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Universidad de Salamanca
Blog dedicado al fenómeno migratorio y étnico
 

DE SALAMANCA A BILBAO SOLO HAY 300KM.

Historia de vida realizada por  Begoña Galiano Alonso (Grado en Trabajo Social)

  1. PRESENTACIÓN DE LOS ENTREVISTADOS.

Esta es la historia de vida de un matrimonio, Esteban y Marcela, que emigró hace más de 50 años a Bilbao.

Esteban Alonso es un varón de casi 80 años, nacido en un pequeño pueblo de Salamanca, Palaciosrubios, el 11 de julio de 1941.

Marcela González es una mujer de 78 años, nacida en la misma localidad que Esteban, en Palaciosrubios, el 16 de enero de 1943.

Ambos, son pareja desde los 16-17 años, y se casaron en 1964. De esta relación tuvieron dos hijos: Esteban y Belén.

Esteban es el mayor de tres hermanos, con los que mantiene constantemente contacto y comparten alegres y bonitos recuerdos frecuentemente. Su historia, desde que tiene uso de razón, comienza en su pueblo, Palaciosrubios, rodeado de sus hermanas y sus padres.

Recuerda que empezó a trabajar cerca de los 10 años, para ayudar a su familia en un humilde establo, alimentando a las mulas y recogiendo el lugar. Con 14 años continuó trabajando para su padre, en la agricultura y huerta de la familia. Con 16 años adquirió el carné de conducir de tractorista y comenzó a trabajar en una finca privada, para un vecino del pueblo al que recuerda con cariño por el buen trato recibido. Allí estuvo varios años.

A los 22 años ingresó en el ejército, en la conocida mili, trabajando en Melilla, donde conoció una cultura que le sorprendió, puesto que en la Península apenas había salido del pueblo y las zonas más cercanas. También le sorprendió los grandes y graves conflictos existentes en España por aquel momento (1962).

Estaba presente la dictadura franquista, la apertura al exterior del país y los grandes avances en cuanto a comercio y turismo del país. Permaneció en Melilla durante dos años.

Tras estos dos años, Esteban y Marcela, que continuaban su relación, aunque fuera a distancia, contrajeron matrimonio en el pueblo natal de ambos, el 26 de julio de 1964.

Marcela, es la cuarta de seis hermanos, de los cuales, casi todos emigraron a Bilbao siendo jóvenes.

Empezó a trabajar en la escuela con 13 años, yendo a cuidar a niños, y después en sus casas. También limpiaba algunas casas y ayudaba a lo que hoy conocemos como asistentes a personas dependientes en sus tareas.

Dedicó su vida de soltera a cuidar niños, que era su gran pasión, y siempre soñó con ser maestra y con tener su propia familia, algo que pronto llegaría a su vida.

Es aquí, en su matrimonio, Esteban con 24 y Marcela con 22, cuando empiezan su vida en común, y su pequeña pero entusiasta historia migratoria.

  1. SITUACIÓN DE LA HISTORIA.

El día 31 de diciembre de 1964, con unos meses de recién casados, decidieron emprender un nuevo viaje y una nueva vida. Así fue, el día de Nochevieja, Esteban decidió abordar un nuevo rumbo para la que en un futuro sería su familia, y viajó a Bilbao solo, sin nadie que lo acompañase, sin conocer el lugar ni muchas explicaciones.

Marchó solo en un principio para conocer la zona, asegurar un hogar y una situación económica en la que pudieran establecerse de una forma, inicialmente, indefinida.

Mientras, Marcela permaneció en su hogar del pueblo, a la espera de noticias sobre el viaje.

Esteban partió desde Palaciosrubios al pueblo más cercano con tren, Cantalapiedra, y comenzó su viaje hasta Palencia, donde realizó un trasbordo para llegar a Bilbao. Allí, cogió un autobús a Basauri, donde se instalaría.

El lugar decido para mudarse fue principalmente que la familia de Marcela vivía por aquel momento allí. La cercanía, la necesidad de un sustento económico potente y la valentía para migrar, los llevó hasta Basauri.

Esta era una ciudad de mucha fábrica, industrial, de diferentes sectores: fundición, textil, de plásticos, de electrodomésticos, de automóviles… Allí la agricultura y ganadería era notable, hasta que se instalaron las industrias y este sector primario comenzó a desaparecer de la localidad.

La migración, por lo tanto, fue voluntaria, ya que el motivo principal de su éxodo fue la búsqueda de una mejor calidad de vida y encontrar un trabajo en el que pudieran ahorrar y ganar el dinero suficiente como para tener una vida óptima y poder alimentar de un buen modo a los hijos que próximamente pensaban tener, y tuvieron.

