El Salto 27/03/2022 [Noticia seleccionada y comentada por Méline Rota, estudiante Erasmus, Grado en Sociología]
El artículo elegido procede del diario El Salto, que se define como un medio de comunicación libre y descentralizado, financiado por su público y no por las grandes empresas. Este artículo es una declaración y una crítica a la gestión del flujo migratorio actual. Con la guerra en Ucrania, los países europeos han abierto sus fronteras, han llamado al boicot de las empresas rusas, a la acción internacional hacia Rusia. Pero este texto suscita preguntas: ¿Qué pasa con los refugiados de guerra sirios e iraquíes que han sido detenidos en Polonia, el mismo país que acoge actualmente a un gran número de ucranianos? ¿Cómo es que la guerra en Ucrania eclipsa todas las demás noticias, como el alarmante informe del IPCC? ¿Mostrará Europa la misma apertura a los futuros refugiados climáticos?
Europa no está cumpliendo sus acuerdos para prevenir el cambio climático. Incluso gasta más del doble en la defensa de sus fronteras que lo que invierte en la lucha contra el cambio climático, que traerá muchos más refugiados. ¿Por qué estos desfases, estas contradicciones, estas dos tendencias, estas acciones a dos velocidades? Se pueden aplicar a este artículo varios conceptos sociológicos.
El primero que elijo destacar es el de la proximidad cultural y la identidad: a menudo oímos que estos emigrantes ucranianos son personas como “nosotros”, que tienen la misma religión, la misma cultura. Por lo tanto, deducimos, a veces erróneamente, que se “integrarán” más fácilmente. También nos conmueve más, como europeos, ver a un país tan cercano y a una población tan parecida sufrir este mal, que desde la última guerra mundial, parecía inimaginable en el continente europeo. Este argumento de similitud, de mayor compasión, de proximidad, puede ser criticado por estar teñido de racismo y discriminación. ¿Por qué marcamos la diferencia, una escala en la miseria y a los que decidimos ayudar? Podemos observar esto desde el ángulo de la alteridad, observamos al migrante que viene de Irak, por ejemplo, como un otro, un desconocido, que nos asusta y que pensamos que es tan diferente como un europeo. Sentimos una cercanía cultural con los ucranianos, nos identificamos con sus historias, pero no debemos olvidar que este sentimiento es una construcción social, y que deberíamos sentir lo mismo por otros inmigrantes y utilizar los mismos medios.
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