El título de esta entrada puede parecer agramatical, pero es probable que con el tiempo acabe sonándonos perfectamente. Cada vez es más acusada la tendencia a reinterpretar como masculinos los sustantivos que empiezan por a o ha tónicas, y que, preceptivamente, deben ir precedidos por los artículos el y un, para evitar cacofonía (en realidad, se trata de una evolución especial de las formas femeninas latinas en esos contextos, por fonética sintáctica: illa aqua > ela-agua > el-agua). Según la norma académica, el uso de formas gramaticalmente masculinas se limita a estos últimos casos, junto a (quizá) algún y ningún. Por otro lado, no es correcto usar un demostrativo masculino, como en de este agua no beberé, ni otros determinantes o adjetivos en la misma forma: tengo mucho hambre; encontraron el otro arma, etc. Y, sin embargo, oímos (sí, ya sé, escuchamos) constantemente estas variantes, si es que no las decimos nosotros mismos (yo eso no lo digo, pero ya se sabe que en mi caso no tiene mérito). Como era de esperar, los profesionales de la comunicación trabajan día y noche para lograr la generalización de estos solecismos, como se puede observar en estas imágenes:
Cuando los ejemplos aparecen en entrevistas o transcripciones de declaraciones realizadas por personajes públicos, siempre cabe dudar sobre quién es el verdadero responsable del reanálisis gramatical (pero nos cuesta imaginar a José Antonio Pascual diciendo el único arma, giro que se le atribuye en este diario):
Pero lo cierto es que no escasean los ejemplos en profesionales del ámbito académico, muchos de los cuales parecen deseosos de protagonizar una nueva entrega de la serie Grandes destructores del español. Puedo certificar que una de las palabras más esperables en dicho ámbito, aula, se usa constantemente como masculina: tuvimos que irnos a otro aula, porque en ese no cogíamos (el cogíamos lo añado solo para dar colorido local). El triunfo del masculino se halla mucho más consolidado en los determinantes, sin duda por analogía con lo que ocurre en los artículos, que en los adjetivos adyacentes o en función de atributo: no parecen tan frecuentes ni naturales el aula pequeño o el agua está muy frío. No obstante, algunos de los ejemplos anteriores, así como estos otros de nuevo área, nos sugieren que el salto de unas palabras a otras no resultará difícil (obsérvese que en todos los casos el adjetivo va antepuesto al nombre, esto es, en la posición propia de los determinantes):
Es obvio que la analogía tiende a imponerse y a uniformar las construcciones gramaticales. Dado que a nadie le suena bien la agua (básicamente porque no se dice, pero se podría decir), lo que hacemos es convertir agua y todas las demás palabras de este tipo en masculinas para todo. No hay mucho problema, teniendo en cuenta que por lo general se trata de seres inanimados y, por lo tanto, sin sexo (tampoco hemos tenido nunca claro si el mar es en realidad la mar, pero no importa demasiado). En el caso particular de ama de casa o ama de llaves, en cambio, lo lógico sería lo contrario: una generalización del femenino que afectara también a los artículos. De hecho, he oído decir más de una vez la ama de casa, y desde luego sería extraño que acabáramos diciendo ese ama de llaves o muchos amas de casa. Otra cuestión es que estos compuestos debieran contar con su forma masculina regular, pero, por el momento, no parece que muchos varones tengan intención de asumir tales títulos profesionales.
Estamos hartos de ver que “vuestro aula digital ya está operativa” (¿operativo?). Correos y mensajes oficiales ¿No se dan cuenta de la incoherencia?