectiva funcionalista o “positiva” ha dominado la discusión hasta el inicio del siglo actual (Stefoni 2011). En lo que respecta a los efectos que se producen en las familias receptoras, este enfoque señala que el hecho de que se destinen los ingresos a gastos básicos se traduce directamente en un incremento del bienestar familiar (Aragonés et al. 2008) y en un incentivo para la economía local. Si se procede a observar los resultados de las cuantías recibidas desde un enfoque más comunitario, las remesas ocuparían un papel central en la reducción de los índices de pobreza y de desigualdad social, al suponer un incremento del capital económico en estas sociedades (Stefoni 2011). Al mismo tiempo, se alzan estos envíos como una forma de ahorro, lo que contribuye a potenciar la formación de negocios y empresas, suponiendo el crecimiento económico local (Aragonés et al. 2008).

En línea con el nivel macro funcionalista, la Teoría Neoclásica aparece como base del estudio a nivel micro, caracterizándose por subrayar la decisión individual racional como punto de partida de cualquier proceso migratorio (García 2006), es decir, se examinan los costes y los beneficios propios con el objetivo de maximizar la renta (León 2005). Así, la mano de obra se desplazará a zonas donde su eficiencia se incremente (Alonso 2004), generando que las remesas sean una consecuencia directa del esfuerzo por regular los salarios entre regiones (García 2006) y mantener un equilibrio entre los diversos sistemas (León 2005). Otra base explicativa es la Nueva Teoría de la Migración Laboral, que postula que la decisión de emigrar es un mecanismo que implica la percepción conjunta de los grupos familiares y de los hogares (Mora-Rivera and Gutiérrez 2018), sosteniendo, como el anterior enfoque, un punto de partida particular. Las estrategias migratorias pretenden asegurar un amparo contra los riesgos de ingreso económico y producción (Gómez 2013), reduciendo la incertidumbre del hogar, constituyéndose las remesas como factor clave en el ahorro (García 2006) para poder solventar posibles desavenencias.

La relación entre remesas y desarrollo

A pesar de que las remesas económicas suponen un factor de crecimiento en el núcleo familiar, no siempre éste se ve extrapolado al sistema nacional, apareciendo ambigüedades en la relación entre remesas y desarrollo de las comunidades de origen. Los envíos monetarios y su implicación en la mejora de los hogares receptores responden a una estrategia de tipo familiar (Alonso 2004), que busca minimizar los riesgos e incrementar la movilidad social, definiéndose las remesas familiares como los recursos que se utilizan en la reproducción material y social de la familia (Stefoni 2011). Si bien éstas favorecen la reducción del número de grupos que están bajo el umbral de pobreza (Márquez 2005), no están presentes en los hogares más pobres (Aragonés et al. 2008), sino que existe un umbral mínimo de renta requerido para el proceso migratorio que cubra los principales costes derivados de éste (Alonso 2004). Pese a esta contradicción, sí que aparece una mejora del bienestar familiar, sobre todo desde el ámbito laboral, ya que la emigración permite reducir los problemas de desempleo (Manso and Villamar 2013).

El conjunto de estrategias familiares e individuales acaba produciendo efectos macro (Márquez 2005), afirmándose que la migración internacional y las remesas impactan en la reducción de la pobreza en los países en desarrollo (Adams and Page 2005). Al mismo tiempo, se ha apuntado a una “fuga de cerebros” desde los países emisores hacia los receptores de migrantes, limitando los mercados laborales de los primeros al perder parte de su capital humano (Alonso 2004). Un problema adicional es que la formación de los individuos se realiza con un cargo a los presupuestos públicos (Alonso 2004), unido al hecho de que la emigración afecta negativamente al crecimiento futuro del entorno (Manso and Villamar 2013) y genera una mayor dependencia con respecto a las remesas.

En esta línea, la Teoría del Capital Humano expone cómo los individuos quieren rentabilizar su inversión con la expectativa de obtener mayores retornos, lo que genera una búsqueda de lugares que demanden mano de obra cualificada (Márquez 2005). Esta emigración podría suponer efectos negativos en el punto de partida, en la educación inicial de los niños. Frente a la posibilidad de ofrecer mayores conocimientos procedentes de un proceso migratorio o el incremento de la probabilidad de completar la escolarización (Acharya and Leon-Gonzalez 2014), lo que sucede a veces no tiene un tinte positivo: se da una falta de supervisión por parte de los padres, se obliga a los niños a compensar el trabajo del adulto emigrante, o aparecen efectos heterogéneos por cohorte de género y edad (Acharya and Leon-Gonzalez 2014).

Pese a la pérdida de capital humano que conlleva este éxodo, tanto los retornos de los emigrantes como los medios de comunicación hacen posible las interacciones entre ambos polos migratorios (Márquez 2005), lo que ocasiona un intercambio y diseminación de aprendizajes, contactos y experiencias (Manso and Villamar 2013). Por tanto, junto a las remesas económicas cabe destacar las denominadas “remesas sociales”, que son transferencias intangibles que propician transformaciones políticas, jurídicas o socioculturales (Márquez 2005). Cada interacción entre remitentes y receptores de dinero implica mucho más que una transacción meramente económica (Boccagni and Decimo 2013) al compartir visiones, ideas, discursos y tradiciones (Gainza 2006), originando una serie de efectos que se expondrán a continuación.

