Historia de vida elaborada por Lidia Dóriga Alonso (Estudiante del Grado en Trabajo Social).
A continuación, se va a exponer la historia de vida de un hombre que tuvo que emigrar a Suiza por motivos económico-laborales en la década de los 60. La persona escogida para esta actividad es mi abuelo materno, una persona octogenaria cargada de sabiduría, conocimiento y experiencias, pues me ha facilitado información sobre su amplia y extensa trayectoria vital. En este trabajo se recogen diferentes aspectos de la vida del informante, como su contexto familiar, laboral, periodo migratorio y vejez.
Antes de realizar la entrevista, le he explicado al usuario en qué consiste una historia de vida, así como la confidencialidad y la finalidad de la misma. Igualmente, le he comunicado la voluntariedad de la actividad y la libertad absoluta a la hora de responder o no a las preguntas que le iba a ir realizando, además de mencionar que la entrevista iba a ser grabada, para posteriormente poder registrar toda la información que me iba proporcionando.
La entrevista se realizó telefónicamente en el mes de abril del año 2020, y su duración aproximada fueron 2 horas. Durante este periodo de tiempo el informante me proporcionó la información suficiente para realizar este trabajo. Tras esta pequeña aclaración, y el consentimiento del usuario para que su historia pueda aparecer en el blog, se dio comienzo a la entrevista.
El informante de esta historia de vida es mi abuelo José Luis, un hombre de 81 años natural de Logroño (La Rioja). Le escogí a él, en primer lugar, porque es la persona migrante más cercana que conozco, y en segundo lugar, por ser un usuario abierto, acogedor, con gran memoria y mucha información que relatar. Actualmente José Luis vive en Logroño con su esposa –enferma de Alzhéimer-, por lo que él se encarga de realizar las tareas del hogar y de cuidar a su mujer, con alguna dificultad.
José Luis nació durante la Guerra Civil española el 14 de Julio de 1938, no obstante señala no tener recuerdos de esa época. Comienza indicando que es el mediano de tres hermanos donde Ana María, es la mayor, y Eduardo Javier, el menor. Acentúa que se lleva 12 años con su hermano pequeño, sin embargo, a pesar tal diferencia de edad, siempre ha existido un buen vínculo entre los tres hermanos. Además, indica que en su familia no existían diferencias de trato por tener mayor o menor edad, ni por cuestión de sexo.
Su padre era funcionario en el Ayuntamiento de Logroño, en cambio, su madre nunca trabajó, pues me indica que en esa época los hombres trabajaban fuera de casa y las mujeres, en su gran mayoría, se dedicaban al cuidado del hogar y de los hijos. Asimismo, comenta que la relación con ellos era bastante buena, no obstante “de vez en cuando me daban con la zapatilla en el culo”.
Con respecto al ámbito laboral, José Luis comenta que ha tenido varios trabajos, pues en aquella época se comenzaba a trabajar a una edad temprana. Con 14 años, José Luis entró a trabajar en una fábrica de embutidos y en una imprenta, ya que en esa época, poca gente continuaba los estudios superiores.
Posteriormente tuvo que dejar el trabajo porque toda su familia se mudó a Covaleda (Soria), ya que a su padre lo jubilaron por enfermedad con 40 años. Ante esta circunstancia, deciden irse a vivir al pueblo con su familia materna, donde pensaban que iban a estar más tranquilos para poder sobrellevar la enfermedad de su padre. José Luis dice que no notó mucho cambio entre la ciudad y el pueblo, porque en ambos había pobreza; no obstante, dice que se acostumbró rápido al ámbito rural, llegándole a gustar más el pueblo que la ciudad.
Cuando José Luis llegó a Covaleda, tuvo que buscar un nuevo trabajo. Estuvo una temporada trabajando para el Distrito Forestal de Soria, hasta que con 18 años, se sacó el carnet de conducir y comenzó a trabajar como conductor de camión llevando piedras calizas para hacer las pistas forestales.
José Luis comenta que en Covaleda no había muchas actividades de recreo, ya que era un pueblo pequeño. En el mismo, únicamente existía un cine y una sala de baile, aunque cuando hacía buen tiempo el baile lo hacían en la plaza del pueblo. Ante lo anterior, señala que en uno de esos bailes conoció a Maura, su esposa.