En su inicio del viaje, carecieron de ayuda y apoyo por parte de los padres de Esteban, según argumenta, “se desentendieron porque pensaban que era una locura salir más allá de la provincia, no entendieron que la sociedad avanzaba y la economía iba rodada por allí, no nos dejaban creer lo que amigos y familiares nos contaban en cartas”. Esteban, en este momento de la entrevista, cuenta como sus padres insistieron en que se quedaran en Palaciosrubios, mientras que él trabajaba para otro como peón, y Marcela se ocupaba de la casa.

A esto hay que sumar los ánimos, el apoyo y la alegría con que los hermanos de Marcela recibieron la idea de emprender una vida allí.

Pero estas razones no fueron suficientes, a Esteban no le bastaba con un sueldo pésimo para subsistir de mala manera, sus expectativas en cuanto a su futuro eran mayores, por lo que decidió que migrar a Bilbao sería una buena opción para comenzar una nueva vida, ahorrar, y poder conocer también más mundo, aunque en este caso, fue más España.

  1. EXPLICACIÓN DEL PROYECTO MIGRATORIO.

La preparación del proyecto migratorio fue meditada durante más de dos meses, replanteada y compartida en pareja, y sumada a las recomendaciones de amigos y gente del pueblo y la zona que se marchaban al País Vasco en busca de trabajo, puesto que allí la economía, por aquel momento, funcionaba de una mejor manera y más rápida. Encontrar un puesto de trabajo en aquella época se convertía en algo sencillo, mucha demanda de trabajo y sueldos pagados de un mejor modo que aquí.

Los días previos al viaje no fueron más que despedidas, ánimos para encontrar un buen trabajo, y deseos de volver pronto para visitar a los que aquí quedaban.

A su llegada a Basauri, Esteban no conocía nada, ni de Bilbao. En sus años anteriores de vida apenas había salido de la zona en la que residía. Conocía Salamanca provincia, y alrededores, algo de Cáceres, algo de Portugal, algo de Ávila… Pero nada del País Vasco, excepto su imaginación, que había crecido y crecido con las cartas y postales que algunos amigos enviaban, o las llamadas que alguna vez realizaban estos a sus familias.

Se imaginó un lugar lleno de inmensas fábricas, rodeado por una verde y viva naturaleza, y una temperatura, la verdad, bastante distante de la que conocía en Castilla. Algunos se lo tildaron como “parece que se acaba el mundo en cuanto entras el Bilbao, el cielo gris, llueve mucho y hace un frío terrible”. No se sorprendió, porque por el invierno el frío era igual en cualquier parte, pero la primavera allí le llamó notablemente la atención.

En cuanto a los duelos del migrante, Esteban cuenta con pena todavía en los ojos, que lo más difícil fue separarse de su recién esposa Marcela, y de sus padres, a quienes siempre había tenido cerca y de los que temía que cuando volviera lo rechazaran en cierto sentido por haberse marchado. Estos últimos, que no le apoyaron y no lo animaron a buscar una mejora de vida, sino que le pedían que se quedase, esclavo de una vida más humilde, por unos años de trabajo y en busca de la felicidad propia.

A Marcela, que la dejó aquí, en su pueblo Palaciosrubios, durante dos meses, la dejó llena de incertidumbre por cómo sería su vida, si encontrarían de verdad la felicidad allí y podrían vivir bien, tranquilos y felices. Cuenta que los primeros días los pasó en vela, tenía miedo de que le pasara algo a Esteban y que hubiera sido una locura el marcharse, y, sobre todo, él solo. Pero durante esos dos meses, Esteban acudía al teléfono público, en cabinas, para llamar y hablar con ella, contarse cómo le iba en su nuevo viaje, si había conseguido algún trabajo o si ya había un piso en el que pudieran vivir. Además de numerosas cartas, que aún Marcela guarda para el recuerdo.

Esteban, al llegar, fue a parar a casa de unos familiares políticos, puesto que, como ya he dicho, los hermanos de Marcela vivían allí. El clima siempre fue familiar, y eso facilitó mucho su adaptación en una ciudad totalmente desconocida para él.

A los pocos días, comenzó a trabajar en la construcción, haciendo la fábrica de Firestone, de neumáticos. Estuvo cerca de un mes. Luego entró a trabajar en una fábrica de fundición por seis meses. Tras los dos primeros meses, Marcela llegó a Basauri para instalarse también con su marido. El proyecto de futuro era cada vez más realista y cercano, por lo que alquilaron una casa y empezaron, de una vez por todas, su nueva vida.