3. REMESAS INTANGIBLES

Los emigrantes llevan mano de obra, habilidades y conocimientos a los países receptores, mientras continúan apoyando al desarrollo en sus países de origen gracias a los envíos de remesas, experiencias y competencias (Levitt and Lamba-Nieves 2011), siendo necesario visibilizar los aspectos sociales y simbólicos más allá de las remesas económicas (Abad 2012). Las posibilidades de envíos sociales se relacionan con aspectos como son los vínculos con el país de origen, su intensidad e importancia del grupo, las redes sociales que se establezcan y los requerimientos sociales de infraestructura (Arias 2007). Comprender cómo viajan las remesas sociales requiere una óptica transnacional (Levitt and Lamba-Nieves 2011), siendo estos intercambios clave en la creación de redes sociales transnacionales (Vázquez and Abad 2013) que impulsarán las futuras decisiones migratorias (Abad 2012). Sin embargo, no todas las redes rebajan costes y riesgos, existiendo además sistemas que generan peligros, donde las personas caen en una trampa que las hace ilegales (Soto 2005).

Las remesas sociales son definidas como “las ideas, los comportamientos, las identidades y el capital social que fluye desde el país de acogida hacia las comunidades de origen” (Levitt 1998). Esta autora subraya que los migrantes trasladan herramientas sociales y culturales que serán de ayuda tanto para su adaptación individual como para los posibles desarrollos comunitarios, y que son ampliamente dependientes de las diversas características socioeconómicas y de las estructuras de oportunidad disponibles (Levitt 1998). Al tiempo que estas remesas visibilizan los cambios socioculturales inducidos por la migración (Vázquez and Abad 2013), sus diversos patrones de evolución (Levitt 1998) afianzan que los intercambios no sólo se muevan en una dirección (Levitt and Lamba-Nieves 2011).

Levitt apunta a que existen al menos tres tipos de remesas sociales: estructuras normativas, sistemas de prácticas y capital social (Vázquez and Abad 2013). Las primeras son ideas, valores y creencias; y las segundas son las acciones conformadas por estructuras normativas (Levitt 1998). Por su parte, el capital social se constituye por los valores, las normas, el prestigio y el estatus adquiridos socialmente y a través de la migración (Vázquez and Abad 2013). Pese a que a menudo se liga el capital social con su aspecto positivo, las redes transnacionales pueden asumir un carácter restrictivo o disruptivo, ambivalencia que puede desencadenar el desarrollo de los lugares de origen o inhibir procesos de crecimiento y cambio social (Boccagni and Decimo 2013).

La transmisión de las remesas sociales ocurre cuando se regresa a las comunidades de origen, bien para vivir, bien para visitar a los familiares; cuando los no migrantes se desplazan a visitar a los migrantes; o a través de intercambios por distintos medios de comunicación (Levitt 1998). Estos mecanismos de difusión deben contar con un entorno favorable para poder producir un impacto en la sociedad emisora. Así, los desplazados se alzarán como “agentes de cambio” en función de una serie de combinaciones de características, condiciones y contextos específicos (Grabowska et al. 2017): (a) los retornados necesitan oportunidades y espacios para la difusión, (b) deben ser socialmente reconocidos en las comunidades de origen y tener audiencia, y (c) poseer unas características personales favorables a procesos de socialización, aprendizaje y enseñanza, como por ejemplo habilidades de comunicación (Grabowska et al. 2017). Por tanto, las remesas sociales se erigen como una herramienta potencial para el cambio, pero no producen por sí mismas una reforma social (Levitt 1998).

En lo relativo a los efectos que pueden tener las remesas intangibles, es interesante apuntar a que todos ellos están vinculados a los significados que se atribuye a la migración en cada sociedad, acorde con las diversas trayectorias individuales o los lazos comunitarios y familiares (Boccagni and Decimo 2013). En cuanto a los efectos negativos, la literatura señala algunos de los más importantes: pérdida de capital social al romperse los lazos comunales (Alonso 2004), cambios en el imaginario colectivo idealizándose la migración en detrimento de lo local (Abad 2012), tensiones sociales a las que se expone la familia de los migrantes (Boccagni and Decimo 2013), o diversas prácticas de “ostentación” que retroalimentan las desigualdades (Abad 2012).

