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Universidad de Salamanca
Miguel Ángel Aijón Oliva
But just say the word
 

Busca a alguien que

 

A los profesores nos gusta compartir ideas y sugerencias sobre actividades que “nos funcionan” en clase, como quien intercambia recetas de cocina (o médicas, ya que no solo estamos intentando alimentar, sino curar la ignorancia); de hecho, se puede decir que la nueva ciencia didáctica consiste, hasta cierto punto, en eso: en compartir recetas. Al mismo tiempo, en este gremio somos muy nuestros, y no siempre nos agrada que se sepa más de la cuenta sobre lo que hacemos en las aulas, quizá porque las comparaciones son odiosas. Yo, que no soy un gran innovador, pienso que cada grupo, cada tema y cada día pueden requerir una receta distinta, y que las de la abuela, o sea, las que hemos utilizado toda la vida, muchas veces nos siguen funcionando. Una actividad sencilla y nada original que he llevado a cabo en varias ocasiones el primer día de clase, normalmente con grupos de alumnos extranjeros que estudian español, es aquella en la que cada alumno debe completar, a base de ir preguntando a sus compañeros, una lista en la que se proponen varias características:

Busca a alguien que…

… sea el menor de sus hermanos.

… viva en una casa con jardín.

… tenga una mascota.

… le gusten los helados de chocolate.

… haya escalado una montaña.

Lo ideal es encontrar a una persona distinta para cada una de las categorías, sin repetir a ninguna. Lógicamente, con un poco de esfuerzo se pueden proponer características más originales y sorprendentes, procurando a la vez que no sean tan rebuscadas como para que en la clase no haya nadie que las posea (la última de las que he citado puede causar ya ciertas dificultades; o será que a mí me cuesta imaginar que alguien disfrute haciendo eso). Como decía, es una actividad muy socorrida para un primer día de clase; ayuda a los alumnos a romper el hielo y empezar a conocerse, y a nosotros mismos nos servirá para aprendernos sus nombres. Pero, además, presenta un detalle muy interesante en el plano gramatical, y es que el verbo de la subordinada siempre ha de aparecer en subjuntivo, ya que estamos hablando de personas a las que todavía no hemos identificado, y no podemos asegurar que existan (por el contrario, Busca a alguien que vive en una casa con jardín daría a entender que ya conocemos su identidad). Como es bien sabido, el uso del indicativo y el subjuntivo se ha considerado siempre uno de los aspectos más difíciles de dominar en el uso del español (al lado de ser y estar, por y para, los clíticos y el marcador pues), aunque siempre he sospechado que esta percepción tiene mucho que ver con la visión anglocéntrica, y ahora también sinocéntrica, del mundo: todo lo que suponga conjugar verbos se considera difícil, simplemente porque el inglés y el chino apenas lo hacen. Pero, seguramente, habrá hablantes de otras muchas lenguas a los que el paradigma verbal del español les parezca un juego de niños, sencillamente porque los suyos son mucho más complicados a este respecto.

Al poner en práctica el juego, y si el nivel de competencia de los estudiantes no es elevado, probablemente observaremos que muchos hacen las preguntas a sus compañeros utilizando la misma forma verbal que aparece en las frases: ¿Tenga una mascota? ¿Le gusten los helados de chocolate? Por el mismo motivo, quizá haya (¿habrá?) quien discuta (¿discutirá?) la pertinencia de utilizar estas estructuras con alumnos de niveles iniciales que no son capaces de diferenciar el indicativo del subjuntivo, ni de entender por qué se prefiere el segundo en las oraciones que les hemos facilitado, mientras que al formular sus preguntas directas deberían sustituirlo por el primero. Desde luego, nosotros podríamos haber optado por escribir todos los enunciados en indicativo y, probablemente, ello no significaría el fin de la civilización ni obligaría a un nuevo confinamiento domiciliario. Simplemente, sería pragmáticamente menos coherente en este contexto. Mi opinión es que, desde el principio de su aprendizaje, los alumnos deben estar en contacto con muestras de lengua lo más naturales posible. No se trata de entenderlo todo ni de saber emplear todos los elementos y las reglas desde el principio, pero sí de ser conscientes (tanto ellos como nosotros) de las grandes posibilidades comunicativas de la lengua y de la complejísima tarea que tenemos por delante. El extranjerés (ese dialecto simplificado que solemos utilizar para dirigirnos a los foráneos, como el maternalés que se emplea con los niños) puede ser útil en ciertas situaciones, pero no cabe duda de que supone una modificación artificial de la comunicación, y nuestra audiencia lo detectará fácilmente. Más aún si damos por supuesto que los estudiantes no solo son torpes, sino también sordos, y nos dedicamos a hablarles a gritos y gesticulando sin parar.

