Un artículo de El País del 27 e junio hace un recuento de la vida de Mandela y su profundo humanismo. Sirva esta mención como mi pequeño homenaje a una persona a la que admiro profundamente y que ha inspirado y sigue inspirando mi vida.
FOTO: Imagen de Mandela del año 2009. / Foto: AFP
El artículo comienza así:
“No existe una sola capital en toda África que no tenga una calle, un colegio, una estatua o un parque que lleve el nombre de Nelson Mandela. Ni una sola. Madiba (el nombre de su clan con el que también se le llamaba) y su lucha contra el apartheid han sido inspiración y aliento para millones de personas en todo el mundo, pero sobre todo para los africanos. Nadie duda de que estamos ante un ser humano increíble, irrepetible, universal y de contar y cantar sus alabanzas se encargan estos días prácticamente todos los medios de comunicación del mundo. Pero hay una cosa que tampoco podemos olvidar y es que Nelson Mandela es humano, profundamente humano. Como todos nosotros, tuvo miedo, robó y mintió y hasta en una ocasión creyó que el único camino posible de su lucha eran el terrorismo y la violencia. Hace veinte años, Madiba dijo ‘no quiero ser presentado de forma que se omitan los puntos negros de mi vida’. Puntos negros que le engrandecen aún más”.
Rescato algún párrafo más:
“Mandela fue, por tanto, un líder guerrillero. Y, como tal, recibió entrenamiento militar en Argelia, país que en aquellos primeros años de las independencias africanas acogía a todos los movimientos de liberación de los países aún por descolonizar. El grupo armado que lideraba protagonizó más de un centenar de atentados y ataques y hubo víctimas mortales. ¿Se refería a esto Madiba cuando hablaba de puntos negros? Es posible. Lo cierto es que años después decidió renunciar a la violencia. Y, una vez más, lo hizo convencido. Como recuerda con genialidad el periodista y escritor Richard Stengel, coautor junto al propio Mandela de El largo camino hacia la libertad, estamos ante una persona muy pragmática que no sólo se dio cuenta de que la lucha armada no era el camino, sino de que con ella nunca obtendría el respaldo de la comunidad internacional. Y rectificó, cambió de rumbo, se adaptó a las circunstancias”.
(…)
“Lo ha contado él mismo en su autobiografía y en las entrevistas que concedió después, ya como presidente de Sudáfrica o en los últimos años de su vida. Sus carceleros quisieron doblegar su espíritu, pero fue justo al contrario. Su actitud, su fuerza interior, le salvaron. Pasó de ser detestado a ser admirado por quienes le mantenían encerrado. Desposeído de todo, le quedaba la dignidad y esa nunca la perdió. Se rebeló, incluso en Robben Island, y se convirtió en el líder de los presos que le acompañaron hasta allí. Y, con el tiempo, en el interlocutor necesario con un Gobierno sudafricano asediado por la comunidad internacional y convencido ya de que había que poner fin al apartheid. Fue en la cárcel donde Mandela se convirtió en un símbolo”.
Para ver el artículo completo, pincha aquí.
Está muy bien que recordemos a Nelson Mandela, especialmente en estos momentos de lucha en el ocaso de la vida. En la cárcel se forjó un espíritu valiente, decidido, audaz y comprometido. Su discurso es su propia vida.
Gracias por recordarlo, Olga