“Es muy cierto que no nos podemos aislar de todo lo terrenal para dedicarnos a la meditación, pero abrirle un espacio nos libera de la agitación, de las pasiones. La meditación es la tabla de salvación en los momentos de crisis y de soledad. Los instantes más hondos y sublimes son descubiertos no en el tumulto, sino estando a solas, cuando nos sumergimos en una meditación más profunda, apartados del ruido cotidiano de las muchedumbres, así descubriremos lo beneficioso que es el silencio, aunque nos resulte duro enmudecer, progresivamente, se irá creando en nosotros una atracción hacia un silencio cada vez más profundo, pues callando podremos oír a nuestro yo interior … El silencio no es ni un fin ni la ausencia de palabras, sino un estado para centrar nuestra existencia, es necesario silenciarnos para poder escucharnos, sin duda, puede asombrar en una época como la nuestra, convencida de que la felicidad consiste en satisfacer todas las apetencias y todos los caprichos. La meditación consiste en escoger, no aquello que agrada a los sentidos, sino los valores transcendentes, porque la felicidad no llega de fuera, sino sale de adentro”. Meditaciones II, 2021.
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