Público 29/04/2022 [Noticia seleccionada y comentada por Alba Teresa González Esteban, estudiante Grado en Sociología]
La dimisión de Fabrice Laggeri ha reavivado el debate sobre los escandalosos abusos de la Frontex. Este alto funcionario alcanzó el cargo de director en el 2015 -momento en que se produjo la llamada “crisis de los refugiados”- en este sistema de control fronterizo cuyo objetivo es prevenir el acceso irregular de aquellos extranjeros que no poseen los permisos establecidos para entrar en Europa. En los últimos años esta agencia ha aumentado su número de trabajadores y mejorado su tecnología; también ha incrementado notablemente su presupuesto. Durante este periodo se han producido numerosos escándalos en las fronteras, marcados por la violencia policial.
En efecto, varios de los dirigentes -incluido el mencionado exdirector- han sido investigados por diferentes operaciones ilegales. Son muchas las organizaciones que han testificado los abusos por parte de las autoridades. De hecho, en la noticia se incluyen grabaciones explícitas en las que pueden observarse tratos denigrantes hacia las personas que intentan entrar en el país. Algunas víctimas de estas vejaciones reconocen haber sido despojadas de sus pertenencias. Varias investigaciones demuestran que estos acontecimientos eran conocidos por Frontex y, sin embargo, han quedado impunes durante años. Existe un “libro negro” de abusos en el que se incluyen las agresiones, persecuciones y devoluciones en caliente que han sufrido migrantes y refugiados, así como los ataques hacia las ONG’s que denunciaban la situación.
Las violaciones de derechos humanos que han sido consentidas por esta Agencia pueden considerarse la materialización más evidente de un sentimiento que invade a parte de la población y que condiciona las políticas migratorias: la inmigración es una amenaza. Asumiendo que resulta complicado -quizá no imposible- rebatir de forma total la necesidad de limitar el acceso, y aceptando las contradicciones y dificultades de la gestión de la llegada de inmigrantes (desequilibrio entre oferta y demanda migratoria y demás desajustes), son muchas las cuestiones que aún deben debatirse. Parece indiscutible que es necesario reprobar la manera de ejecutar estas prácticas -que aparentan responder a diferentes intereses políticos- y su aceptación social, pues esta refleja una mentalidad contraria a la defensa de la integridad física y mental de todo ser humano. Así, los rechazos en frontera y devoluciones en caliente se convierten en un instrumento absolutamente cuestionable para controlar la inmigración.
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