Al observar las remesas sociales desde un prisma positivo, se señalan los siguientes efectos: permiten a los migrantes la reproducción de marcos identitarios que los unen a su origen (Abad 2012), asegurando conexiones en vistas a necesidades futuras (Levitt and Lamba-Nieves 2011); afectan a los patrones existentes de estratificación social, de prestigio y de distinción de clase (Boccagni and Decimo 2013); fomentan las inversiones en capital humano educativo y sanitario (Levitt and Lamba-Nieves 2011); e influyen en las relaciones de género, cambiando el rol de las mujeres (Gainza 2006) o mediante la modificación de las normas de  matrimonio (Levitt and Lamba-Nieves 2011). Además, las remesas intangibles producen efectos puestos a debate, como el caso del empoderamiento de la mujer: por un lado, hay autores que argumentan que incrementan su estatus y reconocimiento social al ser las receptoras directas de los envíos de dinero y las encargadas de su gestión (Abad 2012); y, por otro, hay quienes defienden que no se produce un aumento de su poder, ya que son los emigrantes los que marcan las pautas de gasto de estas cuantías  (Abad 2012).

A pesar de que se emplea el término de “remesa social” para aglutinar el conjunto de remesas intangibles y generar una dicotomía con respecto a lo económico, diversos autores han segmentado aún más el concepto, apareciendo definiciones relacionadas con más ámbitos:

  • Remesas políticas. Aparece una transferencia de ideas políticas que aglutinan concepciones de derechos humanos, de minorías étnicas y de las mujeres (Vázquez and Abad 2013), al tiempo que modifican las instituciones políticas, orientando las normas culturales y sociales (Levitt and Lamba-Nieves 2011).
  • Remesas religiosas. Se transmiten nuevas ideas religiosas y se renuevan las existentes (Vázquez and Abad 2013), lo que puede generar una disrupción del entorno en el lugar de origen (Levitt and Lamba-Nieves 2011).
  • Remesas tecnológicas. Aúnan las habilidades y la adaptación a las nuevas tecnologías con la importancia que supone alcanzar una cierta cualificación (Vázquez and Abad 2013), influyendo de manera positiva en la escolarización de los niños y en los resultados educativos de éstos (Levitt and Lamba-Nieves 2011).
  • Remesas culturales. Además, se transfieren prácticas culturales diversas a través de los distintos estilos literarios, cinematográficos, etc. (Vázquez and Abad 2013).

 4. SITUACIÓN DE LAS REMESAS POR LA PANDEMIA DEL COVID-19

La pandemia del COVID-19 afecta a toda la comunidad mundial (Borrell 2020), provocando la crisis económica más profunda y generalizada desde principios del siglo XX (The World Bank 2020). Medidas enfocadas a evitar la propagación del virus, como el distanciamiento social, el cierre de comercios o el confinamiento, han favorecido la ruina de los sistemas globalizados (Castaneda 2020) y han producido un choque de oferta y de demanda, al afectar simultáneamente a los sistemas productivos y a los de consumo (Domínguez 2020). Sin embargo, cuando se observa la crisis desde la perspectiva de la migración, ésta se vuelve más profunda y peligrosa (The World Bank 2020), siendo especialmente vulnerables las zonas de conflictos y los países en desarrollo (Borrell 2020), y afectando heterogéneamente a cada país (Domínguez 2020).

Consecuencia de la damnificación global, los sectores laborales de los inmigrantes en los lugares de acogida se han visto desatendidos, al tiempo que se incrementa la dificultad de movilidad de estos grupos poblacionales, ya que hay trabajadores informales e indocumentados (The World Bank 2020). Frente a esta realidad, los problemas se acentúan en los países en desarrollo, al haber gente en situación de pobreza y exclusión social (Segovia 2020), generándose una necesidad de acudir a los puestos de trabajo y una falta de higiene y hacinamiento en los hogares (Borrell 2020). Su economía se supedita al comercio exterior, al turismo y a las remesas (Segovia 2020), reduciéndose éstas últimas porque los trabajadores migrantes son especialmente vulnerables a las pérdidas de empleo y salarios en épocas de crisis (The World Bank 2020). Consecuencia del COVID-19, se espera que los flujos de remesas caigan un 20% en 2020, descenso que será más pronunciado en Europa, Asia y África (The World Bank 2020).

5. CONSIDERACIONES FINALES

Como se ha apuntado a lo largo del ensayo, se debe potenciar la acción conjunta de los dos tipos de remesas estudiados con el objetivo de alcanzar un mayor desarrollo en los lugares de origen, alzándose como primordial un estudio multi-variable de las remesas y de sus posibles impactos, pese a la dificultad de su medición. En la actualidad, esta idea cobra gran relevancia al existir zonas en las que lo socio-sanitario está compitiendo con lo económico. El carácter novedoso de la pandemia y su naturaleza favorecen una implantación de medidas desordenadas y atropelladas, lo que apunta a unas respuestas nacionales ante la crisis del COVID-19 que son heterogéneas y que se alejan de una coordinación mundial en materia social (Segovia 2020). Es importante un estudio de las remesas en esta época, atendiendo a las situaciones de los migrantes y a las implicaciones que tiene la reducción de estas cuantías, así como hacer frente a una serie de políticas socioeconómicas que subsanen esta situación, primando la salud de las personas e intentando paliar las desigualdades que broten.

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