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Universidad de Salamanca
Blog dedicado al fenómeno migratorio y étnico
 

Ensayo: Recursos culturales en la reafirmación de la identidad negra de la población bahiana

Paula Fernández García (Grado en Sociología)

 

Introducción

La configuración de toda Latinoamérica, así como cualquier otro territorio cuya historia cuente con un periodo colonial, toma una complejidad especial en cuanto a la formación de identidades, organizaciones de estado y articulación del entramado social. Dentro de este marco, podemos destacar Brasil de forma característica, dada su extensión y localización geográfica y sus procesos históricos particulares. Aunque existen varias recopilaciones y estudios del pasado indígena del territorio que configuran ciertos elementos de forma previa a la llegada de las tropas portuguesas, nos centraremos en este caso en lo ocurrido en torno a esta y de forma posterior.

El curso de la colonización brasileña comienza a principios del siglo XVI en la costa Nordeste del país que conocemos hoy, dada la facilidad que conllevaba a la hora de gestionar el transporte de personas y mercancías. Por ello, la ciudad de Salvador de Bahía se constituyó como la capital de la colonia durante casi dos siglos, convirtiéndose en el núcleo de mayor exportación de cultivos y oro, base de la economía colonial en ese momento. Para mantenerla, los portugueses aliviaron la necesidad de trabajo en las plantaciones de azúcar, café y minas de oro con mano de obra procedente de África, especialmente de Angola, Congo y Nigeria, en un entramado comercial de esclavos que marca la configuración de la población del país y de esta área en especial. Tras esta situación socio-económica, los sustentos de la economía del Brasil colonial viraron a otros centros, trasladando su capital a otras ciudades y dejando Salvador al margen de la estructura productiva (Castro 1996).

Tras este proceso de empobrecimiento, los acontecimientos posteriores terminan por denotar la coyuntura actual y nuestra atención a esta región en nuestro trabajo. Por un lado, dadas las presiones políticas exteriores, Brasil abole la esclavitud en 1888, como último país en el continente, aunque mediante una ley que no comprende un proyecto inclusivo de la población hasta el momento esclava, sino que se limita a la prohibición de esta condición, con su consecuente mercado clandestino y falta de integración social y económica de este grupo en la nueva estructura organizacional (Guimarães 2002). Así, la sociedad comienza a configurarse contando con dos grupos realmente distanciados entre los cuales no hay gran posibilidad de identificación, una minoría privilegiada dada su ascendencia colonialista, y una mayoría excluida heredera del esclavismo. Esta configuración continúa desarrollándose dado el crecimiento poblacional de mediados del siglo XX y los problemas de vivienda que conlleva, y el establecimiento de una denominada “democracia racial” que plantea el país como una nación libre de conflictos étnicos, prohibiendo las movilizaciones anti-racistas pero no consiguiendo traducirse en prácticas exentas de discriminación en todos los ámbitos.

De este modo, el objetivo de esta revisión bibliográfica es investigar los recursos culturales empleados por la población negra bahiana, que supone el 80% del territorio según el censo de 2010, para reivindicar y fortalecer su identidad dentro de un marco que, tanto en el pasado como en la actualidad, la amenaza simbólica e institucionalmente. Es interesante, a su vez, estudiar el papel de estos recursos, considerando su incidencia en el poder político de este grupo poblacional y considerando que un empoderamiento a nivel identitario se traduce con mayor o menor resultado final en un incremento del poder político.

 

Identidad étnica

Antes de comenzar a hablar de los medios en los cuales la identidad afro-descendiente consigue reafirmarse de forma legítima, sería importante definir la etnia como concepto central. Dada la aceptación de la raza como un concepto inadecuado al no tener bases biológicas sobre las que sustentarse, para referirnos a aquellas realidades o consecuencias que este concepto encarnaba, empleamos la etnia, que denota el sentimiento de pertenencia a un grupo determinado de individuos que presentan un fenotipo determinado y tienen en común una historia y una construcción social, cultural y política (Oliveira, 2005). Así, la etnia no es algo tangible que puede medirse o demostrarse, sino una noción conceptual que empleamos para denotar elementos relacionales en los que se determinan significados en los que nos incluimos a nosotros mismos y mediante los que definimos la otredad del resto. (Spencer 2014) Así, se llega a lo que Spencer denomina un “imaginario cultural”, que refleja los valores que sustentan las prácticas, actitudes y creencias en las que basamos estas construcciones y nuestra interacción con el resto de individuos.

