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Universidad de Salamanca
Blog dedicado al fenómeno migratorio y étnico
 

Ensayo: La influencia de los procesos migratorios en la salud mental de los jóvenes colombianos

Marta Deblas (grado en Sociología)

INTRODUCCIÓN

En los últimos años, la juventud inmigrante ha adquirido un papel fundamental como actores migratorios, a través del cual, configuran sus disposiciones y expectativas. Sin embargo, han sido considerados como parte de una estrategia familiar e incluso, se ha tendido a problematizar a la generación joven, refiriéndose a ellos en concepto de “problemáticas, las crisis y el conflicto” (Carrasquilla y Echeverri, 2003, p.90).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reflejó que entre los principales motivos para migrar de los jóvenes se encuentra la búsqueda de un trabajo decente, mejores condiciones de vida, una mejor educación y reunificación familiar. El desempleo, la pobreza, la situación política y económica del país o los desastres naturales son algunos de los factores que impulsan a tomar la decisión de emigrar.

La Organización de las Naciones Unidas hace hincapié en la necesidad de reconocer el valor y las capacidades de los jóvenes inmigrantes por parte de los gobiernos. A través de esta iniciativa, se buscó incorporar al colectivo inmigrante en el desarrollo de estrategias y planes nacionales y de la puesta en marcha de campañas publicitarias para impulsar un sentimiento de solidaridad, integración y aceptación. A pesar de ello, el colectivo inmigrante continúa siendo un grupo en riesgo de exclusión. (Centro de noticias de la ONU, 2014)

España, por su situación geográfica y proximidad cultural y lingüística, es uno de los destinos de muchos inmigrantes, sobre todo de aquellos que provienen de países latinoamericanos (Restrepo, 2009, p.11). Durante el último cuarto del siglo XX e intensificándose en el primer decenio del siglo XXI, las migraciones internacionales de inmigrantes latinoamericanos se convirtieron en uno de los temas de mayor interés y carga analítica (Álvarez, 2012, p.40).

Uno de los países latinoamericanos más importantes, Colombia, cuenta con tres oleadas emigratorias en el siglo XX: hacia los EEUU, entre 1965 y 1975; hacia la Venezuela, en los años 80 y; hacia España, desde finales de los 90. La última oleada se caracterizó por la crisis económica colombiana de finales de siglo y la agudización del conflicto interno (Vono, 2010, p.4) Esta situación deterioró el ámbito económico, tanto las empresas cono los hogares y, el ámbito social (Sanabria, 2008, p.2).

 

Grafico 3

Este gráfico, elaborado en una de las investigaciones de Cárdenas y Mejía (2006)  puede observarse que en 1999 se produjo una salida fulminante de latinoamericanos hacia España. Ecuador, registró alrededor de 50 mil personales al año durante el periodo del 1998-2004. El segundo país con mayor promedio anual es representado por Colombia, con 26 mil personas.

En 2001, este colectivo se sitúa entre las tres nacionalidades extranjeras más mayoritarias, representando el 10.2% del total de los extranjeros (Álvarez, 2012, p.36). En 2003, según el padrón municipal de habitantes, el 31% de los extranjeros empadronados en España provenía de América latina, especialmente de Colombia y Ecuador, siendo un 31% población joven de entre 15-29 años (Echeverri, 2005, p.144).

Las diferencias de clase social y la fuerte polarización de la estructura de clases en Colombia dieron lugar a la convivencia de un gran sector de la población, caracterizado por un alto grado de pobreza, con un colectivo muy reducido con alto grado de riqueza (Feixa, 2005, p.118). La falta de oportunidades, la baja movilidad laboral ascendente, los bajos salarios, la alta tasa de desempleo y la violencia (política, delincuencia común y conflicto armado) provocan el abandono del país de origen de la generación joven con el objetivo de crear un nuevo proyecto de vida en el país de destino (Echeverri, 2005, p.147).

El ajuste a una nueva cultura implica tanto el aprendizaje cultural (adquisición de habilidades sociales) como la adaptación psicológica (sensación de integración social dentro de la sociedad de acogida, satisfacción personal con el nuevo medio cultural y su aceptación…) (Basabe y Bobowil, 2013, p.8).