Leyendo últimamente el libro Gramática española y variación social, de Kim Potowski y Naomi L. Shin (Routledge, 2019), manual destinado de modo primordial a estudiantes norteamericanos de español, encuentro actividades en cuyos enunciados se usa el indicativo en contextos de inespecificidad referencial similares a los de nuestro juego: “Entrevista a dos personas hispanohablantes, que se criaron hablando el español y que no están en esta misma clase contigo” (p. 92); “Ofrece dos ejemplos concretos de este libro que ilustran el proceso representado” (p. 165). En realidad, abundan a lo largo del libro los rasgos gramaticales, además de los usos léxicos, que a priori no se ajustan a la norma gramatical y que, generalmente, son fáciles de atribuir a transferencia del inglés. Aunque podríamos suponer que ello se debe a que el texto es obra de dos profesoras de español que, aun poseyendo una elevada competencia en esta lengua, no son nativas (yo escribo en inglés, y soy consciente de que lo hago con la riqueza gramatical y la precisión léxica de un extranjero), la visión sociolingüística que se defiende explícitamente en la obra, basada en que todas las variedades de una lengua son igualmente válidas y aceptables, puede acabar por hacernos sospechar que se está utilizando de modo consciente un tipo de español que puede ser el habitual de muchos hablantes en contextos de bilingüismo español-inglés, y en particular de los hablantes de herencia de Estados Unidos. De otro modo, no abundarían tanto los aparentes deslices expresivos.

Si esto es así, convendría matizar algún detalle. Que todas las variedades del español sean válidas, porque lo son, no implica que haya que utilizarlas indistintamente en todos los contextos de uso. Los hablantes nativos de inglés tienen todo el derecho a hablar el español a su manera, incluyendo (lo que, sin duda, es muy interesante para la investigación) la posibilidad de que se llegue a desarrollar un español de Estados Unidos, como variedad caracterizada por dos grandes rasgos: la nivelación de diversos dialectos del español (los de los distintos grupos inmigrantes) y los paralelismos gramaticales, léxicos e incluso fónicos y prosódicos con el inglés. Hace ya muchos años que se habla del supuesto spanglish, y no es justo que normalmente se aluda a él de manera despectiva, como una corrupción de ambas lenguas; es lo que denuncian también las citadas autoras, frente a, por ejemplo, la visión normativista de la Academia Norteamericana. Ahora bien, de aquí a que una variedad de estas características pueda llegar a estandarizarse y considerarse correcta hay un trecho, y la realidad es que la mayoría de los hispanohablantes tenderán a rechazar construcciones como las que hemos señalado, más aún al encontrarlas en un manual dedicado precisamente a la enseñanza de la gramática. Puede que algunas personas también rechacen, en los enunciados de nuestra actividad, el que dice Busca a alguien que le gusten los helados de chocolate, ya que ciertamente no se ha formulado de la manera más correcta, aunque en este caso se trata de una construcción coloquial más que de una transferencia interlingüística (la solución más fácil es que en el encabezado escribamos solo Busca a alguien, lo que nos permitirá ir añadiendo subordinadas con diversos nexos y partículas).

Los hablantes, por lo general, demandan normas de uso correcto, al margen de que se ajusten regularmente a ellas. Por lo tanto, es cuestionable que debamos hacer creer a los alumnos, extranjeros o nativos, que pueden expresarse como les resulte más fácil, y que sus elecciones deberán considerarse tan correctas como otras cualesquiera, con esa visión supuestamente igualitarista tan típica de algunas corrientes, pero que coincide escasamente con la realidad del uso lingüístico y de las actitudes hacia él. La aspiración de la enseñanza ha de ser que los aprendices alcancen una competencia de elección equivalente a la de un hablante nativo formado, es decir, que posean los conocimientos necesarios para decidir cuándo les conviene hablar de cierta forma y cuándo de otra. Busca a alguien que no quiera comunicarse de manera eficiente.

 

 

maaijon

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Una respuesta para Busca a alguien que

  1. WinterNight 22 noviembre, 2020 en 15:48 #

    Lo del subjuntivo no es solo un tópico, sino un problema real, pero es verdad que los mismos problemas se dan con otros muchos aspectos gramaticales. Además, los errores se fosilizan y alumnos supuestamente de nivel muy elevado los siguen cometiendo. No hay mucha más solución que buscar la mayor inmersión posible; no solo usar textos reales, sino que las propias situaciones sean reales, pero es difícil si los alumnos no viven en un ambiente en que se vean obligados a utilizar la lengua extranjera sistemáticamente.

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