De esta manera, en la centralidad de nuestro objeto interfieren con gran fuerza los aspectos simbólicos de la cotidianeidad como base fundamental de la creación y desarrollo de la identidad. En ésta, el componente étnico cobra tal protagonismo al hablar de la población negra dada la coyuntura en la que está inmersa. Por un lado, su historia y herencia esclavista trae consigo una fuerte deshonra socialmente hablando, ya que la deslegitimación que caracterizaba al esclavo y permitía la ausencia de respeto a su dignidad e integridad mantiene su huella en una doble direccionalidad, restándole autoestima y recursos al negro que sostiene este legado teñido de vergüenza, y manteniendo en el entorno en el que este será socializado un esquema jerárquico de criterios desigual en el que el negro es encajado por debajo del blanco.

A esta realidad menos visible, debemos sumarle las circunstancias políticas antes mencionadas, en las que el establecimiento y defensa de un sistema de democracia racial en el que se negaba la existencia de cualquier tipo de conflicto basado en este componente en el país, y por tanto se silenciaban sus denuncias o la posibilidad de desarrollo de políticas con el objetivo de mejorar o revocar estas desigualdades, reprimía la voz del colectivo negro a la vez que establecía una normatividad de aparente igualdad que deslegitimaba los factores estructurales de las situaciones desaventajadas de estos. Por supuesto, esta democracia racial no se transformaba en el plano práctico y cotidiano, en el que los negros tenían menor acceso, y continúan teniéndolo, a educación superior, mercado de trabajo de calidad o recursos económicos por encima del salario mínimo en el mejor de los casos. Según el mismo censo de 2010 que dictaminaba la mayoría negra del país, el 70.8% de la población brasileña que se sitúa en extrema pobreza lo constituye este grupo social, y las favelas continúan siendo espacios negros que rara vez están dotados de recursos mínimos. En Salvador, los 2.4 puntos de diferencia entre el salario medio de una persona blanca y otra racializada que existen a nivel nacional suben a un 3.2, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

De esta forma, tanto un pasado cuyas consecuencias son difíciles de difuminar, y un presente que lejos de aportar las medidas necesarias para la prosperidad y superación de estas diferencias, las perpetúa y legitima política y valorativamente, la identidad étnica cobra una importancia vital para aquellas personas cuya posición social se ve de tan brutal manera establecida a través de este componente.

 

Recursos culturales

Debido, en parte, a esta democracia racial y las pocas opciones que sus políticas dejaban en manos de la población, así como a una posición desventajada en cuanto a recursos económicos, representativos y de poder, al colectivo negro no le quedaban muchas opciones fuera de reivindicaciones y prácticas culturales en las que buscar, desarrollar y fortalecer unos sentimientos de legitimización, comunidad, orgullo y protección que trasladasen su identidad desde la vergüenza y la vulnerabilidad hacia la conciencia y fortaleza desde la cual poder hacerse escuchar en la escena socio-política. Aunque existe el debate, bastante razonable dada la situación global, de si estas prácticas que comentamos están siendo o no empleadas por el sistema político hegemónico para promover aspectos económicos como el turismo e inmovilizar así la jerarquía predominante sustentada en la diferencia, entendemos que, al margen de una investigación que debería realizarse sobre la realidad de este aspecto, estamos ante prácticas que en efecto han reforzado la identidad negra de la población bahiana, debido a las consecuencias a nivel político de los que hablaremos más adelante, y al gran incremento producido en los últimos censos de personas que autodenominan su identidad como negros o mestizos.