Por tanto, emigrar requiere de una fortaleza psicológica que, en muchas ocasiones, llega a sobrepasar y a repercutir en la salud mental del individuo.

Las pocas investigaciones en España sobre esta temática no tienen especialmente en cuenta a los jóvenes inmigrantes, ya que dan por hecho que éstos ya pertenecen al mercado laboral, por lo que son categorizados dentro del “mundo adulto” (Carrasquilla y Echeverri, 2003, p.75). A parte, en tales investigaciones, no se da la importancia necesaria a la migración como asunto de salud pública por sus características, causas y efectos. La llegada y la adaptación al lugar de destino conllevan un conjunto de dificultades tales como: el desarraigo, la estigmatización, la falta de apoyo social, la movilidad geográfica, la precariedad laboral, la discriminación, las dificultades legales… (Ronda et al, 2014, p.676, que acaban influyendo en su salud mental y en su bienestar socio-emocional.

Se ha seleccionado a un perfil concreto, como es el caso de los jóvenes inmigrantes de origen colombiano, ya que Colombia, además de ser uno de los países que más jóvenes aporta a la inmigración en España, sus migraciones son recientes y poco estudiadas.

A menudo, los inmigrantes son objeto de exclusión y discriminación en el ámbito de la vivienda, la salud, la educación, la seguridad social y el trabajo. La Declaración de Durban (2001) señaló que esto se debe al sentimiento arraigado contra los inmigrantes y las prácticas discriminatorias reforzadas por las leyes, regulación y políticas orientadas a limitar los flujos migratorios. Sin embargo, también existe otro tipo de exclusión en la que los propios migrantes se excluyen como método de protección y de estrategia para sobrevivir (Pérez, 2007, p.11). Ante estas circunstancias, el inmigrante puede verse en la necesidad de abandonar sus costumbres y prácticas propias para adaptarse a la forma y cultura dominante como recurso de integración (Moreno y Bruquetas, 2011, p.62). Este fenómeno se conoce como asimilación. La ruptura con la identidad étnica para adaptarse a la cultura de la sociedad receptora está asociada a mayor depresión e incremento del ánimo positivo (Murillo y Molero, 2012,  p.321).

Como consecuencia de las barreras a las que se enfrenta el inmigrante para integrarse en una nueva comunidad, requiere de un esfuerzo psicológico de reorganización personal. Este esfuerzo puede generar problemas en su salud mental, e incluso, física (Passalacqua et al, 2011, p.89), tales como transformaciones en la identidad de la personal, depresión, soledad, tristeza, nostalgia, entre otros. Todo ello hace que sea aún más difícil ver cumplidas sus expectativas.

Se ha establecido como tendencia general que la población inmigrante se caracteriza por presentar niveles de bienestar bajos con respecto a los niveles de la población autóctona o receptora (Murillo y Molero, 2012, p.320). Por ello, se tratará de abordar aquellos estudios que han contribuido en el conocimiento y profundización de los inmigrantes, concretamente a los jóvenes colombianos en relación a su salud mental y bienestar social y emocional. Además, se expondrán algunas de las posibles soluciones, estrategias y planes de acción basados en los principios de salud.

Tal y como menciona el informe sobre salud de los refugiados y los migrantes en la región europea de la OMS en 1948, “el más alto nivel de salud posible es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, creencia política, condición económica o social” y, en 1966, el Pacto Internacional de Derechos Económicas, Sociales y Culturales afirmó el derecho al “disfrute del más alto nivel posible de salud fisca y mental” (World Health Organitation, 2018, p.20).

 

La emigración es considerada como derecho humano, sin embargo, a partir de las investigaciones, se percibe que la inmigración no es considerada como tal. La edad y la procedencia geográfica resultan ser factores que contribuyen a la percepción negativa de la inmigración. Existen dos corrientes que explican el estigma: la evolucionista o biocultural, que hace referencia al estigma como una tendencia universal que podría jugar un función dirigida a la supervivencia de los grupos humanos (Murillo, 2011, p.82) y; la cultural situacional, que representa el estigma como un proceso situacional específico. No existe un patrón universal que defina a priori las características que deben presentar grupos o individuos que habrán de ser estigmatizados (Murillo, 2011, p.83). El problema se encuentra en que el fenómeno migratorio incrementa la diversidad de grupos culturales distintos y puede entenderse desde el enriquecimiento o como un atentado con la identidad nacional. El discurso anti migratorio gira en torno al miedo económico, identitario y físico. Por ello, la comunidad receptora se caracteriza por tener prejuicios, rivalidad por el trabajo y racismo, resultándoles difícil considerar a los inmigrantes como un hecho positivo.