A los 21 años, José Luis fue destinado en Melilla al Grupo Ligero Blindado de Caballería Número 2 para prestar el Servicio Militar, obligatorio para todos los hombres en esa época en España. Los primeros tres meses todos los destinados tuvieron que hacer instrucción, es decir, aprender a desfilar, formar, montar y desmontar armas, etc. Después de ese periodo de tiempo, le ordenaron ser chófer del General, pues necesitaban un soldado con carnet de conducir, por lo que, dice que pasó una mili bastante tranquila.
Después de la mili, volvió a Covaleda y en el año 1963 se casó con Maura por la iglesia. Su madre no estaba muy de acuerdo con la mujer elegida, pues la prefería con más patrimonio, “antes los padres elegían a las parejas de los hijos, pero yo no hice caso”. Al poco tiempo de casarse, la gente del pueblo, alrededores y él mismo comenzaron a quedarse sin trabajo, por lo que, por motivos económico-laborales, decidió marcharse solo y emigrar a Suiza. Ante este hecho, me aclara que se fueron a ese país porque Franco había elaborado un convenio con Suiza y por ello muchos hombres españoles se acogieron al mismo y se fueron a trabajar allí.
Antes de emigrar por motivos laborales, su mujer se quedó embarazada, no obstante, José Luis no pudo acompañarla durante el nacimiento de su hija, ya que no pudo volver hasta el mes de noviembre, además indica que “entonces para viajar, había que esperar mucho tiempo”. En octubre nació su primera hija, María Pilar, a la cual no pudo conocer hasta que cumplió un mes.
Cuando habla sobre su estancia en “un pueblo cerca de Lucerna llamado Hochdorf” (Suiza), lo noto alegre y animado, incluso me dice “Suiza es una maravilla, es un buen país, no como España que es un país bananero”. Ante esta expresión, me aclara que allí funciona todo muy bien, al milímetro, además la gente es muy amable; en cambio “en España no es así, ya me entiendes”. Me cuenta que los ciudadanos españoles viajaban allí con un contrato legal y con alojamiento previsto. Menciona que vivían en pensiones donde las habitaciones eran compartidas por varios trabajadores. Tras abonar la manutención y habitación, les quedaba una buena cantidad de francos suizos para enviar a España y para su tiempo libre.
La mayoría de emigrantes que coincidieron con José Luis en Suiza eran de nacionalidades española e italiana. Comenta que junto a él, además de varios vecinos de Covaleda, viajaron dos de sus cuñados, hermanos ambos de su esposa, uno de los cuales, el mayor, se casó y se quedó a vivir allí. Dice que este solo regresó a España tras jubilarse, generando allí un buen patrimonio para vivir sin apuros.
Respecto de su otro cuñado, José Luis recuerda con simpatía como le desaparecía comida de su taquilla sabiendo que había sido este, que al parecer pasaba hambre, aunque nunca se lo dijo, pues el dinero que ganaba lo derrochaba en gastos superficiales y entretenimientos varios, como el juego, ir al cine, etc.
Allí en Suiza estuvo trabajando en una empresa de construcción durante dos años, su contrato comenzaba en el mes de abril y terminaba en noviembre. Se encargaba de montar y desmontar grúas, utilizar dumpers, excavadoras y todo tipo de maquinaria pesada, pues él era de los pocos que tenía carnet de conducir. Dice que allí aprendió un poco de italiano y alemán (dos de los tres idiomas oficiales del país), incluso me dijo que se acordaba de contar hasta el número diez en alemán (comienza a decirme los números en alemán), aunque dice que ya se le van olvidando muchas cosas. Asimismo, señala que había muchos españoles trabajando en Suiza, tanto en supermercados, tiendas, bares, etc., por lo que no había problema con la comunicación. En su tiempo libre, se iba a pasear y a tomar algo con los compañeros.
José Luis reiteró en varias ocasiones que irse a trabajar a Suiza fue una experiencia gratificante y muy buena, no obstante, también comenta que echaba de menos a su familia, pero como necesitaba dinero para poder mantenerla, tenía que quedarse allí trabajando. Cada vez que volvía de Suiza les llevaba regalos a su mujer e hija, ya que dice que ciertas marcas no se encontraban en España.
Otra de las tantas anécdotas que me contó de Suiza, fue que un día mientras trabajaba en la calle, pasaba tanto frío que una chica al verle por la ventana, se dio cuenta y le bajó de su casa un jersey, mientras le decía unas palabras en alemán, objeto que José Luis interpretó como un obsequio.