Esteban adquirió los carnés de primera y especial de camión y se colocó a trabajar de transportista durante dos años en la empresa Schwepps. Es en este momento cuando nació el primero de sus hijos, aunque falleció en el momento del nacimiento. Al año siguiente, en 1966, fue cuando nació Esteban (o Esteban hijo, como ellos lo denominan), y llenó su casa de amor y alegría.

Tras estos dos años, entró a trabajar en una fábrica de plásticos en Basauri. En este puesto estuvo cerca de seis años, y alternaba las ocho horas de trabajo diario, con la construcción, donde seguía trabajando ocasionalmente. En 1969, durante su trabajo en C-Plástica (nombre de la fábrica de plásticos), nació Belén, su segunda hija, con quien completaron la que sería su familia definitivamente. El cariño, la alegría y la felicidad de la familia aumentó, puesto que ambos hijos, según muchos de los vecinos, eran la alegría del barrio.

Pasados estos seis años, o al casi final de su contrato en esta fábrica de plásticos, adquirió una parada de taxis en la misma localidad. Comenzó entonces a dedicarse únicamente al taxi, durante siete años. En este trabajo se esforzó más que en ninguno puesto que el dinero iba únicamente para él, y no para un jefe. Recuerda que había varios días que trabajaba cerca de las 20 horas, puesto que había mucha demanda y el dinero era un bien que necesitaban para mantener a su familia. Además, cuenta que ganaba bastante dinero como para emprender el que de verdad era su sueño: una granja en su pueblo natal.

  1. LA VIDA EN LA CIUDAD DE DESTINO.

En cuanto a las dificultades encontradas, destacan que los primeros meses fueron bastante duros para ambos, al estar separados tras su reciente compromiso, y la incertidumbre de qué pasará en cada momento, dónde se encontrará el otro…

La pareja confiesa también su temor por estar en la ciudad y salir a la calle tras los numerosos atentados terroristas que asolaban la ciudad. ETA era un temor para cualquier persona, y según afirman ambos, “no sabías de quién podías fiarte, a la mínima veías una explosión, muertos, y a lo mejor había sido aquel señor que vimos un día en un bar…”. Con esta situación, Esteban pudo presenciar cómo asesinaban a un Guardia Civil desde su propio hogar, y confiesa que las imágenes fueron imborrables a lo largo de su vida, que aún hoy lo recuerda como si hubiera pasado hace unos días.

Explican que era difícil poder ir tranquilo al médico, a trabajar, a llevar a los niños al colegio… En ningún momento se sentían seguros, a veces, hasta ni en su propia casa.

Además, Esteban menciona la muerte de Franco como un momento duro económicamente. Esteban narra que frecuentemente gente adinerada, que frecuentaba las Cortes o lugares similares, acudía frecuentemente a prostíbulos, y al llegar allí simplemente se bajaban de su taxi sin pagar, algo que ocurría un gran número de veces.

También solicitaban el taxi desde los prostíbulos hacia diferentes lugares, pero Esteban se negaba a permitir ciertos actos que atentaban contra el respeto de las mujeres y las personas, por lo que, en varias circunstancias, tuvo que expulsar de su propio automóvil a quienes cometían tales actos, incluso llegando en varias ocasiones a ser agredido por no “ser como los demás”.

De igual manera, cuenta que le insultaban al decir que era de Salamanca, con adjetivos como “macaco”, y otros tipos de insulto racista. Asumía que necesitaba más el dinero que contestar y defender su dignidad como persona, y debía callarse por ello.

Marcela añade que para ella Basauri era algo totalmente desconocido y le costó ubicarse en la ciudad un tiempo. Aprendió a situarse, con quien codearse para comenzar a trabajar limpiando algunas casas…

Al tener unas dificultades iniciales económicamente hablando, alquilaron inicialmente una para vivir, pero con las ganancias de Esteban y los pequeños ahorros que tenían, consiguieron pronto comprar una casa.

También explica que se ocupaba únicamente ella de cuidar a sus hijos, llevarlos al colegio, ayudarlos con las tareas, llevarlos al médico, salir con ellos al parque, educarlos… y de las tareas de la casa en su mayoría también, porque Esteban se pasaba el día trabajando para poder pagar la casa, alimentar a toda la familia y seguir ahorrando.

En cuanto a las fortalezas, ambos destacan que había bastante trabajo, mucho más que por la zona en la que vivían. Se ganaba mucho dinero y al final vivían en una ciudad de alrededor de 40.000 personas, en lugar de un pueblo que destacaba por la ausencia de varios servicios.