En consecuencia, se producen fuertes dificultades en el proceso de adaptación social debido a los estereotipos y temores anteriormente mencionados por los residentes de una comunidad. Uno de los principales efectos son los cambios socioculturales respecto a su país de origen y su necesidad de adaptación. Estos efectos repercuten en la identidad y la autoestima, siendo dos de los elementos que conforman la adquisición y mantenimiento de la salud mental (Palacio, Madariaga, 2005, p.9). Además, existen estrategias aculturativas de separación al sentirse rechazados, que se une con la oposición entre sus valores familiares y colectivos con los valores individualistas de la sociedad española (Murillo y Molero, 2012,  p.320).

Se pretende mostrar con este trabajo que la experiencia migratoria afecta al ajuste psicológico de los inmigrantes. La edad, la zona geográfica, la situación social, cultural, laboral y económica son factores que influyen en un proceso psicológico del inmigrante y cuyos efectos se verán reflejados en su nivel de vida sociocultural

 

Factores que influyen en la salud mental de los inmigrantes 

Sabemos que el término inmigrante se corresponde con aquella persona que se ha establecido en un país distinto al de su socialización original, con el objetivo de encontrar trabajo y mejorar sus condiciones de vida. Este término contiene connotaciones peyorativas, por lo que el individuo carga con un fuerte estigma que le incorpora dentro de un sistema de exclusión y de visibilidad étnica desfavorable para su integración.

Como consecuencia de este fuerte estigma, siendo éste una excusa aparentemente racional para discriminar a individuos de grupos excluidos y segregándolos a la vez socialmente (Murillo, 2013 p.63), los inmigrantes se encuentran en situación de vulnerabilidad y exclusión. Este término se corresponde con la situación social producida por la dificultad que un individuo o grupo tiene para integrarse a algunos sistemas de funcionamiento social (integración social). Esta exclusión puede ser directa o indirecta. La exclusión directa es aquella en la que la persona es tratada de manera menos favorable por motivos de orígenes raciales o étnicos y, la exclusión indirecta es en la que, a través de prácticas o criterios que se plantean y aplican de manera neutral para todas las personas, colocan a un grupo étnico en desventaja por su especial situación o características (CEAR, 2016, p.4). Concretamente, la exclusión indirecta se podría vincular con el denominado “síndrome de Ulises”. En la Odisea, se cuenta que para sobrevivir se ha de ser nadie, se ha de ser permanente invisible, no habrá identidad ni integración social y tampoco puede haber salud mental (Vilar y Eibenschutz, 2007, p.24). Este síndrome aparece por la tensión y el miedo que puede llegar a generar el vivir en una sociedad desconocida con muchas limitaciones y un ambiente que en varias ocasiones es hostil. El concepto de exclusión debe diferenciarse de la discriminación, que se refiere a un trato diferenciado y desigual hacia una individuo o grupo en diversos ámbitos de la vida social a partir de categorías que pueden ser reales, atribuidas o imaginarias, como la cultura, el género, la clase social, el género o la étnica (CEAR, 2016, p.4). La discriminación puede ser de dos tipos: la discriminación racial cuando se vincula a cuestiones de raza (físico/biología) y de discriminación étnica cuando se vincula a la nacionalidad, la lengua o a la religión (cultura). Tanto la discriminación  racial como étnica pueden llegar a generar consecuencias en el bienestar y la salud de las minorías (Bobowik et al, 2007, p.3). Este fenómeno se constata al segmentar a los grupos recién llegados con base de elementos culturales, ubicándoles en forma secundaria en la escala social.

La migración, por tanto, no es una simple movilización geográfica, sino un fenómeno complejo que afecta a las esferas psicológicas y sociales de los que participan en tal proyecto (Vilar y Eibenschutz, 2007, p.30).