 Candomblé

Especialmente durante el intercambio de esclavos de la época colonial, a Brasil llegaron distintos grupos étnicos africanos, trayendo consigo creencias religiosas distintas del catolicismo que los portugueses venían a implantar como proceso colonialista. Además de estas creencias, estos pueblos Alçàs, Iorubàs o Geges constituían comunidades con grandes avances en cuanto a su desarrollo tecnológico, habiendo trabajado ya la metalurgia y la economía monetaria antes de su contacto con Europa, así como a su organización social, por lo que su opresión por parte de los esclavistas supuso una reacción de resistencia que buscó materializarse de cualquier forma posible. Dentro de su sistema religioso, los Iorubás creían en un sistema de dioses y deidades denominados orixás, que, aún variando entre imperios, estaban siempre relacionados con la naturaleza y el entorno, y se vinculaban a cada individuo de forma prácticamente personal, a través de numerosos y variados ritos. Así, cuando estas comunidades llegan a Salvador, traen consigo estas creencias y rituales, reprimidos en un primer momento por las autoridades portuguesas, que además de emplearlos en el trabajo de los cultivos y minas, les encomendó la construcción de las múltiples iglesias católicas que hoy caracterizan la ciudad. Sin embargo, estos pueblos logran introducir sus prácticas de manera legal mediante el mecanismo del sincretismo, por el cual las vinculaban al sistema religioso católico y conseguían ser entonces permitidas. Tras la abolición de la esclavitud, pero no mucho tiempo atrás, se comenzó a reivindicar la autonomía del candomblé separada del cristianismo, lo que hoy es una fuente de fortalecimiento de la comunidad negra brasileña en sus ritos y costumbres en algunas fechas incluso multitudinarios como la fiesta de Lemanjá, pero no ha logrado desvincularse en su totalidad, ya que aún existe cierto estigma ante esta religión y sus adeptos son en la practicidad mucho más numerosos que los que resultan en las encuestas, en las que el catolicismo es aún muy concurrido (Lucía, 2017).

Blocos carnavalescos, música y samba

Otra de los grandes elementos identitarios que los esclavos africanos traían consigo eran sus ritmos musicales y sus bailes alrededor de estos. La combinación de los ritmos traídos por los individuos de distintas procedencias dio lugar a una serie de composiciones musicales y artísticas denominadas batuque, que continuaron desarrollándose siendo la base de la samba que conocemos actualmente. Fuera de la mirada de las autoridades, los círculos de samba tras las duras jornadas de trabajo eran unas costumbres mediante las cuales las esclavas y esclavos mantenían las raíces que el sistema atacaba constantemente. Tras la abolición de la esclavitud estos ritmos popularizados comenzaron a tener más presencia social, y en los años 70, en los que las expresiones afro-brasileñas florecen en Salvador, aparecen los primeros blocos. Estos blocos constituyen agrupaciones de artistas negros que producen tanto expresiones de este arte como música o baile, como material pedagógico y divulgativo cuyo objetivo es la concienciación y defensa de la herencia africana y la cultura e identidad afro-brasileña. Estos blocos, algunos tan conocidos como Olodum, participan y prácticamente determinan los Carnavales, una de las festividades de máxima expresión de elementos afro-brasileños. En la actualidad, fuera de la temporada carnavalesca, las calles de Salvador son enclave de samba, música en directo y actividades organizadas por estos blocos a diario y de forma casi constante.

Capoeira

La capoeira, incluida en ocasiones dentro de las artes marciales, ha logrado en la actualidad dispersarse a prácticamente todos los países del globo, llevada en general a través de migrantes brasileños que hacen de su difusión su dedicación profesional. Este modo de lucha constituyó en la llegada de los esclavos a Salvador un método de entrenamiento de gran complejidad dados sus componentes de flexibilidad, agilidad y fuerza, que además, constituía un método de defensa o ataque de gran potencial. Prohibida como lucha en un primer momento, la capoeira fue disfrazándose de danza para conseguir la legitimidad y el espacio necesarios para su práctica, que se ha continuado desarrollando hasta la actualidad. La capoeira en Salvador tiene un gran número de adeptos, contando con una de las cunas de Mestres (el rango más alto dentro de la disciplina) más concurrida del país. Tan habitual como los espectáculos musicales son las rodas de capoeira tanto dentro de salas habilitadas, hogares privados o las mismas calles. Estas rodas son círculos de capoeiristas que tocan instrumentos similares a los empleados para la samba de roda y acompañan con palmas mientras dos de ellos se enfrentan en el centro hasta que son reemplazados. En las clases de capoeira y su difusión, son de gran importancia todas aquellas enseñanzas morales, de concienciación de la historia de la que ha nacido y los valores que todo capoeirista debe llevar consigo en su forma de vida, estableciéndola como un equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu

 

 