También comenta que la cultura de allí era diferente, pues todavía se acuerda de cosas como de que, los suizos cuando iban a coger el coche por la mañana para ir a trabajar, si encontraban a un gato durmiendo debajo de su coche, no le molestaban y se trasladaban andando al trabajo, “eso en España no se hace”. También dice que las ardillas paseaban por las calles de la ciudad, pero nadie las tocaba porque eran consideradas “sagradas”. Pero esto no solo ocurría con las ardillas y los gatos, sino todos los animales en general; los peces del lago estaban marcados e identificados con una lectura en su cola. La protección animal era un asunto muy preservado y defendido por la población y legislación suiza. Me resulta curioso cómo todavía recuerda estos detalles, pues para él parecen ser muy interesantes y singulares.
Únicamente estuvo dos años por una razón muy curiosa: las comidas, a las que no llegaba acostumbrarse. Sin embargo, dice que allí se vive muy bien y si hubiera tenido la oportunidad de llevarse a su mujer, se hubieran quedado allí, pero a su esposa no le dieron un permiso policial necesario para poder pasar la frontera en Ginebra.
La comunicación con su familia se realizaba por carta, y aprovechando el envío, parte del sueldo que él ganaba se lo mandaba a su mujer e hija por giro postal. Una de las tantas anécdotas que me relata sobre Suiza, fue que varios de los escritos que le enviaba a su esposa, llegaban abiertos a España. Ninguno de los dos entendía que es lo que ocurría hasta que un compañero de trabajo le comenta, que como estaban trabajando en frente de un campo de aviación militar, estos le espiaban apoderándose de sus cartas por si acaso este revelaba cierta información o fotografías, pues desde su puesto de trabajo visualizaba ciertas actuaciones secretas.
Después de esos dos años, José Luis volvió a Covaleda. Sin embargo, tras darse cuenta de que en el pueblo no había trabajo, toda la familia se volvió a mudar, en este caso a su ciudad natal, Logroño, en el año 1970. Allí, en poco tiempo encontró trabajo de chofer de camión para una empresa de muebles de una localidad vasca cercana a La Rioja, por lo que se pasaba la semana repartiendo material y solo estaba en casa los fines de semana. Estuvo desarrollando esta labor durante 30 años, volviendo a recorrer la península de punta a punta, como dice él, conociendo gente buena y adquiriendo gran cantidad de conocimientos, tanto geográficos, culturales como sociales.
José Luis se jubiló a los 60 años de edad ya que empezó a sentirse inseguro con el camión, pues en ocasiones experimentaba bastantes mareos, debido a problemas auditivos, lo que hizo que estuviera temeroso de provocar o tener algún accidente. Al consultar lo anterior con el médico y su familia, decidió jubilarse y pasar a una nueva etapa poco a poco.
Tras la jubilación, muchas personas deciden aprovechar y disfrutar de esta etapa, y así lo hizo José Luis. Se dedicó a emplear el tiempo viajando, haciendo planes con su familia, paseando por el monte, y recuperando su tiempo libre; no obstante, todo ello dentro de un periodo de adaptación. Me cuenta que durante la etapa de jubilado, él y su mujer continuaron viajando, realizando dos o tres viajes al año con el IMSERSO y una asociación de Covaleda. José Luis quería enseñarle a su mujer aquellos lugares que más le habían impresionado, como las zonas costeras de Almería y Tarragona, o de interior como Córdoba, Toledo o Jaén.
En la actualidad José Luis se encuentra viviendo con su mujer en Logroño, además de estar arropado por su familia. Ahora dice estar bastante ocupado ya que tiene que cuidar de su mujer, pues esta sufre la Enfermedad de Alzheimer. Se siente feliz y agradecido por la vida que le ha tocado vivir, no ha pasado graves penurias y la salud le ha acompañado, dejándole hacer muchas cosas que otras personas de su entorno no han podido.
En conclusión, con esta historia de vida he querido poner de manifiesto la importancia de la memoria histórica, ya que a través del relato de las experiencias y reflexiones, podemos llegar a imaginarnos cómo se vivieron los cambios sociales y los procesos migratorios. Por ello, la historia de vida es un instrumento útil y necesario que nos permite conocer, entre otros aspectos, la realidad social y el fenómeno migratorio desde el punto de vista del informante (la perspectiva del sujeto que viaja, qué ha influido en la toma de decisiones, o cómo se sentía ante los mismos).