Anteriormente, se mencionó que los inmigrantes contaban con un sueño migratorio, caracterizado por una idealización del modelo occidental como única vía para su desarrollo vital. Se le es considerado como una especie de “contagio social” caracterizado por tener un alto nivel simbólico que incentiva a los individuos a embarcarse en un proyecto migratorio (Giraldo, Salazar, Botero, 2012, p.56). Al llegar al país de destino, se dan cuenta de que la imagen que tenían no coincide con la realidad que se encontraron, lo que provoca una ruptura con los sueños y expectativas del inmigrante (Echeverri, 2005, p.149). Se produce un solapamiento de estratificaciones: la de clase y la étnica. Ambas ejercen su función; el inmigrante es excluido por extranjero, por provenir de un país pobre y porque suele formar parte de capas más bajas de las clases populares. Ante ello, se asientan en zonas de la periferia de la ciudad o del barrio como método de protección, relacionada con la exclusión indirecta o síndrome de Ulises, conceptos anteriormente mencionados. Esta situación lleva a que sus relaciones estén formadas por familiares y amigos íntimos, lo que Granovetter, en 1973, denominó lazos fuertes (Palacio y Madariaga, 2005, p.8). Estas dinámicas de aglomeración de los inmigrantes se pueden explicar también desde el principio de la homofilia, desarrollado por Lasarsfeld y Merton. Los individuos, al compartir ciertas características tales como la clase social, la nacionalidad, el género y la etnia así como valores culturales, tienden a asociarse mediante un proceso de selección (Palacio y Madariaga, 2005, p.18).

Esta limitación del círculo social busca reducir el sentimiento de inseguridad o vulnerabilidad al buscar incorporarse a una comunidad de desplazados de la misma región, apoyándose en lazos de familiaridad en búsqueda de trabajos o recursos diferentes para su supervivencia. Por un lado, Maya (2002), observó que la efectividad de estas aglomeraciones se relaciona con niveles más bajos de depresión, mejor autoestima, salud física y en general mejor bienestar y satisfacción con la vida (Palacio y Madariaga, 2005, p.18). Sin embargo, este hecho podría reducir las posibilidades de encontrar puentes con otras redes, denominados lazos débiles (formados por conocidos). (Palacio y Madariaga, 2005, p.8). En consecuencia, se produce una segregación social, establecida por los inmigrantes, al no establecer relaciones con las estructuras sociales exteriores, hecho que dificulta la construcción de una red de apoyo. Esta situación favorece a que los inmigrantes se auto identifiquen como grupo de desplazados, que se vean así mismos como víctimas y se les otorgue un estatus minoritario en la población que los recibe, a quien a su vez los identifica como tales (Palacio y Madariaga, 2005, p.19).

El proceso de migración genera el conocido estrés aculturativo producido por el cambio y abandono de los referentes culturales por otras formas de vida (Costa, 2007). Si a ello se le añade las barreras para se produzca un intercambio con el medio, aumentan las probabilidades de que el inmigrante padezca alternaciones en su salud mental. Este concepto se corresponde al estado de completo bienestar físico, mental y social determinado por la interacción de factores individuales, sociales y ambientales. (Palacio et al, 2005 p.19). Se mantiene en términos de la capacidad que un sujeto tiene para diseñar objetivos y proyectos de vida, así como de la disposición de incorporarse a los recursos correspondientes para la consecución de tales proyectos. Esto no se puede lograr sin la participación del sujeto en la sociedad (Vilar y Eibenschutz, 2007, p.13).

A estos efectos devastadores que sufre el inmigrante en su salud mental, hay que añadirle las dificultades que se encuentra en el ámbito laboral. Los empleos precarios y condiciones laborales de riesgo dificultan su movilidad ascendente en la sociedad y en la mejora de su calidad de vida. La participación en los sectores informales constituye la única posibilidad de acceso a un puesto de trabajo para los inmigrantes indocumentados, así como para otros inmigrantes que, a pesar de disponer de permisos de trabajo, no logran encontrar un empleo en la economía regular. La clasificación de los puestos de  trabajos que ocupan los inmigrantes colombianos muestra que casi el 50% de los contratos son no cualificados, es decir, personal de limpieza, empleados de hogar, peones de construcción, entre otros. (Sanabria, 2008, p.16). Además, los trabajadores empleados en la economía sumergida no cotizan a la seguridad social y están excluidos de los sistemas de aseguramiento social de carácter contributivo, incrementando su vulnerabilidad ante los riesgos de ciclo vitad asociados al empleo (Moreno y Bruquetas, 2011 p.33).

