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Universidad de Salamanca
Miguel Ángel Aijón Oliva
But just say the word
 

Lo que antes estaba bien

Cuadro grande

 

Qué gran verdad es que todo se debe juzgar dentro de su contexto histórico y social. A quien no es un fanático de la religión de moda en cada momento suele resultarle desconcertante el gusto de algunos por la quema de obras artísticas, y por la estigmatización paralela de sus artífices, simplemente porque no se ajustan a los dogmas establecidos o en proceso de establecimiento. Y es algo que observamos en pleno 2022, con clásicos de la literatura que ciertas élites deciden desterrar de las librerías y de los currículos escolares porque contienen vocablos perniciosos para el ideario; o con películas históricas que, a juicio del censor actual, no condenan con suficiente contundencia las injusticias y desigualdades de épocas pretéritas. Y, por supuesto, a la vez que se destruyen esas obras inconvenientes, se hace necesario crear otras que reescriban el pasado de acuerdo con los nuevos cánones. Por desgracia, la misma civilización que ha alumbrado muchos de los frutos más valiosos de la ciencia y la cultura parece hoy empeñada en deshacerse de gran parte de esa riqueza, para sustituirla por una profilaxis de la ignorancia feliz.

Como suele ocurrir, la ortografía y la pronunciación son ámbitos menos peligroso para la integridad física (o quizá no), pero igualmente representativos de que ciertas cosas pueden estar muy bien en un momento y muy mal en otro. La normas oficiales de escritura de las palabras evolucionan (que se lo digan a los muchos nostálgicos de las tildes de solo y guion); pero son normas que, evidentemente, tienen vigencia en su momento, no necesariamente antes ni después. Por la misma razón, hoy no podemos censurar que se escriba abogado con b, a pesar de ser un error flagrante para quien tiene en mente el ADVOCATUS latino y, con él, esa familia de la que forman parte convocar, invocar, vocación y otras. La secular confusión de los fonemas /b/ y /v/ en el romance hispánico, que tenía el feliz resultado de que vivir consistiera en beber, ha dado lugar a muchas faltas de ortografía históricas, como las que cometemos a diario en abuelo, basura, boda, buitre, maravilla, vástago o invierno, esta última además con una pérdida de h (HIBERNUM) que nos horrorizaría si se produjera en cualquier forma del verbo haber, por más que esta h lleve, como aquella, milenios sin pronunciarse. Así pues, si hoy un estudiante escribe avogado en un examen, podremos penalizarlo de acuerdo exclusivamente con la norma académica actual, pero no desde el punto de vista histórico ni según lo que ocurre en la mayoría de nuestras lenguas hermanas. Suerte que no vivimos en el mundo de Terminator o de Regreso al futuro, porque sería bastante más complicado definir los criterios de evaluación.

La propia RAE, nacida en ese siglo bastante esnob que fue el XVIII, tuvo su época juvenil de admiración por la escritura latinizante y helenizante (siempre en menor medida que las instituciones de países vecinos), como se observa en sus primeras gramáticas y orthographías, donde aparecen soluciones como quando, qualquiera, exemplo, philosophíasyntaxis o theórica, abandonadas progresivamente en favor de un sistema cada vez más ajustado a lo fonológico. Esa misma tendencia etimologista de los primeros tiempos llevó, por cierto, a restaurar tanto en la ortografía como en la pronunciación grupos consonánticos cultos ya prácticamente perdidos, en palabras como lector y doctor; pero no en otras en que podría haber ocurrido lo mismo, como autor, fruto o escritorio.

Casi todo es caprichoso en esto de las normas de buen comportamiento, y lo peor que no hay ética posible sin una estética. De ahí la eterna obsesión de algunos, o de muchos, por cambiar cosas que, en una observación superficial, parecerían meros detalles formales.

 

maaijon
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