Destacaban la Sanidad en Basauri, era mejor al estar en una ciudad, en comparación con el pueblo, en el cual había un médico y los servicios que prestaba eran mínimos. Narran la historia en que sus dos hijos cogieron el sarampión, y la parte más débil que tenían en aquel momento eran sus oídos, es por ello que perdieron audición de una forma notable. Recuerdan esos momentos con alegría de haber estado viviendo allí, ya que la Sanidad era mucho mejor y pudieron ser tratados rápida y efectivamente para evitar la pérdida total de audición o alguna infección más grave que pudiera implicar esta enfermedad.

La integración en el lugar de destino fue satisfactoria, iban con el beneficio de conocer a gente allí, hermanos de Marcela, que pudieron darles algunas indicaciones sobre a dónde acudir, con quién tratar… El resto del vecindario los recibió en buena gana cada vez que se encontraban con ellos, incluso llegaron a establecer fuertes lazos de amistad que se afianzaron con el paso de los años. De vez en cuando, actualmente, se siguen llamando para saber cómo se encuentran los otros, alguna novedad en la zona…

Además, culturalmente tienen tradiciones que Esteban y Marcela denominan como “especiales, preciosas y únicas”. Descubrir trajes típicos, alguna comida especial de la zona, su música y bailes, y también destacan que entre esas amistades que hicieron allí, usualmente compartían comidas y ratos juntos, cuando se podía, e intercambiaban recetas, una vez cocinaba Marcela comida típica de Salamanca, como puede ser chanfaina, y en otra ocasión una amiga hacía unas cocotxas.

  1. EL MITO DEL RETORNO.

La vida en Basauri comenzó a hacerse imposible para los taxistas, debido a la continuación de actos delictivos, ya no solo por parte de ETA, sino diversos colectivos conflictivos de la zona. Esteban afirma que, “la gente se volvía loca, la policía no daba abasto para frenar a la gente, destruían tiendas de barrio, arramplaban con los coches de la gente…, era imposible vivir tranquilo”.

A esto se suma la añoranza al pueblo, al sueño por cumplir y la tranquilidad que sus vidas, por aquel momento, necesitaban.

Por ello, regresaron a Palaciosrubios en 1981, con la venta de la parada de taxi, los dos pisos y dos garajes que poseían y volvieron a su localidad natal.

Aquí comenzaron una nueva y definitiva vida, de retorno, donde adquirieron una casa amplia, con un gran corral en el que establecieron una pequeña granja vacuna, de la cual hoy son referentes en Castilla y León por el incansable trabajo y la superación. Trasladando la que fue su humilde granja, a una explotación a las afueras del pueblo, en grandes naves donde expandiría, junto a su hijo, su nieto y dos trabajadores, lo que para Esteban fue un sueño.

  1. REFLEXIONES FINALES SOBRE SU EXPERIENCIA MIGRATORIA.

En un primer momento, los dos afirman rotundamente que no volverían a migrar. Los motivos son simples y claros: son mayores, se han adaptado a la comodidad del pueblo que les vio crecer, y necesitan tranquilidad.

En cuanto a un pequeño segundo momento de reflexión, Marcela cuenta que le hubiera gustado seguir conociendo España y, al menos, Europa también. Pero la edad y sus dificultades físicas no se lo permiten actualmente. Además, confiesa cierto temor a vivir en un nuevo lugar donde no conoce nada y no sabe si la gente será tranquila, que es lo que más le gusta. No por ello no dejan de viajar, anualmente se toman cerca de dos meses de vacaciones, en meses alternos, para viajar a Salou, Benidorm, Mallorca, Gran Canaria… Viajar siempre les ha gustado, conocer nuevos sitios e integrarse con gente que les pueda aportar culturas diferentes, aunque sigan siendo españolas.

No les importaría viajar al extranjero y seguir con esta culturización propia, pero siguen insistiendo en que mudarse para ellos ya no es una opción por su edad.

Si tuvieran la posibilidad de retroceder en el tiempo, y cambiar algunos aspectos de su viaje, creen que la forma de gestionarlo hubiera sido más meditada en el tiempo, con los conceptos y planteándose mejor el viaje, a dónde irían, qué trabajos podrían encontrar… y no tanto “a la aventura”. Pero la necesidad de dinero, de construir sus propios ahorros y su vida, es una decisión que ellos mismos tomaron y de la que no se arrepienten en ningún momento.

La experiencia migratoria, que para ellos aún resulta extraño llamarla así, fue satisfactoria, llena de bonitos recuerdos y siempre será un lugar donde guardarán algunos de los mejores años de sus vidas.

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