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Universidad de Salamanca
GIR “Historia Cultural y Universidades Alfonso IX”
(CUNALIX)
 
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Historia de las Universidades Hispánicas (siglos XV-XIX). Resumen Final

Historia de las Universidades. Historia de las Universidades Hispánicas (siglos XV-XIX)

Las universidades peninsulares – como las americanas dependientes de la corona hispana – adoptan unos ciertos tipos o esquemas de organización durante el antiguo régimen. Organizaciones que responden a razones cronológicas y de conveniencia, en cada etapa o territorio. Existe una explicación general para esta evolución de los establecimientos universitarios, que se ha intentado perfilar en estas páginas. No cabe el estudio aislado de cada universidad – la descripción de sus estructuras – a riesgo de no entender su sentido.

En sus orígenes medievales se percibe la aparición de universidades de estudiantes, que, derivan hacia estructuras menos libres – tal como había ocurrido en Bolonia, arquetipo de universidad estudiantil -. En Salamanca se establece un cierto equilibrio entre escolares y doctores, en especial catedráticos de propiedad – como también en Valladolid -. Mientras, en Lérida la dependencia municipal, que está en su origen, se intensifica. Universidades claustrales y universidades municipales van a tener muy diferente destino en la edad moderna.

Las universidades municipales seguirían fundándose en el XVI y XVII: Valencia, Barcelona, Gerona, Vic… Sin embargo, no se extenderían – apenas hay algún intento fracasado – a Castilla o las Indias. La destrucción en el XVIII, por el primer Borbón Felipe V, de las universidades catalanas, reunidas todas en Cervera -de tipo salmantino- minoran todavía más esta clase de centros universitarios. En cambio, las claustrales van a extenderse con éxito, no sólo en la península – Granada, Santiago de Compostela, Oviedo… -, sino también al otro del Atlántico, con México y Lima en el siglo XVI y San Carlos de Guatemala en el XVII. Ahora bien, su organización sería diferente. No sólo por las peculiaridades que cada una de ellas tenía, sino porque el modelo claustral o doctoral se encuentra, en parte, destruido. La intervención del rey o de sus virreyes es muy profunda y los catedráticos – las órdenes religiosas o los colegiales – presionan sobre sus estructuras… En las nuevas, la participación estudiantil está limitada a la votación de las cátedras, que desaparecería, casi por completo, durante el siglo XVII.

En los siglos XV y XVI se introduce en España la colegialización de las universidades, sólo algún colegio procede del XIV. Numerosas fundaciones colegiales rodean las universidades existentes, pero sin llegar a convertirse en centros de enseñanza. Algunos logran una función predominante, al recibir sólo graduados que aspiran a las cátedras o a otros altos empleos en la burocracia real y eclesiástica, como los cuatro colegios mayores salmantinos o el Santa Cruz de Valladolid. De fundaciones destinadas a pobres estudiantes, se van a convertir en cabeza de un «partido» o fracción colegial que controlaría los mejores cargos de la corona – aparte las plazas de nobles o militares -. Pero no tuvieron apenas enseñanzas en su seno. En cambio, en las ciudades donde no había universidad los colegios enseñaron. El primero fue San Antonio de Portacoeli en Sigüenza, que en 1489 alcanza bula papal para conferir grados, es decir, se transforma en una universidad, dominada por los colegiales. Sobre todo, con grandes riquezas y queriendo imitar a París, el cardenal Ximénez de Cisneros crea, ex novo la universidad mayor de Alcalá de Henares, en torno al colegio mayor de San Ildefonso, de cuyo rector dependería. Empiezan las universidades colegios, que suponen una fundación y unas rentas de algún prelado o alto clérigo, de forma que la monarquía no necesita distraer fondos o rentas para asegurar la proliferación de centros universitarios. Algunas, como Santiago o Baeza se distancian del colegio, con ayuda del rey, y se trasforman en centros gobernados por sus claustros…

Por último, las órdenes religiosas, jesuitas y dominicos en especial, erigieron sus propios centros universitarios. A veces con un colegio de sus propios novicios, pero en todo caso, desde un convento o casa de la orden. La enseñanza que, con frecuencia, impartían, se abre a externos y se logra, mediante la correspondiente bula papel, conferir grados. Tampoco el rey necesita invertir en estos centros, por lo que se limita a aprobar estos estudios particulares. Fueron numerosos en toda la península, en todos sus reinos, y, sobre todo, en América donde las grandes universidades reales de México y Lima, apenas tuvieron continuidad. Los pontífices concedieron una bula general a las órdenes docentes, dominicos y jesuitas, para graduar en sus colegios con tal de que se hallasen a una distancia de 200 millas de una universidad real. Y así se multiplicaron en Santiago de Chile, en Quito, en Bogotá, etc. En cambio, el tipo anterior de universidades colegiales no pasó – salvo algún caso – a la otra orilla del Atlántico; sin duda, porque no hubo apenas obispos o prelados que quisiesen fundar, más bien se repatriarían con sus fortunas… Tampoco hubo en la corona de Aragón ninguno de estos colegios universidades del clero secular.

En estas condiciones se lograría, sin duda, la creación de numerosas universidades a lo largo de la edad moderna. La iglesia y los eclesiásticos continuaron siendo los impulsores de estas creaciones, que dotaban de graduados a la monarquía y la burocracia eclesial, pero, en cambio, no fueron capaces de recoger la revolución científica, por razones de aislamiento o por la propia estructura de las universidades dominadas por teólogos y canonistas. El monarca, que no podía invertir en universidades nuevas, logró que se fundasen y las intervino para tenerlas sujetas a su poder, a una ortodoxia y, a la vez, a un regalismo que subrayaba sus derechos frente a Roma. Asimismo, evitó los excesos de los estudiantes y de los doctores a través de formas de organización más jerarquizadas y sujetas a la autoridad… Las órdenes religiosas y los colegiales aprovecharon estas situaciones para dominar las aulas, las cátedras. Las reformas ilustradas apenas quebrantaron estas estructuras con la expulsión de los jesuitas o la reforma de los colegios mayores, con la creación de algunos centros paralelos, como las academias o los colegios de cirugía, o la tenue implantación de conocimientos más modernos en los planes de estudios…

La revolución liberal destruiría por entero las viejas universidades del antiguo régimen y establecerla una nueva universidad dependiente del nuevo estado liberal. Y lo hizo, precisamente en una época de escasez de fuerzas financieras, de fuertes luchas políticas e ideológicas. Las universidades hispanas tardaron en recuperarse, en ponerse al día mínimamente, en relación con otros piases europeos…

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