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Universidad de Salamanca
José Miguel López Cuétara
“Daß wir miteinander reden können, macht uns zu Menschen.”
 

Notas sueltas

Es difícil diagnosticar una enfermedad mental, poner nombre a lo no objetivable. Los diagnósticos en psiquiatría y psicología son solo un sistema de clasificación. Aunque se diagnostique una psicopatología a una persona, no vemos ningún mal funcionamiento en el cerebro más allá de lo que podamos analizar al entablar una conversación con la persona o con una prueba psicométrica. No se puede ver nada en las imágenes de tomografía computarizada o resonancia magnética, salvo en patologías muy concretas.

Tenemos el DSM5, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su quinta edición, que es una publicación de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) que proporciona criterios y descripciones para el diagnóstico de trastornos mentales. Publicado en mayo de 2013, el DSM-5 se utiliza ampliamente en el ámbito clínico, académico y de investigación para clasificar y entender los trastornos mentales. Organiza los trastornos mentales en categorías, que incluyen, entre otras, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos de la personalidad, trastornos psicóticos, y trastornos del neurodesarrollo. Cada trastorno tiene criterios específicos que deben cumplirse para que se pueda realizar un diagnóstico. Estos criterios incluyen síntomas, duración de los síntomas y el impacto en el funcionamiento diario de la persona. Es cierto que el DSM-5 permite especificar características adicionales de un trastorno, como la gravedad, el curso, y otros factores que pueden influir en el diagnóstico y tratamiento, no tanto los aspectos culturales y contextuales. Tampoco es muy exacto en cuanto a la comorbilidad. Aunque es una herramienta valiosa para profesionales de la salud mental, también patologiza en exceso actitudes existenciales que son normales, olvidando sus consideraciones holísticas y contextuales. Por otro lado, el excesivo enfoque en los síntomas y el diagnóstico, en su psiquiatrización,   desemboca en un exceso de medicalización que puede producir efectos negativos, psíquicos y físicos, en la salud del paciente, como  por ejemplo, a nivel psíquico,  experimentar brotes psicóticos, alucinaciones, percepciones sensoriales sin un estímulo real, y delirios, creencias sostenidas que no se basan en la realidad.

La psicosis es un síntoma relacionado con varios trastornos mentales, como la esquizofrenia, el trastorno esquizoafectivo, el trastorno bipolar (en su fase maníaca),  por un tipo determinado de neurosis, por otros factores como el abuso de sustancias, patologías de origen biológico, traumas psicológicos, pero también por el consumo de psicofármacos. Es decir, los psicotrópicos/neurológicos pueden causar síntomas o brotes psicóticos. Los corticosteroides (esteroides, cortisona) pueden también producir ese efecto. Ese trastorno psicótico inducido por sustancias o medicamentos es lo que hay que valorar, evidentemente no cuando es consecuencia de una combinación compleja de riesgos genéticos, diferencias en el desarrollo del cerebro y exposición a factores estresantes o traumáticos, o los producidos por una patología mental determinada, ahí sí es necesaria una medicación antipsicótica que ayude a controlar los síntomas al afectar a los neurotransmisores cerebrales, pero conjuntamente a la psicoterapia, en este caso es acertado un tratamiento sobre todo en la fase aguda inicial cuando los delirios y alucinaciones son más fuertes, y permanecer con los medicamentos graduándolos a dosis más bajas.

Pienso que es más efectivo, en la mayoría de los trastornos mentales, que el paciente se reconecte con sus emociones en lugar de atenuar sus síntomas, aunque esto depende de varios factores propios y ajenos al mismo. Hay que decirle la verdad al paciente, informarle adecuadamente,  sobre cómo funciona el medicamento y lo que se sabe al respecto, pero parece que en ocasiones, en cooperación con la industria farmacéutica, la información no  es del todo correcta sobre su efectividad  y sobre cuáles son los riesgos de lo que se prescribe”.

iosepho
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