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Universidad de Salamanca
Blog dedicado al fenómeno migratorio y étnico
 

La historia de Sandra, una madrileña en Alemania.

Historia de vida realizada por María González Fernandez (Grado en Trabajo Social)

Esta es la historia de vida de Sandra, mujer española nacida en 1995, que con tal solo 19 años decidió emigrar a Alemania. La historia es contada por ella, por eso está escrita en primera persona.

Mi proyecto migratorio empezó en 2014 cuando yo tenía solo 19 años y muy poca experiencia en la vida. Por aquel entonces vivía, como cualquier adolescente, con mis padres en mi casa de Madrid. Había dejado los estudios puesto que nunca me había gustado estudiar y me encontraba trabajando en una jornada de 20 horas a la semana como recepcionista de una clínica de fisioterapia.

Cuando me notificaron en el trabajo que el contrato se acababa y no iban a renovarme se me vino el mundo encima recordé que había dejado los estudios a un lado por no superar los exámenes de inglés y por lo tanto me impedía poder acceder a un grado superior o seguir estudiando.

En ese momento España ya superaba la crisis tan dura por la que había pasado los años anteriores, estaba saliendo poco a poco y parecía que uno podía encontrar alguna que otra oportunidad, pero se seguía oyendo mucho el término “fuga de cerebros” así que fantaseé con la idea de irme a otro país para poder aprender idiomas y así poder hacer lo que más me llamaba la atención en la vida, que era viajar… La oportunidad vino a los dos días de finalizar mi contrato. Me informé, no demasiado, sobre las opciones que tenía para poder irme fuera ya que la idea ya se me había metido en la cabeza y acabé con un contrato de “au pair” en Alemania.

Un “au pair” es un trabajo en el cual tú prestas algunos servicios domésticos, como cuidar de niños, o dar clases de idiomas a cambio de que te ofrezcan alimentación y hospedaje.

Alemania en aquellos años ya tenía más que superada la crisis y su economía se encontraba en un buen momento, también es verdad que nunca tuvieron una situación tan mala como la de España.

Puesto que, como ya he dicho, no contaba con los idiomas necesarios para trabajar allí, el puesto de “au pair” me pareció una buena oportunidad ya que se trataba de cuidar niños, en lo que yo ya tenía experiencia con mis 3 hermanas pequeñas y enseñarles un poco de español, idioma que si dominaba.

Hice una entrevista por videollamada con la familia con la que me iría a vivir, era una familia con 3 niños en la que los padres trabajaban mucho, y aunque no nos entendíamos muy bien, puesto que mi alemán era nulo y mi inglés me había incluso impedido continuar estudiando, la cosa cuajó y el mismo día me compré los billetes con el dinero que había conseguido ahorrar para en 13 días irme a vivir a Alemania. Una locura.

Tuve muy poco tiempo para preparar todo y al principio la decisión de irme no fue muy bien recibida en mi círculo, aunque mi madre me dijo que sabía que algún día llegaría el momento, el resto me decían que no iba a durar ni dos semanas, que no sabía idiomas y que era muy pequeña.

Durante los días de preparación me surgieron muchas dudas y miedos, era algo completamente nuevo para mi y mi familia no iba a estar allí para ayudarme, algo con lo que en Madrid si contaba.

Mi abuela, mi tía más cercana y mi hermana me apoyaron, me dijeron que no tenía nada que perder, que siempre podía volver.

Pero lo que más me animó fue el ejemplo de mi abuelo recién fallecido que, en los 70, también fue a trabajar durante un tiempo a Alemania y por lo que siempre nos contaba había sido una de esas experiencias de la vida que jamás se olvidan.

Después de tomar la decisión tuve solo 13 días para prepararlo todo y despedirme de mi gente hasta que salió el avión rumbo a mi nueva vida.  Solo dos maletas llenas de por si acasos y de pensamientos de que podría ser mi vida, me iba con billete de ida sin vuelta.

No conocía nada de donde me iba, solo que estaba a 6 horas de Berlín y que casi limitaba frontera con Holanda. Tampoco me lo imaginaba. Nada más poner el primer pie en esa pequeña ciudad (Münster) fue sorprendente, no era para nada lo que yo hubiese podido imaginar, muy diferente a Madrid, casitas de cuento, todo verde alrededor y muchas muchas bicis.

Münster fue una ciudad increíble a la que ir como primer destino puesto que no era demasiado grande pero tampoco tan pequeña como para sentirte enjaulado. Allí había muchos estudiantes que desprendían muy buen rollo y era una ciudad muy fiestera, aunque yo no podía salir mucho debido a mi trabajo. Además, tenía un centro histórico precioso que fue reformado tras la Segunda Guerra Mundial ya que con esta había quedado devastado, ello me incentivó a aprender muchas cosas sobre la Segunda Guerra Mundial e investigar por mi cuenta, nunca había sentido la sensación de querer saber más y allí mi curiosidad por las cosas se acentuó.