Quilombismo y consecuencias políticas

En cuanto hablamos de divulgación y ya no sólo en expresiones culturales o artísticas, encontramos el quilombismo como componente que también forma parte de estas expresiones anteriores. Los quilombos, asentamientos de esclavos fugados de las autoridades donde encontraban refugio fuera del sistema de explotación y violencia sistémica de la ciudad, se convierten en un símbolo de la resistencia, comunidad y fortaleza de la población negra y su historia de sufrimiento y rebeldía reivindicando sus raíces y su dignidad. Hoy, cuando se habla de quilombismo (Nascimento 1980), este término se refiere a una dimensión más amplia en la que incluye toda organización política cuyo objetivo sea dar refugio, comunidad y apoyo a la colectividad negra. Aunque algunos historiadores determinan que la conceptualización de los quilombos como enclaves democráticos e igualitarios es una idealización cuya base histórica no se sostiene (Premack, 2016), su potencialidad en el activismo es de suficiente importancia como para darle legitimidad a su uso y desarrollo.

Movimiento negro unificado

Alejando nuestro objetivo de Salvador e incluyendo el resto de regiones brasileñas, encontramos un estallido de los movimientos sociales por los derechos de la población negra durante los años 70 del siglo pasado. En 1978 se creó en São Paulo, con antecedentes de otras agrupaciones y movilizaciones, el Movimiento Negro Unificado, el movimiento más notorio en la actualidad en esta dimensión de luchas políticas. Como nos cuenta Guimarães en su estudio sobre el mito de la democracia racial, esta movilización y su presencia posterior en el panorama político brasileño fue posible gracias a una previa reivindicación identitaria cultural, que permitió la unificación y fortalecimiento de estos grupos y su establecimiento de condiciones y demandas que trasladar a las fuerzas políticas para reclamar su derecho a ser escuchados y protegidos. Dentro de estas reivindicaciones estaban, además de la denuncia de la discriminación racial y la falsedad de la democracia racial: la búsqueda de la construcción de una identidad racial positiva, a través del afro- centrismo y del “quilombismo”, que procuran rescatar la herencia africana en Brasil (Guimarães 2002: 323). Con esto, entendemos que las reivindicaciones culturales causaron, en una primera instancia, que la identidad de la población negra cobrase una fuerza suficiente como para trasladar su discurso a la acción política y conseguir resultados a través de ella, y como objeto de la demanda de recursos al verse como un elemento clave de la mejora de la situación de la comunidad negra en el país.

 

Conclusiones

Tras haber realizado un repaso del pasado histórico y constituyente de Brasil como nación y como comunidad, y entender la particularidad de sus fuertes raíces africanas dentro de una amalgama de pueblos anteriores a la colonización, hemos podido observar de forma aproximada las consecuencias de esta en la situación social actual, centrándonos en Salvador de Bahía dada la singularidad de su población dado su papel en el Brasil colonial. Percatándonos entonces de las diferencias existentes entre individuos por motivos étnico, amparadas tanto por un sistema de valores profundamente instalado como por unas instituciones que lejos de luchar contra él son su reflejo y alimento, entendemos el impacto que esto puede tener en la identidad de los grupos perjudicados, que en este caso suponen una mayoría en cuanto a número pero excluida de toda estructura de privilegios. De esta forma, igual importancia tiene para la lucha de estos grupos por la mejora de su situación y posición en la sociedad brasileña el refortalecimiento de esta identidad de una forma positiva y reivindicativa sobre la que puedan articularse discursos y medidas políticas de peso y poder. En este punto, hemos visto como las prácticas culturales y su representación pública han aportado a esta colectividad el espacio necesario para respetar sus raíces, reafirmarse como pueblo y concienciarse de su situación y de sus necesidades y requerimientos políticos, por lo que podemos afirmar la importancia de su papel como estrategia de las minorías para desarrollarse dentro de sus capacidades de actuación, para ampliar los límites de éstas en un futuro. Sin embargo, en el caso de la población negra de Salvador de Bahía, aún debemos estudiar y analizar cómo evolucionan estas tendencias, para intentar dar respuesta al debate de si han sido o están siendo fagocitadas por una estructura hegemónica blanca que se sirve de estas reivindicaciones como concesión en el mantenimiento de su privilegio y fuente de beneficio económico.

 

Bibliografía

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