Historiografía de la felicidad: correlatos entre la Antigüedad clásica y el ethos posmoderno
BORJA CANO VIDAL
Desde cualquiera de los puntos de vista que pudiera plantearse, la sentencia de Sigmund Freud en El malestar de la cultura ─«el plan de la ‘‘Creación’’ no incluye el propósito de que el hombre sea feliz» (1979: 20)─ parece haber encontrado ya respuestas y contrastes más que suficientes. Sin embargo, y pese a la continua presencia de la felicidad en cualquiera de los productos socioculturales de nuestra época contemporánea, la definición y concepción de esta aún resulta hoy difusa y, en ocasiones, equívoca. La preocupación por definir un término impreciso como es la felicidad y hacerlo en coexistencia con fenómenos como, por ejemplo, los Happiness Studies o la creación de un sello comercial como Mr. Wonderful, ha mostrado una notable producción crítica en los últimos años. Asimismo, la raíz clásica inherente a gran parte de estas reflexiones contemporáneas no debe perderse de vista, pues muchas de ellas descansan, voluntariamente o no, en los preceptos clásicos.
En la Antigüedad grecorromana, eran varios los términos que, pese a sus diferencias, aspiraban en última instancia a delimitar y detallar lo que ha preocupado, desde siempre, al individuo: alcanzar la felicidad. Ya entonces sus nombres eran muchos: eudaimonía, ataraxia o el bien, si bien todos ellos confluyen en realidades parejas que no han dejado de estar presentes en la historiografía del pensamiento y el discurso occidental. Desde Aristipo de Cirene, Epicuro, Platón, Aristóteles o Séneca hasta Spinoza, Schopenhauer o Nietzsche; todos ellos centraron parte de sus reflexiones en la felicidad y, sin embargo, aún supone un reto poder conceptualizar o definir todas sus percepciones para, al menos, aclarar o precisar no solo los significantes sino, también, los significados de la felicidad.
Debido a una serie de condicionantes sociales, culturales, políticos o económicos, la preocupación acerca del contenido de la felicidad muestra, en nuestros días, una cada vez mayor presencia. Desde la sociología, la filosofía, la psicología o los estudios literarios, son muchos los autores manifiestan la necesidad de comprender los vínculos entre el individuo y la felicidad como salvaguarda ante un horizonte de futuro que, quizás, se percibe más difuso que nunca. Franco Berardi Bifo, Sara Ahmed, Byung-Chul Han, Andrea Köhler, Judy Wacjman, Hartmut Rosa, Vivian Abenshushan o Emilio Lledó, por citar tan solo algunos ejemplos, han vertido numerosas páginas para reflexionar acerca del deseo por una felicidad, en ocasiones, malinterpretada o erróneamente definida. Junto a la creciente preocupación por la delicada condición del sujeto contemporáneo, resulta evidente y necesaria la reflexión, no sin cierta nostalgia por un panorama casi extinto, de recuperar el sentido clásico que ciertos valores algún día tuvieron y que son, en suma, los mil y un nombres de la felicidad.
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