Este conjunto de factores de riesgo, que son factores sociales, confirman que las variables psicosociales están vinculadas a la satisfacción con la vida y la autoestima, concretamente de los inmigrantes. Un estudio empírico que analizó la relación de estas dos dimensiones psicológicas de bienestar en inmigrantes de origen colombiano en España, observó que la satisfacción con la vida se relacionada negativamente con el prejuicio grupal percibido y la discriminación personal percibida (Murillo y Molero, 2012, p.319). Con respecto a la autoestima, se correlaciona positivamente con la identidad con la nacionalidad colombiana y en forma significativa y negativa con el prejuicio grupal y la discriminación personal percibida (Murillo y Molero, 2012, p.319) En otros estudios  realizados por Pacoe y Smart Richaman en 2009 se demostró que la discriminación percibida en la salud mental ocasiona un incremento del estrés, depresión y ansiedad, así como conductas no saludables (Murillo y Molero, 2012, p.312).

A raíz de ello, el joven inmigrante se enfrenta a un proceso de autoidentificación y de identificación que hacen los otros sobre sí mismo, es decir, la identidad objetivamente atribuida y la subjetivamente asumida (Berger y Luckmann, 1986 cf Carrasquilla, Echeverri, 2003, p.95). Por ello, la identidad está formada por constructos sociales creados a partir de la interacción de varios elementos, por lo que es no es inmutable ni inalterable (Carrasquilla, Echeverri, 2003, p.94). La teoría de la identidad social de Tafjel, propone, en primer lugar que los individuos luchan por mantener o incrementar su autoestima y; en segunda lugar, que la identidad social puede ser más positiva o negativa en función de la evaluación que haga el grupo al que se pertenece a partir de la comparación con otros grupos (Murillo, 2013, p.31-32)

 

Conclusiones

Vivimos en un contexto de miedo global, un miedo cargado de incertidumbre, amenazas, alertas e inseguridades. En este contexto es donde puede surgir el rechazo social hacia los inmigrantes, favoreciendo a discriminaciones étnicas y raciales que desembocan en alteraciones de la salud mental del individuo.

La sociedad receptora y los colectivos inmigrantes se caracterizan por tener diferencias en cuanto a su posición social, económica, a su clase, a la diversidad de recursos e identidades colectivas y personales…, las cuales definen la forma de relacionarse y las imágenes acerca de los inmigrantes (Carrasquilla, Echeverri, 2003, p.96). Los mecanismos de exclusión, racismo y xenofobia se producen en la sociedad española y la efectividad para su prevención o erradicación en los jóvenes inmigrantes brilla es bastante limitada.

Desde la psicología social, se afirma que el establecimiento de un espacio integral organizado como una colectividad da lugar a un mayor control al individuo sobre todas las esferas de su vida (Escovar, 1979, Escobar, 1996 cf. Pérez, 2007, p.21). La población inmigrante y la población receptora o autóctona deben interactuar para crear un sentimiento de seguridad, sirviendo como herramienta para satisfacer objetivos de forma recíproca. Si se establecen relaciones con personas conocidas, lo que se conoce por lazos fuertes, como puede ser la población autóctona, los inmigrantes tendrán un mayor número de conexiones, lo que dará lugar a una red o comunidad unidad caracterizada por un fuerte apoyo social y un transmisor de información efectivo que colabore en su integración de los sistemas sociales. La confianza que esta situación genera en el inmigrante contribuye a un aumento en los resultados de carácter laboral y económico, así como mejoras en el campo de la salud.

Por tanto, se requiere de una organización y acción colectiva que desarrolle campañas de prevención al racismo y xenofobia; la protección y promoción de los derechos humanos, buscando evitar el estigma y la discriminación; la proporción de ayuda psicológica; el acogimiento mediante procesos de integración; solidaridad, empatía y aceptación; el apoyo a identificar sus fortalezas y mantener su identidad cultural, la promoción de la diversidad cultural…, entre otras. De esta manera, se puede crear un ambiente que solvente sus problemáticas sociales que permitan vivir en un estado de bienestar y llevar un proyecto de vida productivo y satisfactorio.

 

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