Cuando llegué lo más duro fue sentir que tenía que salir a buscar las oportunidades fuera de mi país, sentir que mi familia estaba lejos y que estaba sola en esa pequeña batalla. Me costó bastante conocer gente nueva a parte del grupo que me presentó una amiga de la que hablaré luego y me hizo crecer mucho como persona, hasta ese momento yo solo pensaba en disfrutar y salir de fiesta y esta etapa hizo que recapacitara y viera la importancia de otras cosas.

La suerte fue que en un supermercado se me cayó la tarjeta sanitaria madrileña y la dependienta resultó ser alemana/madrileña, se llamaba Marisol, y se encargó de introducirme a su grupo de amigos alemanes y enseñarme el ocio de la ciudad. Gracias a ella aprendí muchas cosas y fue para mí parte de mi familia, mi hermana alemana.

De intentarlo y de vivir allí poco a poco conseguí ir aprendiendo lo justo para defenderme. Aunque tengo que confesar que estuve lavando durante 6 meses mi ropa con suavizante más suavizante porque creí que uno de esos era detergente.

Me encontré con pocas dificultades, supongo que, por mi forma de ser, y porque me lo tomaba como si de una aventura se tratase, pero sin duda lo peor fueron los idiomas. Nada más llegar comprendí que no iba a ser del todo fácil socializar, escuchaba a todo el mundo en la calle hablar y no entendía nada y sentí que sería difícil que alguien quisiera hacerse amiga de una chica que no entendía el idioma, Münster no es de esas ciudades de las que encuentras españoles a cada paso.

También tengo que mencionar que durante mi etapa de “au pair” no tenía apenas tiempo libre y ganaba muy poco dinero, lo justo para comprarme algo de ropa y hacer mi día a día. Era un trabajo un poco abusivo, la madre de la familia para la que yo trabajaba no hacía mucho caso a sus hijos y consumía bastante alcohol, es una experiencia que no repetiría.

Estuve en Münster durante 1 año, el tiempo que duró mi contrato de “au pair” durante ese periodo de tiempo no pude viajar a España en ningún momento porque no conseguía ahorrar el suficiente dinero para poder comprar un billete de avión, aunque mi hermana sí pudo venir a visitarme 1 vez.

Cuando se me acabó el “au pair” otra vez tuve que plantearme qué hacer con mi vida y fui a probar suerte a Hamburgo. Allí trabajé de camarera en un bar de rock and roll. En esa ciudad crecí como persona y conseguí aprender inglés y alemán gracias a que trabajaba de cara al público. Sin duda fue muy diferente a la vida en Münster ya que allí si pude hacer más amigos y ya me había hecho a las costumbres alemanas.

El trabajo como camarera era mucho más gratificante que el de “au pair” durante ese tiempo si pude viajar 2 veces a España ya que mi sueldo era superior y me permitía llevar un nivel de vida un poco más alto.

De todos modos, también encontré dificultades, la búsqueda de una habitación de alquiler era algo complicada, lo recuerdo como una de las peores cosas que viví, no es fácil que te alquilen una habitación, pero de no rendirme, tuve suerte.

Durante mis años en Alemania pasé por buenos momentos y por malos, la integración fue paso a paso, pero al final me encantó el grupo que formé allí, y son amigos que me llevo para siempre, aunque si que es verdad que la gente me reconocía como la española, al final era una más y me hacían sentir muy bien. Cuando regresé me costó tanto despedirme de ellos como cuando empezó la aventura y la despedida era hacia mi familia.

La verdad es que, aunque cuando me fui no tenía fecha de regreso, echaba de menos España y en el 2017 después de tres años y medio regresé, aunque ya no volví a Madrid si no a Málaga, donde vivo actualmente.

Una de las razones por las que regresé fue porque la falta de sol a veces se me volvía complicada y acababa afectándome un poco emocionalmente. Además, sentía que quería volver, expresarme en mi idioma, echaba de menos poder bromear en español y sobre todo no sentir que para ver a mi familia tenía que coger un avión.  Ya me había perdido muchos cumpleaños y fechas importantes, era hora de regresar.

Durante esos años me di cuenta de lo importante que es para mí el tiempo del lugar en el que vives, por eso cuando regresé fue a Málaga, quería vivir cerca del mar y que el clima fuese soleado y con temperaturas altas, ya había vivido muchos días nublados, con lluvia y frío.

El tiempo que pasé trabajando allí se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido, en Alemania hay unos valores laborales mejores que en España y eso acaba influyendo también al mirar de cara a un futuro laboral.

Alemania me ha enseñado mucho y gracias a esa experiencia soy la persona que soy, creo que verme lejos de mi familia y amigos me hizo madurar, cosa que, por otra parte, me hacía falta. Así que si, sin ningún tipo de duda, volvería a vivir esa experiencia, aunque es verdad que si tuviera que volver a repetirlo le añadiría un poco más de tiempo para preparar el viaje y poder despedirme de mi gente ya que fue algo que me afectó mucho cuando me fui.

 

 

 

 

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